miércoles, 27 de diciembre de 2006

Reflexiones de un ególatra: Navidad todo el año

Estos días, este año en particular, estoy oyendo (y leyendo) a menudo la expresión "todos los días son Navidad", incitando a la gente a que se felicite y se salude cordialmente durante todo el año. Soy de los que apoyan esta idea. De hecho, también yo lo pensé justo antes de que empezaran estas fiestas, planteándome por qué no éramos igual de "felices" el resto de los meses.

Pero no podemos negar que la Navidad tiene para muchos, al margen de esto, un significado especial ineludible (que luego hemos convertido en tradición familiar y costumbre popular o al revés) y que el ser humano, como animal limitado que es, ha de fijar una época para facilitar el reencuentro con los amigos, la reunión con los parientes. ¿Qué más da que sea en estas fechas o en otras? Sin embargo, el carácter de la Navidad hace propicia la ocasión. Y, en este sentido, todo me parece muy bonito y entrañable, incluso aunque, precisamente porque se suelen vivir momentos inigualables, también suelen acaecer o recordarse los instantes más desagradables, echando de menos a los que faltan. Hace unos días, el padre de una amiga se desplomó de un infarto nada más volver a su casa, tras celebrar la Nochebuena en familia. ¿Cómo recordarán estas personas, a partir de ahora, el 24 de diciembre?

Pero esto es ley de vida y no podemos evitarlo, pase lo que pase. Lo que realmente me molesta es que, de unos años acá, nos han adelantado las celebraciones. Cada vez más. De hecho, intenta buscar en los supermercados algo de mantecados y turrones. Hace una semana había estantes llenos. Hoy te costará encontrarlos sin preguntar. En cambio, allí estaban expuestos, llamando nuestra atención para atiborrarnos antes de Navidad, desde mediados de noviembre. Al igual que los juguetes, la iluminación navideña, que en algunos sitios instalan antes de diciembre... Considero que cada cosa tiene su lugar y su tiempo. Y, en pos del éxito comercial, nos manipulan especialmente en estas fechas que deberían ser simplemente para el reencuentro.

No hace muchos años, una furgoneta recorría las ferias de pueblo para vender a los lugareños las tabletas de turrón que, de otra forma, no podían conseguir (a principios del siglo XX ya se desarrollaba esta costumbre). Hoy en día esta práctica carece de sentido, porque estos productos están al alcance de cualquiera en todas partes. Tanto es así que cuando llega el momento de comer turrón, ya no nos apetece. Es sólo un ejemplo de cómo se han desvirtuado algunos símbolos que antes también eran signo de la unión familiar, de la comida entre seres queridos. Afortunadamente, sabemos que eso no importa, que lo principal es estar juntos, haya en la mesa pavo guisado, cordero asado o cerdo mechado. Al menos en estas fechas, recuperamos algo de nuestra humanidad.

Pero, si bebes, no conduzcas. Y feliz Año Nuevo.

miércoles, 20 de diciembre de 2006

Matemáticas: Su utilidad contra el cáncer

Con un modelo matemático basado en ecuaciones diferenciales, un grupo de investigadores de la Universidad Nacional Autónoma de México describió en 1999 el desarrollo y evolución de tumores cancerosos y su posterior proliferación conocida como metástasis. Este modelo teórico de gran precisión disminuye los experimentos en laboratorio, calcula el tiempo en que el tumor se expresa en el organismo y contribuye a conocer un proceso biomédico desde una óptica matemática, lo que acerca a ambas áreas del conocimiento, además de obtener y comparar resultados.

Interesada en explicar mediante las matemáticas diversos fenómenos no lineales de la naturaleza, la doctora Catherine García Reimbert, del Instituto de Investigaciones en Matemáticas Aplicadas y Sistemas (IIMAS) de la UNAM, cuenta desde 1997 con este modelo, que describe mediante lenguaje matemático ecuaciones cómo crecen las células cancerígenas de un tumor.


"Ahora trabajamos en una segunda etapa del modelo, utilizando ecuacional diferenciales parciales para saber cómo está creciendo el tumor y cómo se va a formar la metástasis", comenta la especialista en matemáticas aplicadas, quien en este proyecto colabora con los doctores Carlos Arturo Vargas Guadarrama y Antonmaría Minzoni, todos del Departamento de Matemáticas y Mecánica del IIMAS y miembros del Proyecto Universitario de Fenómenos no lineales.

El cáncer sigue las reglas del caos
Científicos austriacos descubrieron en 2004 que el cáncer se comporta según las reglas del caos y que es posible anticipar su aparición y desarrollo mediante fractales construidos con algoritmos específicos: las simulaciones informáticas y los tumores evolucionan de forma parecida, uno en el mundo virtual, el otro en un organismo vivo. La comprobación de la relación entre la teoría del caos y los procesos cancerígenos tiene una gran importancia para profundizar en el conocimiento de la enfermedad, en la formulación de diagnósticos y en la elaboración de terapias.

Fractal de Jay Jacobson


Fuente: Tendencias científicas

El matemático que logró curar un cáncer
En 2005 investigadores españoles lograron la curación de un caso desahuciado de cáncer de hígado mediante el fortalecimiento de la respuesta inmunológica. La terapia, que apenas tiene efectos secundarios y abre horizontes muy esperanzadores para el tratamiento de todo tipo de tumores sólidos, es fruto de una investigación llevada a cabo por Antonio Brú, profesor del Departamento de Matemática Aplicada de la Universidad Complutense, Sonia Albertos, del Servicio de Aparato Digestivo del Hospital Clínico San Carlos, Fernando García-Hoz, del Servicio de Aparato Digestivo del Hospital Ramón y Cajal, e Isabel Brú, del Centro de Salud La Estación de Talavera de la Reina. Se ha publicado en Journal of Clinical Research con fecha de 30 de mayo de 2005.

La terapia consiste en lograr una inflamación peritumoral a base de neutrófilos, que son uno de los cinco tipos de leucocitos que posee el organismo y que desempeñan el papel principal en la lucha del cuerpo contra los procesos tumorales. Se ha aplicado a un caso desahuciado de hepatocarcinoma, un tipo de cáncer de hígado considerado sin solución a no ser que pueda ser operado. El paciente, además del hepatocarcinoma, sufría hepatitis C y cirrosis y se encontraba en fase terminal. Ha sido tratado mediante estimulación de la médula ósea y generación de grandes cantidades de neutrófilos; en unos meses, el hepatocarcinoma ha remitido y el paciente ya se ha reintegrado al trabajo. El tratamiento, además, apenas posee efectos secundarios.

Bru considera especialmente importante el hecho de que esta terapia abre unos horizontes muy esperanzadores contra todo tipo de tumores sólidos en un plazo de tiempo relativamente corto, ya que –según la teoría en la que se basa– existe un único mecanismo común a todos ellos.

Fuente: Sólo ciencia. Y en contra de esta noticia, en 100cia.com: Cómo no dar noticias de ciencia: el misterioso caso del doctor Bru.

lunes, 18 de diciembre de 2006

Taller: La carrera previa del escritor (IV)

La obra está preparada y empieza la carrera

Aunque volvamos sobre este punto, hay que insistir en un aspecto importantísimo que puede significar el éxito o el fracaso. La obra tiene que haber sido revisada, incluso varias veces si hace falta. Como resultado de todo el proceso de escribir, debemos obtener:

- Una obra bien estructurada, donde se definan claramente las partes, los capítulos, los párrafos, la distribución de ideas y los vínculos entre las diferentes ramas del argumento.

- Una obra sin errores (ortográficos, semánticos y gramaticales). Debemos minimizarlos, consultando cuanto sea necesario el diccionario y los recursos a nuestro alcance (como los manuales de estilo o el Diccionario de la RAE y sus secciones de resolución de dudas).

- Una obra elegante, que tenga el número de páginas más ajustado (es mejor quedarse algo corto y suscitar en el lector la sensación de querer saber más que caer en el exceso, contar demasiado y aburrirle).

- Una obra presentable, que guarde una estética interior (por el contenido) y exterior (por la apariencia -limpia, ordenada y clara-, la encuadernación, la numeración de las páginas). Todo ello debe facilitar la lectura del manuscrito (llamaremos así al original de la obra acabada).

- Una obra, a ser posible, con un principio atractivo que haga sentir al lector las ganas de seguir leyendo.

- Una obra con un nudo, un desarrollo impecable que conecte este principio con el final sin dejar cabos sueltos y siempre aumentando las expectativas (esto es, “enganchando” al lector).

- Una obra con un desenlace lo más sorpresivo e inesperado posible, pero creíble, verosímil y elaborado, que resuene en la memoria del lector después de haberlo leído y le haga recordarla y recomendarla.

Sobre el manuscrito, hay que respetar ciertas normas:

- Debe estar escrito a máquina o a ordenador, sin faltas ortográficas ni tipográficas y, por supuesto, sin tachaduras.

- Deben utilizarse unos 60 signos por línea (por signos se entiende tanto caracteres como espacios) y 25 líneas por página.

- Hay que cambiar de página al comienzo de capítulo.

- Los folios deben estar escritos por una sola cara, con márgenes a cada lado y con un interlineado doble que permita realizar correcciones y anotaciones.

- Todas las páginas tienen que estar debidamente numeradas.

- Debe prescindirse del papel reciclado, de lujo o de colores.

- Hay que encuadernar el manuscrito, al menos con cartulina, plástico y gusanillo.

- Debe utilizarse la tipografía más sencilla posible para facilitar su legibilidad y no provocar desinterés y cansancio en el lector.




Nota: Material extraído del taller literario “Tengo una historia, ¿quién me la publica?” impartido el 27 de mayo de 2006 durante las I Jornadas de Literatura Fantástica de Dos Hermanas, Sevilla.

jueves, 14 de diciembre de 2006

Mis favoritos: La colina de Watership de Richard Adams

Este año he tenido suerte con los libros que he leído (seguramente porque las recomendaciones que me han hecho han sido excelentes), ya que he añadido varios a mi lista de favoritos y, en particular, éste encabeza la lista. Le debo a Javier Negrete, que lo mencionó en su conferencia durante las I Jornadas de Literatura Fantástica, el haber disfrutado de una de las mejores novelas que he leído. Pero quiero contar que cayó en mis manos por casualidad. Fue en forma de una vieja edición del Círculo de Lectores (editada poco después de su primera publicación en Inglaterra) que la Biblioteca Pública de Dos Hermanas vendía por 1 euro, como hace con todos los libros que necesita sacar de su inventario. Nunca un tesoro tan preciado tuvo un precio tan barato.

Esta reseña podría clasificarse dentro de las lecturas juveniles por los mismos motivos que lo podríamos hacer con Las aventuras de Huck Finn o Alicia en el País de las Maravillas, por ejemplo. Son relatos legibles por niños y adolescentes que, sin embargo, sólo se comprenden enteramente cuando se ha alcanzado la madurez de un adulto. Es decir, como suele pasar con las lecturas juveniles, son aptas y necesarias para todos los públicos. Y deben releerse.

En los pacificos prados de Inglaterra vive una comunidad de conejos. Cuando su madriguera se ve amenazada, un pequeño grupo de valientes conejos escapa de la madriguera en busca de un nuevo hogar. Conducidos por Quinto el visionario, Pelucón el valeroso, y el honorable Avellano hacen frente a multitud de desafíos y peligros que superan gracias a su fuerza y astucia para sobrevivir, mientras persiguen su sueño. A lo largo de su dificultoso viaje hacen un amigo inverosimil, una gaviota llamada Kehaar y luchan con el General Mostazo, el cruel líder de otra madriguera.

Tal como se dice en la página de la editorial Seix Barral, La colina de Watership (Watership Down) es un gran clásico de la literatura contemporánea, traducido a veinte idiomas. Nacida originariamente de un improvisado relato que el autor hizo a sus sobrinos durante un largo viaje en coche, la obra, pese a estar protagonizada exclusivamente por animales, y de modo específico por conejos, se halla muy lejos de lo que suele entenderse por literatura para niños; por lo contrario, tiene el tono de una narración épica antigua, pero también encierra una crítica sombría y desesperanzada de las relaciones de poder, un alegato ecológico de extraordinaria eficacia y una reflexión serena y amarga, de resonancias estoicas, acerca de la dureza de la vida y la necesaria aceptación de la inevitabilidad de la muerte.

Suscribo lo dicho por Selima Hastings, del Sunday Telegraph:

"Esta historia bellísimamente escrita e intensamente conmovedora es la obra de una imaginación extraordinaria."

Pero también los comentarios aparecidos en Newsweek en su día:

"No puedo imaginar que ningún lector sensible salga de la lectura de esta novela sin haberse sentido afectado y cambiado por ella."

Cuando ayer terminé el epílogo de la obra, casi me afloraron lágrimas en los ojos, tanto me había encariñado con los personajes. De hecho, desde las primeras páginas, pensaba que si le pasaba algo grave a alguno de aquellos conejitos lo iba a pasar realmente mal. Confieso que ha sido uno de los pocos libros que me han dejado turbado al terminar, sabiendo que no tenía sentido desear que hubiera más, como ocurre con otros libros que te gustan mucho y no quieres que terminen. Este libro no necesita continuación y es, por sí mismo, una historia valiosa.

La historia es a veces algo cruel, pero como la vida misma (no nos olvidemos de que los personajes son conejos ni de lo mal que lo pueden pasar los conejos, entre sus depredadores y los cazadores), aunque no llegas a pasarlo nunca mal, porque siempre hay un halo de esperanza casi tangible. Y la narración afronta estos acontecimientos con elegancia y ternura. Si tuviera que criticar algo sería el epílogo. En mi caso, como lector, aunque es precioso, hubiera preferido no leerlo.

La historia de los conejos que fundan su propia conejera es fascinante, desde principio a fin, y aporta valores importantísimos tanto al niño que está aprendiendo como al adulto envuelto en la vorágine de esas empresas que tratan a sus empleados como meros números en la plantilla. Es por eso que me parecen muy acertadas las palabras de Nicholas Tucker en el New Statesman:

"Una historia impresionante, extraordinariamente interesante, agavillada por una poderosa imaginación que no tarda en obligarnos a darle crédito."

En resumen, una auténtica joya que todo el mundo debería leer y descubrir. Me apena no haber conocido antes este libro, pues es de los pocos que releería nada más haberlo acabado. Pero es de esos libros que esperas encontrar alguna vez para guardar con sumo cariño en tu biblioteca. De hecho, recomiendo encarecidamente que compréis este libro, porque luego querréis conservarlo.

Como he dicho antes, la novela no necesitaba continuación. Pero supongo que los escritores finalmente caemos en la tentación de hacer segundas partes, pues nos enamoramos de nuestros personajes. Y eso hizo Richard Adams publicando más de veinte años después Cuentos de la colina de Watership. Se trata de un conjunto de anécdotas e historias complementarias de la aventura original que permiten seguir viviendo hazañas con Avellano, El-Arairal y sus amigos.

Naturalmente, también hay película, aunque nunca la he visto. Por las imágenes expuestas en la web, parece bastante fiel a la novela (recomiendo no verlas si antes no habéis leído el libro).


Datos de los libros:


Título: La colina de Watership
Autor: Richard Adams
ISBN: 84-322-0752-7 ; 978-84-322-0752-5
Publicación: 05/1998 por Editorial Seix Barral, S.A. (colección Biblioteca Breve)
Nº páginas: 448

Título: Cuentos de la colina de Watership
Autor: Richard Adams
ISBN: 84-322-0753-5 ; 978-84-322-0753-2
Publicación: 05/1998 por Editorial Seix Barral, S.A. (colección Biblioteca Breve)
Nº páginas: 224

miércoles, 13 de diciembre de 2006

Viajes: Baviera

Con este único nombre, Baviera, podría describirse el viaje que hemos realizado a Alemania, visitando Munich, Salzburgo y los castillos bávaros más famosos, recorriendo parte de dicha región. Como ya nos había advertido una amiga residente en Munich, este invierno la ciudad está padeciendo un tiempo anormal. Tanto es así que hemos pasado más frío al llegar a Málaga y Sevilla que en las tierras bávaras. Ni siquiera en las montañas alpinas junto a Fussen hacía tanto frío.

Por otro lado, parece que por fin se rompió el maleficio y, por primera vez este año, después de las experiencias en Cuba, Berlín y Nueva York, ¡no nos han perdido el equipaje! No obstante, sigo recomendando que llevéis encima el neceser y una muda. Con las bolsitas de congelados uno se basta para guardar los recipientes con líquidos y fluidos que se necesitan para acicalarse (al fin y al cabo no es tanta molestia, salvo que no se podrá importar ron de Cuba, Puerto Rico y República Dominicana, supongo). Olvidemos estos detalles y vayamos al grano.

Munich, miércoles 6 de diciembre
Hacia la una y media de la tarde llegábamos al inmenso aeropuerto de Munich. Es tan grande (o da la sensación de serlo) que tiene su propio mercado navideño y su pista de hielo. Sorprendentemente, la llegada fue muy puntual (Condor ha cumplido perfectamente con su trabajo). Luego decidimos tomar un autobús para ver el paisaje en el camino. Además, como el metro, esta línea de transporte nos dejaba en la estación principal, al lado de nuestro hotel.

A propósito, todo un acierto el elegir un hotel junto a la estación, pues no sólo tienes al lado el principal núcleo de comunicaciones (trenes, metro, autobuses, taxi), sino que además el centro queda a tan sólo quince minutos andando. Os recomiendo este emplazamiento cuando vayáis allí.

El desplazamiento en autobús no fue tan distraído como pensábamos (había vallas para insonorizar los carriles que tapaban las vistas), pero nos permitió ver el estadio Allianz Arena (parece una enorme rueda blanca de Michelín) y conocer los accesos a esta ciudad donde viven un millón y medio de habitantes. Realmente, no da la impresión de ser tan grande, pues las comunicaciones parecen bastante buenas.

Esa tarde, tras reconocer el terreno y dejar nuestras cosas en el Hotel Regent (un establecimiento bastante confortable con un desayuno buffet muy apetecible), nos fuimos de paseo, a través de la Karlsplatz (donde encontramos la primera pista de hielo) y la Neuehauserstrasse, la calle peatonal más importante. Cuando llegamos a la Marienplatz, ya estaba atardeciendo. Tienen la misma hora que en España, pero la naturaleza sigue su curso y anochece dos horas antes. Gracias a esta escasez de luz, obtuve algunas fotos muy bonitas, como ésta de la calle Neuehauser.

O esta otra del Ayuntamiento Nuevo en la Marienplatz:

Tras recorrer las calles más céntricas, asombrados por la iluminación y la abundancia de gente en el mercado navideño, nuestros pies (o nuestras mentes) nos condujeron hasta el célebre y turístico Biergarten con el nombre de Hofbrauhaus. Allí cenamos en un ambiente muy festivo, al son de la música bávara, que apenas nos permitía hablar.

Munich, jueves 7 de diciembre
Nuestra intención era visitar los castillos bávaros al día siguiente. Sin embargo, al llegar a la hotel, pasada la medianoche, nos dimos cuenta de que íbamos a ser incapaces de levantarnos tan temprano como habíamos planeado. Así que decidimos cambiar los planes y dedicar el jueves a Munich. Después de todo, fue lo mejor que hicimos y me explico a continuación.

Cuando el viajero llega a una ciudad nueva, lo primero que debe hacer previamente es programar las actividades que desea llevar a cabo y luego visitar la oficina de turismo para hacerse, al menos, con un plano y con una tabla de horarios de los monumentos. Si hay proyectada alguna excursión, lo mejor es comparar los precios que ofrecen las empresas que se dedican a organizarlas con los precios que se obtendrían de ir sin ellas. En este caso, sabíamos que era posible desplazarse a los destinos que habíamos pensado en tren (alquilar un coche sin haberlo reservado con antelación era demasiado caro). Y, gracias a la ayuda del personal de la DB (compañía de ferrocarriles alemana), averiguamos pronto que existía la Bavaria Card. Por 25 euros permite utilizar a una familia de hasta cinco miembros durante un día todos los trenes de la región hasta las tres de la mañana del día siguiente. La única limitación era que los días laborables sólo podía utilizarse a partir de las nueve. Así que, después de todo, no tuvimos que madrugar.

De nuevo, salimos del hotel tras desayunar tranquilamente y repuestas nuestras fuerzas con el conciliador sueño y recorrimos las calles que nos separaban de Marienplatz. Nos sorprendía el clima tan templado. Habríamos esperado un poco de nieve (sólo la veríamos dos días después en uno de los pueblos que cruzamos en tren hacia Salzburgo).

Dejamos atrás de nuevo la calle Neuhauser, una de las más comerciales del centro, visitamos la catedral de Nuestra Señora con su singular arquitectura y terminamos probando un vino caliente en el Nuevo Ayuntamiento, haciendo tiempo hasta que, a las doce, empezó a sonar la música del carillón ubicado en la torre del edificio y las figuras se movieron al son de la misma.

La Columna de María que da nombre a la plaza y la torre del Ayuntamiento con el carillón en movimiento

Íbamos siguiendo el itinerario marcado por la guía de la ciudad que habíamos comprado el día anterior. Estas rutas resultaron muy completas y bien comentadas. Te permitían echar un rápido vistazo a la ciudad sin dar rodeos ni perder tiempo, de manera que en día o día y medio veías lo más importante de Munich.

El Nuevo Ayuntamiento (Neues Rathaus)

Dicho itinerario nos permitió reconocer de día el Mercado de las Vituallas, la Iglesia del Espíritu Santo, las puertas de Isar y Sendlinger, la iglesia de Asam de interior rococó, la Promenade Platz, etc.

Sendlinger Tor con mercado navideño incluido

Volvimos a pasar ante la Hofbrauhaus, tan visitada por los turistas, y conocimos varios rincones encantadores mientras paseábamos encandilados con el gentío y los puestos comerciales hacia el Teatro Nacional y el Pórtico de los Mariscales, donde Hitler pronunció más de un discurso en su día.

Hofbrauhaus

Justo frente a este monumento, defendido por dos recios leones y flanqueado por la Iglesia de Teatinos, se encontraba la cafetería donde terminamos la noche anterior conversando con Fiorella, en la Odeonplatz. Esta vez, nuestros pasos nos llevaron más allá, buscando el atardecer en el Jardín del Inglés, el Hyde Park muniqués.

En el Pórtico de los Mariscales

Cruzamos el Jardín Real, pasamos junto a la Cancillería de Baviera y terminamos entrando en el Englischer Garten. A esas horas muchas madres paseaban a sus hijos en los carritos, otras personas corrían o iban en bicicleta, algunos habían salido con sus mascotas. El parque estaba lleno, no sólo de turistas, seguramente porque apenas hacía frío.

Monopteros en Englischer Garten

La panorámica de la ciudad, con el perfil de sus torres principales, desde el Monopteros era espectacular a esa hora del día, con el ocaso. Las bandadas de cuervos se posaban en la hierba y luego emprendían vuelo llenando de motas negras el cielo oscuro. Descendimos de la colina para terminar nuestro paseo junto al mercado navideño de la Pagoda China y luego salimos del parque hacia el barrio tradicionalmente intelectual y político, para volver hacia Odeonplatz dejando atrás la enorme escultura del Hombre Corriendo y el Arco de la Victoria.

Hohenschwangau, viernes 8 de diciembre
Mientras en España se celebraba el santo de las Inmaculadas, en Munich tomábamos un tren hacia Fussen. Apenas madrugamos, porque el primer tren partía cerca de las diez (no podíamos cogerlo antes de las nueve para poder utilizar la Bavaria Card) y teníamos la estación a cincuenta metros de la puerta del hotel.

Nos montamos en un regional bastante normal, pero resultó muy cómodo. A mitad de camino (el trayecto era de unas dos horas), hicimos transbordo. Sólo tuvimos que cruzar el andén y en tres minutos estábamos en marcha de nuevo. Entre las vistas del paisaje, encantador con sus praderas verdes y sus casitas de cuento, como las que pintábamos cuando éramos pequeños, las conversaciones con mi mujer y la lectura de La colina de Watership, el tiempo se me pasó volando. Los coches iban llenos de turistas. No éramos los únicos que habían tenido la idea de hacer esta excursión. Pero, menos mal, era viernes, no sábado. El sábado hubiera sido peor, con tantísima gente.

Antes de llegar a Fussen, el tren se detuvo en medio de la vía, en un apeadero aparentemente improvisado, y nos estaban esperando dos autobuses, uno para Fussen y otro para Hohenschwangau. Naturalmente, decidimos ir directamente a los castillos. El regreso al apeadero por la tarde fue igual, pues los autobuses estaban preparados para recibir a los visitantes y llevarlos al tren.

Subimos la corta cuesta desde el lugar donde paró el autobús y la taquilla de los castillos, en plena aldea, y compramos la entrada combinada. Las visitas serían con audioguía en español a determinadas horas. Es importante tener esto en cuenta para disfrutar de las visitas, pues pueden durar una hora cada una, en invierno cierran a las 16:00 horas, hay media hora de camino entre castillo y castillo y, conforme llegas, te asignan una hora de entrada. La verdad es que estaba muy bien organizado.

Primero fuimos hacia el lago (el panorama era espléndido), visitamos la tienda del castillo de Hohenschwangau (cayeron varias cosas, como un arbolito de Navidad bastante decorativo) y luego entramos en éste, que perteneció a Luis II de Baviera, llamado el "Rey Loco" y aún muy querido por las gentes de la región. Resultó muy intersante, pues esperábamos una especie de palacio a la europea, pero realmente era un castillo decorado con elegancia y sobriedad, con la excepción de algunas salas formidables, como el dormitorio de la dama, adornado a la turca y con un techo pintado como un cielo estrellado en el que incluso se podía iluminar la luna.

Neuschwanstein desde Hohenschwangau

Tras picar algo en el pueblo, pues no teníamos tiempo de sentarnos a comer tranquilamente, subimos la empinada cuesta que conducía a Neuschwanstein, "el sueño del Rey Loco", utilizado por Disney como castillo para la Bella Durmiente. Desde abajo, sobre la colina, parecía más pequeño, casi decepcionante. Pero una vez te acercabas y lo veías con toda su magnitud, era sorprendente.

Los interiores son fascinantes y a menudo te crees dentro de un cuento de hadas. Hay por ejemplo una escalera que se enrosca sobre sí misma y que termina en una columna que sostiene la cúpula en forma de palmera, imitando tanto el tronco como las hojas. A su lado, un temible dragón.

Sin embargo, como orgulloso español, quiero decir que nuestro alcázar de Segovia tiene poco que envidiar a este castillo. Quizás los parajes que rodean a Neuschwanstein le dotan de una perspectiva casi inconcebile, en un montículo, entre montañas y sobre valles. Pero el barco que avanza en Segovia es igualmente asombroso.

En la zona imperaba aquel día un fuerte viento que, a ráfagas, casi te impedía caminar y sostenerte en pie. Pero, por lo demás, el día fue muy bueno. Tras visitar Neuschwanstein nos acercamos a Mariensbruck, un puente metálico muy cercano desde el que se obtienen fotos increíbles. Y bajo tus pies oías el sonido de una cascada fresca. Con más tiempo y más luz, un poco de senderismo por esta zona habría estado muy bien.

Neuschwanstein desde Mariensbruck

Por el camino a Mariensbruck hay un mirador espectacular sobre el lago y Hohenschwangau, con los picos nevados de las montañas al fondo y las luces recién encendidas, pues ya oscurecía.

Hohenschwangau y alrededores desde el mirador

Salzburgo, sábado 9 de diciembre
Como era sábado, podíamos tomar cualquier tren, a cualquier hora. Pero tampoco era necesario madrugar demasiado. Hacia las nueve, tomábamos un tren para Salzburgo. Este tren, de dos plantas, era aún más confortable que los utilizados el día anterior. El paisaje, igualmente interesante, aunque esta vez llovía sin parar y nevaría en algunos puntos. La colina de Watership, cada vez más entretenida. Cómo me he encariñado con esos conejitos que la protagonizan.

La estación de Salzburgo queda en la parte nueva de la ciudad. Conviene pedir un plano en el punto de información y turismo antes de emprender camino. Nosotros compramos un librito que nos sirvió de guía para visitar los lugares más interesantes. Como se trata de una localidad pequeña (con unos 150.000 habitantes), era muy fácil orientarse y se llegaba en seguida a cualquier sitio.

Tras atravesar el primer mercado navideño (qué rico estaba ese pan dulce de bretzel con chocolate y mermelada, casi tanto como las fresas envueltas en chocolate que vendían en Munich) y los jardines de Mirabell, en los alrededores de Makart Platz, antes de cruzar hacia el casco antiguo por el Puente de la Ciudad, vimos la casa del físico Doppler, la mansión donde vivió Mozart (recientemente restaurada) y la iglesia de la Trinidad.

Antes de cruzar el puente, tuvimos la primera panorámica más impactante de Salzburgo, con el castillo dominando la ciudad. La visión se repetiría más tarde desde varios puntos, por ejemplo, desde la Plaza de la Catedral, tal como se muestra en la siguiente foto.

Conocimos el interior de la Catedral y su cripta, nada deslumbrantes ciertamente (la fachada sí es interesante), y comenzamos el ascenso hacia el castillo, dejando a nuestras espaldas las casetas del mercado navideño, que se extendía por todas las plazas, muy concurridas aquel día por turistas. Nuestra impresión es que el casco antiguo de Salzburgo era demasiado pequeño para acoger a tantísima gente. No querríamos estar allí en verano. Pero la ciudad es encantadora.

Mientras subíamos por la calle Festungsgasse, disfrutábamos de los tejados de Salzburgo con bellas panorámicas sobre sus principales monumentos.

La catedral en primer término

La lluvia no ayudaba a aligerar el esfuerzo a que sometimos nuestros cuerpos. La pendiente era realmente muy pronunciada y nos costó cruzar los tres arcos de entrada hasta la taquilla. Hay que pagar por acceder a las terrazas, tras las murallas, y luego también si se desean conocer las estancias interiores.

La catedral en primer término y el río Salzach detrás, dividiendo la ciudad en nueva y antigua

Una vez arriba, las vistas eran aún más espectaculares. Comimos en un mesón que abría sus puertas al patio de armas. La comida era regular pero fue el único sitio donde, sabíamos, podríamos sentarnos un rato a descansar, pues turistas sobraban por todas partes y llenaban los restaurantes.

Fotomontaje con el patio del castillo

Naturalmente, la bajada hacia el casco fue mucho más rápida y nuestro viejo paraguas no nos abandonaba, a pesar de que sufría todo tipo de fracturas (fui yo quien se equivocó al cogerlo del paragüero de casa; para que no volviera a ocurrir, lo tiré a la basura a nuestro regreso). Cruzamos el centro por otras calles y otros pasajes. De ser más grande, parecería que nos encontrábamos en un laberinto. Pero, con ayuda del plano, llegamos pronto a la calle principal, donde se abrían todo tipo de comercios y se ubicaba la casa natal de Mozart. El museo bien merece la visita, aunque el precio me pareció un poco elevado. Pero no podíamos faltar a la cita en el año en que se celebraba el 250 aniversario de su natalicio.

Algo que sí eché de menos en Salzburgo, quizás por la lluvia, fue la música. Era tan silenciosa como Munich, no había música en la ciudad de la música. Sin embargo, nos llevamos un grato recuerdo de vuelta a Munich. Esa noche nos levantábamos temprano para ir al aeropuerto y volver a casa. Lamentablemente, todo lo bueno acaba. Habrá que pensar en el siguiente viaje.

Más información:

Turismo en Munich
Rutas por Baviera

martes, 12 de diciembre de 2006

Documentación: La navegación en Egipto

Gracias a las representaciones artísticas, algunos textos, maquetas e incluso el hallazgo de grandes naves funerarias en complejos piramidales, sabemos de la importancia que tuvo la navegación en el Antiguo Egipto y podemos hacernos una idea aproximada del tipo de bajeles que surcaron las aguas del Nilo o que alcanzaron las costas asiáticas y algunos puntos litorales del África oriental.

La situación geográfica del país, con el Nilo recorriendo de norte a sur la totalidad del territorio y la posesión de grandes franjas costeras en el mar Mediterráneo y en el mar Rojo, propició que ya en tiempos primitivos los egipcios destacaran en la construcción de barcos que les permitieran una comunicación más rápida dentro de sus propias fronteras mediante el río y un acceso a ricas zonas comerciales a través del mar. A finales del cuarto milenio a. C. hubo enfrentamientos sobre las aguas tal como queda reflejado en las pinturas de la tumba 100 de Hierakonpolis, donde se observan naves blancas con quilla curvada enfrentándose a una negra con proa vertical.

El rey Jasejemui (predecesor de Sanajt y Djoser) es el primero que está documentado en Biblos, ciudad cananea que mantuvo excelentes relaciones comerciales con Egipto durante siglos. Aunque estos datos no tienen una relación concreta con la guerra, demuestran que ya en tiempos de este monarca estaba perfectamente establecida una estructura naval que incluía largos viajes de cabotaje por el mar Mediterráneo para importar cedros, cipreses y coníferas del Líbano.

Tal como se explica en el primer capítulo de Ladrones de Atlántida, la navegación más allá de la costa africana, aunque ciertamente arriesgada, era factible, por lo que los egipcios habrían podido mantener relaciones comerciales con territorios situados en el inmenso océano viajando en sus primitivas naves. Con la expedición “Ra I” de 1969, que zarpó de Marruecos, el explorador y arqueólogo Thor Heyerdahl probó que las embarcaciones de papiro de los antiguos egipcios habrían podido cruzar el Atlántico. Un año después, con la expedición “Ra II”, llegó a Barbados después de un viaje de dos meses y tras recorrer 6.100 kilómetros. Heyerdahl quería demostrar que los egipcios tenían capacidad para llegar a América y podrían haber fundado las civilizaciones azteca e inca.

Eran muchos los productos con que se comerciaba en el puerto de Thool (página 35 de la novela), pues a Egipto llegaba marfil del interior de África, incienso y mirra de Arabia, perlas y conchas del Golfo Pérsico, cornalinas y turquesas del valle del Indo y lapislázuli de las remotas minas afganas del Badajshan.

El valor de algunos de estos materiales se veía reforzado entre la gente de Kemet (la Tierra Negra, como llamaban los antiguos egipcios a su tierra) por las características místicas que se les otorgaban. Así, el oro se asociaba con la carne de los dioses por su incorruptibilidad, la resplandeciente plata con la osamenta divina, el lapislázuli, del color azul del cielo, con el cabello divino, y la cornalina con la roja sangre, la energía vital.

Más información en http://blogia.com/terraeantiqvae/index.php.

lunes, 11 de diciembre de 2006

La biblioteca: Etreum, la biblioteca del destino, de José M. S. Gamboa

Aprovechando que este miércoles 13 de diciembre Jaume Carreras, junto al autor, presentará la novela Etreum en la librería El Full de Badalona, quería dedicarle unas líneas, ya que he tenido el placer de conocer a José Manuel Sánchez Gamboa a través del foro de literatura donde participo (¡¡Ábrete, libro!!) y, como siempre he dicho, en este difícil mundo de los libros, los nuevos autores debemos prestarnos el apoyo que podamos y que, realmente, tan poco cuesta dar. José Manuel nos viene anunciando con mucho entusiasmo la publicación de su novela desde hace algún tiempo. El entusiasmo es normal, naturalmente. ¿Quién no estaría emocionado? Y sus primeros lectores, algunos miembros del foro antes mencionado, han dedicado comentarios muy positivos al libro.

José Manuel Sánchez Gamboa nació en Badalona en 1974 y es diplomado en Magisterio de Educación Primaria por la Universitat Autónoma de Barcelona. Como escritor siempre ha sentido debilidad por el género fantástico y de terror, influenciado, fundamentalmente, por sus lecturas de Poe y Lovecraft, de Neil Gaiman y Tolkien o de Stephen King.

Acteón Editorial, que ha publicado su primera novela, dice sobre él que "no tiene complejos a la hora de escribir sobre lo que le gusta. Con una madurez impropia en un novel, es capaz de aunar con gran maestría multitud de géneros para crear una obra redonda y brillante. Una primera novela de prosa sensual, descriptiva y descarada, que sumerge al lector en la trama desde el primer momento. Dotado de una gran imaginación, desarrolla unos personajes misteriosos y cautivadores y los sitúa en un mundo nuevo lleno de magia y secretos. De atmósferas góticas y lúgubres, en las que la belleza adquiere un cariz oscuro y seductor. Un sueño sin fronteras morales destinado a convertirse en una obra de culto.

Es una novela diferente y brillante. Una historia en la que lo irreal se vuelve cotidiano, en la que todos y cada uno de los personajes que intervienen esconden oscuros secretos y son víctimas de un plan concebido para cambiar el destino del mundo. Ambientada en una atmósfera lúgubre y seductora, ETREUM. LA BIBLIOTECA DEL DESTINO nos ofrece una historia original e imaginativa, una apuesta nueva hacia la literatura fantástica adulta que, sin lugar a dudas, no dejará indiferente a ningún lector."

Habrá que leerla.

Más información en Diario de un escritor, cuaderno de bitácora del autor de Etreum.

Datos del libro:


Título: Etreum, la biblioteca del destino
Autor: José Manuel Sánchez Gamboa
ISBN: 84-935038-3-5 ; 978-84-935038-3-3
Publicación: 11/2006 por Acteón Editorial
Nº páginas: 376

domingo, 10 de diciembre de 2006

La biblioteca: Atrum Vulnus, de Rafael Tardío Alonso y Pedro García Martos

Acaba de salir a la venta este libro de clara ambientación histórica, que reúne muchas horas de trabajo. Los autores, Rafael Tardío Alonso, escritor, y Pedro García Martos, Licenciado en Farmacia y Doctor en Medicina, han emprendido este proyecto con mucho entusiasmo, logrando un libro, además de interesante, de edición muy cuidada.

La novela, con el segundo título de Aventuras y desventuras de un siervo de la gleba del siglo XIV, fue presentada por el conocido escritor Jesús Maeso de la Torre -autor de La piedra del destino (2001), El papa Luna (2002), Tartessos (2003), El auriga de Hispania (2004) y La profecía del Corán (2005)-, el pasado 27 de noviembre de 2006 en el Hotel Monasterio de San Miguel de El Puerto de Santa María, un antiguo monasterio de capuchinas. Jesús Maeso de la Torre destacó en su discurso que "la personalidad de esta novela consiste en explicar las cosas de un modo propio y novedoso para el leedor. Está trabajada desde la óptica del perfeccionismo y carece de tópicos previsibles. Se nutre de las propias ficciones de sus autores, como si Pedro y Rafael se hubieran metido en su cuarto de juegos, capaces de fantasear imágenes del pasado, placenteras y delirantes, entre paisajes de ensueño del Pirineo, Aragón y Cataluña".


La mesa de oradores durante la presentación con José A. López-Esteras, Jesús Maeso de la Torre, Rafael Tardío Alonso y Pedro García Martos, de izquierda a derecha

El libro narra la historia de Leobardo de Sahún, un humilde carbonero oriundo del Pirineo Aragonés que, hastiado de su extrema pobreza y orfandad, abandona las montañas y baja al mundo civilizado ansiando conquistar un futuro mejor.

Su odisea transcurre en la Alta Edad Media, esta época oscura en la cual solo los prebendados de la Iglesia y algunos nobles privilegiados gozaban de cultura, bienestar y riqueza. El resto de la humanidad vivía sumido en la miseria, luchando por el cotidiano sustento.

En Ronda de Isábena, mosén Ermengol de Espiau y Viamonte, canónigo doctoral del Cabildo Catedralicio, intenta adoctrinarle para hacer frente a la farragosa sociedad, mas por nefastas circunstancias, Leobardo tropieza con el engaño, la humillación, el miedo y la desdicha, cuando pensaba que la felicidad nunca llamaría a su puerta.

Su vida sufrió un duro revés al cruzarse en su camino el rey Pedro IV el Ceremonioso. La intervención del infante Pedro de Aragón y su esposa, Juana de Foix, condesa de Prades, no pudo evitar su triste sino como siervo de la gleba, truncado finalmente por la terrible epidemia de Peste Negra que azotó Europa en 1348.

Sobre los autores:

Rafael Tardío Alonso, nacido y criado en El Puerto de Santa María, ha compaginado durante gran parte de su vida el trabajo como Accounting Assistant Director para la US Navy en la Base Naval de Rota con una muy prolífica actividad pictórica, fruto de la cual ha sido la realización de numerosas exposiciones por toda España. Desde que se retiró a la paz de su estudio en Valdelagrana, hemos tenido la ocasión de conocer su faceta literaria a través de dos obras ilustradas por el mismo: Cartusia Defensionis, un libro que refleja la vida de los ya ausentes monjes cartujos de Jerez, y En la tierra como en el cielo, una extensa biografía de san Juan Grande patrocinada por los Hermanos de San Juan de Dios de Jerez de la Frontera. Su ilusión de escribir una novela de corte histórico se ve por fin culminada con Atrum Vulnus.

Pedro García Martos, granadino de nacimiento y gaditano de adopción, es licenciado en Farmacia y doctor en Medicina. Ejerce como microbiólogo en el Hospital Universitario Puerta del Mar de Cádiz y es miembro de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Cádiz. Profesional eminentemente docente y científico, ha escrito algunos libros sobre temas de su especialidad y ha publicado más de 200 artículos en revistas nacionales e internacionales. Su afición por la literatura le ha llevado a colaborar asiduamente en las obras de Rafael Tardío hasta convertirse en coautor del libro Atrum Vulnus.

Datos del libro:


Título: Atrum Vulnus
Autor: Rafael Tardío Alonso y Pedro García Martos
ISBN:
Publicación: 11/2006 por Nuevos Autores

lunes, 4 de diciembre de 2006

Reflexiones de un ególatra: La manzana de la discordia

Hace poco, una amiga a la que conocéis muy bien, Nelly, en uno de sus entretenidos juegos, me comparaba con Paris, pero con el Paris justo y práctico al que las diosas ponían en el compromiso de elegir a la más hermosa de entre ellas. Él apostó por la virtud y el amor. Pensándolo fríamente, a mí me gustaría poder hacer lo mismo si me tocara representar el mismo papel.

La manzana dorada que la ofendida Eris, la diosa de la discordia, lanzó en medio de la boda de Tetis y Peleo se utilizó como símbolo de la terrible decisión. Y me recuerda la manzana en la que hundieron sus dientes Adán y Eva. No me cabe duda de que fue primero Adán quien lo hizo y que algún interesado nos contó la historia al revés. Decían que era el fruto del Árbol del Conocimiento, pero, en realidad, ¿no sería esta manzana la de la discordia? Desde entonces, todos nosotros condenados, qué mal nos han ido las cosas, con tanta ira y tanta rabia. ¿Será ése el pecado original, el castigo del eterno malentendido y la furia incontenida?

Mientras conducía mi coche hace un rato, he visto a un motorista que iba en sentido contrario cruzar la línea continua que separaba mi carril del suyo. Ha estado a punto de estrellarse con el vehículo que iba delante y que le ha hecho señales para advertirle del peligro de su acción. Una vez superado el obstáculo sin consecuencias, el motorista, ni corto ni perezoso, en lugar de disculparse, se ha vuelto hacia el automovilista que había tocado educadamente el claxon, para insultarle con todo tipo de horribles improperios. Ha sido tan emocionante para él este instante de tensión que ha perdido por un segundo el control haciéndome temer que iba a colisionar con mi coche recién estrenado. Pero, afortunadamente, ha pasado también de largo, reincorporándose a su carril.

Sin embargo, me ha sorprendido la capacidad que tenemos para transformar la vergüenza ante nuestros errores en descarga colérica contra los demás, que no tienen culpa de nada. Y he pensado que eso mismo debió sentir Adán cuando le ofreció la manzana a Eva, sabiendo de su error y pagando con una pobre inocente la furia que sentía hacia sí mismo. Lo siento, en ese papel sólo veo a Adán. Imaginaciones mías, supongo. Conclusión: transformamos la vergüenza del error en cólera contra los demás.

Antes me parecía más a Paris e impartía ecuanimidad con mi palabra y diplomacia entre aquellos que se peleaban a mi alrededor, logrando devolverles al equilibrio. Cada vez, eso se me hace más difícil. Cuanto más adultos somos, más imposible resulta hacer reaccionar a la gente para que se calme y olvide las ofensas. Soy un Paris frustrado, un Paris que querría no crecer, como Peter Pan, si en ello fuera la permanencia de ciertos valores y principios.

¿Y cuando no se trata de desconocidos? La discordia entre amigos, entre hermanos, entre padres e hijos, ¿no es al fin y al cabo el resultado de un choque de egoísmos? Todos somos egoístas, en mayor o menor medida (todos, sin excepción). Los menos egoístas son capaces de ceder. Los más egoístas son incapaces de escuchar y comprender. Da igual, seguramente la intensidad con que se aman mutuamente es la misma. Pero la discusión, el altercado surge porque hay amores egoístas enfrentados, unos más fuertes que otros. El amor siempre es egoísta, siempre espera recibir. ¿Qué sentido tendría amar si no se recibe? Sucumbiríamos si no fuera así. El mundo dejaría de existir. Necesitamos saber que nuestros sentimientos tienen respuesta, necesitamos una compensación para el esfuerzo que supone expresar nuestro afecto, nuestro cariño. Y a veces eso implica pasar por los caminos de la discordia.

Si ahora tuviera la manzana de oro en mi mano, también se la daría a Afrodita. El amor debe imperar. El amor con raciocinio. ¿Dónde estás, inteligencia emocional, que casi nadie te encuentra?

domingo, 3 de diciembre de 2006

La biblioteca: Paul Auster

No quería que acabara el año sin dedicarle algunas líneas a Paul Auster, el Premio Príncipe de Asturias en 2006. De hecho, no es la única cita que tengo pendiente, pues me gustaría homenajear a algunos escritores cuyos nombres han sido titular de la prensa recientemente. Pero ahora pasaré a comentar algunas de las obras de Auster que he leído.

Nacido en Estados Unidos en 1947, en el seno de una familia originaria de Europa central, comenzó su andadura junto a los libros muy pronto, gracias a la biblioteca de uno de sus tíos, que ejercía como traductor. Antes de descubrir el béisbol, ya estaba escribiendo, a los doce años. Trabajó duro y consiguió publicar algunas obras menores, pero hasta la década de 1980 no empezó a reconocérsele entre los escritores mayores. Marcaría este momento la publicación de Ciudad de vidrio en 1986.

Sus novelas le convierten en el escritor del azar, la casualidad y las circunstancias singulares. Yo le encontré con La noche del oráculo, una de las mejores novelas que he leído. Auster siempre narra sus historias con extrema sencillez, sin recargar el lenguaje, pero consigue una complejidad interesante en los argumentos, entremezclando diferentes tramas que no siempre están tan relacionadas como podría parecer al principio.

En La noche del oráculo nos topamos con la historia dentro de la historia. Y, sin embargo, esta técnica sólo está concebida para despistar al lector, conformando un hilo conductor de extraño desenlace, un final feliz, que sólo se alcanza a través del drama y la tragedia. Llegado al punto más bajo sólo queda subir, es la conclusión de esto. La novela me parece magistral, aunque no puedo decir que resulte redonda. Me sorprendió de una forma diferente, pues no esperaba que la historia secundaria fuera eso, una historia secundaria sin más. Pero me quedó un mensaje triste al terminar la lectura: nadie hace nada gratis. Eso se desprende de las deducciones del protagonista.

Su novela más reciente hasta el momento, Brooklyn Follies, trata sobre la imprevisibilidad de la vida, sobre el azar jugando siempre en contra de los planes, sobre la supervivencia y la resurrección del espíritu que se cree perdido convirtiéndose en redentor de otros... y todo narrado con tanta fluidez. Sin embargo, es cierto que no resulta sorprendente. No puedo dejar de compararla con La noche del oráculo, tan diferente, tan compleja y asombrosa. Aunque esta novela también tiene una trama complicada, que se va aclarando, a mí me resultó fácil de intuir. Se veían venir los tiros de lejos. Tal vez por eso nos parece tan realista y, por tanto, Auster consigue el efecto que quizás pretendía.

El protagonista de Tombuctú es Mr. Bones, un perro. Sin ser lo mejor de Auster, es cierto que resulta muy tierno. Mr. Bones es entrañable, más listo que su dueño, como ocurre a veces en nuestro mundo real. En realidad, es demasiado humano. Vaya sueños que tiene! Sin embargo, hay episodios que resultan de lo más perruno que se puede uno imaginar. Por ser humanos, nos parece tan predecible lo que va a ocurrir a veces, que no deja de sorprendernos al mismo tiempo. Es una sensación extraña la que consigue Auster en este capítulo.

El que he leído más recientemente (no será el último, eso seguro) fue El país de las últimas cosas. En general resultaba difícil abandonar la lectura de este libro, aunque se hacía repetitiva, quizás para transmitir mejor la angustia. Me llamó especialmente la atención la estructura, con apenas diálogos hasta bien avanzada la novela. Por otro lado, conforme iba leyendo me daba cuenta de que el País de las Últimas Cosas no era tan diferente de la sociedad capitalista en la que vivimos. En efecto, me pareció una clara crítica de nuestra sociedad, que permite la existencia de un submundo como el de los vagabundos y traperos, tan típicos en Nueva York.

Datos de los libros citados:


Título: Tombuctú
Autor: Paul Auster
ISBN: 84-339-6896-3 ; 978-84-339-6896-8
Publicación: 03/2002 por Editorial Anagrama, S.A. (Panorama de Narrativas, 436)
Nº páginas: 176

Título: El país de las últimas cosas
Autor: Paul Auster
ISBN: 84-339-2098-7 ; 978-84-339-2098-0
Publicación: 05/2002 por Editorial Anagrama, S.A. (Compactos Anagrama, 94)
Nº páginas: 208

Título: La noche del oráculo
Autor: Paul Auster
ISBN: 84-339-7044-5 ; 978-84-339-7044-2
Publicación: 09/2004 por Editorial Anagrama, S.A. (Panorama de Narrativas, 583)
Nº páginas: 264

Título: Brooklyn Follies
Autor: Paul Auster
ISBN: 84-339-7092-5 ; 978-84-339-7092-3
Publicación: 03/2006 por Editorial Anagrama, S.A. (Panorama de Narrativas, 629)
Nº páginas: 320

sábado, 2 de diciembre de 2006

La literatura de la ceguera

La noche del viernes, la oscuridad cayó sobre nosotros. Fuimos convocados en un entorno encantador y fantasmagórico al mismo tiempo, la Hacienda de Los Ángeles Viejos, un auténtico cortijo en el término de Alcalá de Guadaíra (Sevilla). Una vez llegada la hora, se apagaron casi todas las luces y los recitadores leyeron ante nosotros, espectadores, el contenido de la revista "Carmina", que ha dedicado su segundo número a La Ceguera.

Cada año, cada mes de diciembre, las personas que voluntariamente editan esta revista presentan ante el público el nuevo número que con tanto cariño y esfuerzo han elaborado. En esta ocasión, se hacía en medio de un espectáculo literario, plástico y musical.

Al son de los versos, Niño Elías, el músico, hacía sonar la guitarra y Xopi, el pintor, deslizaba sus manos sobre el lienzo, ambos con los ojos vendados, para interpretar su arte sintiendo la poesía. Cuando se leía prosa, todo cesaba momentáneamente. Fue, sin duda, un acto curioso y emotivo, que contó con la presencia del actor Cesáreo Estébanez, con su característica voz cascada, como uno de los declamadores. Y así asistimos a la lectura de obras varias con ciegos como personajes, de autores como Jorge Guillén, Rafael Alberti, Rainer María Rilke, Emilio Prados, Ernesto Sábato, Quevedo, Elías Canetti y otros.

Mi amiga María del Águila Boge, viajera literaria y excelente escritora, me había invitado a participar de este evento. No lo dudé un solo momento. Y, al término del acto, pues antes no pudimos vernos, me recibió con gran cariño. Estaba sentada junto a uno de esos colegas que ha conseguido en sus periplos por América, pues arrastra una tradición impenitente de desplazamientos y estancias por el extranjero en busca de más conocimiento y grandes experiencias. En seguida, me lo presentó. Se trataba del poeta argentino Luis Alberto Ambroggio, firme defensor del idioma español, que se encontraba estos días en España para ofrecer un recital poético en la Biblioteca Nacional de España, entre otras cosas, y había accedido a la invitación de María del Águila para acudir a este encuentro tan singular.


Luis Alberto Ambroggio

Debido a las prisas del momento, no pudimos intercambiar demasiadas palabras, salvo aquellas dedicadas a las impresiones sobre lo que acabábamos de disfrutar, sobre la obra pictórica expuesta a la venta en la antigua capilla de la hacienda y sobre algunos aspectos de nuestros escritos. Luis Alberto Ambroggio, nacido en la Córdoba argentina en 1945 y residente en Estados Unidos desde 1967, es sin duda una personalidad peculiar en el mundo literario, que alterna su entusiasmo por el vuelo como empresario aeronáutico con su entrega a la poesía. Así reza en la biografía que le dedica Marta Altamirano. Ha sido miembro de distintas asociaciones y colabora con publicaciones de Estados Unidos, Europa e Hispanoamérica.

Luis Alberto nos regaló a mi esposa y a mí tres de sus obras y, aunque reaccionó con la timidez del veterano que conoce mundo, aceptó encantado dedicarnos algunas de ellas. Afortunadamente, aunque no tenía en casa ningún ejemplar de mi novela, iba preparado al encuentro y pude obsequiarle uno de esos libros recopilatorios que recogen algunos de mis relatos más destacados junto a los de otros autores.

Por tanto, el viernes terminó con una nueva amistad. Y el vasto mundo de la literatura se puso un poquito más a mi alcance. Otra aproximación sucesiva.

lunes, 27 de noviembre de 2006

Taller: La carrera previa del escritor (III)

¿Cómo ser un buen escritor?

En realidad, ya hemos dado una primera respuesta a la pregunta que hemos formulado. Pero creo que podemos concretar un poco más los factores que pueden influir en el hacer del narrador. Esto nos interesa en la medida en que luego el escritor querrá dar a conocer su obra mediante la publicación. Quienes se avengan a publicarla pondrán condiciones. Hay algunas elementales que deben cumplirse siempre. Y es más fácil seguir las reglas si el escritor hace uso de las cualidades que debe poseer, unas innatas y otras a fuerza de aprendizaje.

La realización de una buena obra depende fundamentalmente de la constancia, el dominio del lenguaje y el talento, no necesariamente en este orden. De hecho, sin constancia, de nada vale el talento (a no ser para redactar relatos cortos, de pocas líneas) y es más difícil dominar el lenguaje porque no se practica. Pero con constancia, siempre se consigue algún resultado (la calidad final es otra cosa).

La constancia
Ray Bradbury nos hablaba de la constancia. Decía:

Si el escrito está bien uno aprende. Si está mal, aprende todavía más. El único fracaso es detenerse. No trabajar es apagarse, endurecerse, ponerse nervioso: no trabajar es fatal para el proceso creativo”.

Si no se posee constancia por naturaleza, existen herramientas para conseguirla. La disciplina que se impone quien escribe, como responsabilidad del autor con su propia obra, le ayuda a conseguir esta constancia y le permite concentrarse en la obra en curso el tiempo que sea necesario, venciendo los impulsos de dedicarse a otras ideas más recientes y consiguiendo alcanzar la concentración.

También le obliga a documentarse en profundidad y no darse por satisfecho con unos pocos retazos, así como a esforzarse por superar las pausas, a veces inevitables, los puntos donde la obra podría quedar estancada. Incluso puede utilizarse para hallar la inspiración, obligando a la mente a trabajar para encontrar la idea adecuada en cada momento.

El talento
Se tiende a pensar que el talento es connatural, pero, si la base de la obra a escribir es acertada, puede suplirse con la experiencia, a través de la constancia y el empeño. Normalmente, para tener esta experiencia se necesita haber acumulado vivencias propias y ajenas (la edad puede ser un medidor de esto, pero no es de riguroso cumplimiento, porque hay autores que hicieron grandes logros siendo muy jóvenes, con veintitantos años).

La inspiración –identificada a menudo con el talento- es, con frecuencia, el fruto de la dedicación y el trabajo y no siempre debemos asociarla con la eficaz idea que de pronto se enciende en la cabeza como una bombilla. Pablo Ruiz Picasso dijo "que la inspiración te encuentre trabajando" y así es. ¿Qué utilidad tendría la inspiración si nos limitáramos a coleccionar las ideas espontáneas que produce?

En consecuencia, el talento debe conducirse para que no limite la creatividad. De cualquier modo, la escritura requiere una entrega voluntaria e incluso algunos sacrificios (tiene que dedicar tiempo y esfuerzo personal), habitualmente satisfactorios para el narrador.

El dominio del lenguaje
El dominio del lenguaje puede ser lo más difícil. Más allá del cuidado que supone la gramática y la ortografía, a veces ni siquiera los autores consagrados consiguen transmitir adecuadamente lo que debe percibir el lector. En este punto me sumo a la opinión de William Forrester, el protagonista de la película que antes hemos citado, y sugiero que el escribir se vea como un entrenamiento continuo. Esto significa que siempre, en todo lo que se escriba, se utilice un estilo de lenguaje elaborado y minucioso, aunque se intente adaptar al medio (ya sea un manuscrito, un poema, una intervención en un foro de discusión de internet, una carta, un correo electrónico, un mensaje de móvil, un anuncio en prensa, un informe, una instancia, etc). Así, el escritor se educa a sí mismo y se hace autodidacta.

El dominio del lenguaje se amplía con la observación (la lectura de toda clase de libros) y se mejora con la práctica (la propia escritura). Por otra parte, escribir bien no tiene por qué significar ahorrar palabras buscando la exactitud semántica. Naturalmente, tampoco puede basarse en el abuso de ellas (es lo que leíamos en las citas).

Primeras conclusiones
Resumiendo, sin olvidarnos del posible talento y la inspiración que posea el escritor, ha de apoyarse en la constancia, en la disciplina y el esfuerzo, y en utilizar el lenguaje como arma para redactar cosas provechosas y para dotar al mensaje y al argumento a desarrollar de suficiente claridad.

Finalmente, el narrador debe tener la capacidad de tomar decisiones sobre la obra, los detalles y los personajes, incluso si esto puede suponer prescindir de ellos parcial o totalmente. Suya es siempre la potestad sobre la obra. La obra puede conducir al escritor, pero no poseer el mando de la dirección a tomar.

La documentación
Para preparar algunas obras, resulta preciso indagar en la materia a tratar y conocer apropiadamente la época, la cultura, la ciencia, y el entorno sobre los que se va a escribir para, sin ser experto, reducir al máximo posible los errores; en esto hay que ser paciente e invertir bastante tiempo.

Luego, se mezclará con otros aspectos que aparentemente no tienen ninguna relación para obtener la ficción: posiblemente un poco de fantasía, otro tanto de sentimientos, algo de aventura, una pizca de argumentos sociales y culturales, etc.

¿De dónde extrae el escritor la información que luego transcribe? No sólo de su mente creativa. Cualquier cosa, cualquier ambiente puede suscitar ideas. Un viaje, una charla, una conferencia, la lectura de un libro, la visión de un programa de televisión, etc.

Predisposición a la crítica y revisión
La creación de una obra escrita requiere el dominio de una técnica (la estructura, la puntuación, la gramática, la ortografía), y un esfuerzo por parte del escritor, que debe ser perseverante y constante, como ya hemos indicado. Puede tomar la improvisación como una de sus fuentes, pero después siempre revisará lo escrito para pulir los detalles.

Al final, tal vez se habrá obtenido el fruto esperado: una obra madura, que tiene fuerza y puede defenderse por sí sola. Como el manuscrito es la verdadera tarjeta de presentación del escritor frente al editor, o el lector o el jurado de un concurso, ahora tocaría adecentarla lo más posible.

El proceso de revisión puede prolongarse tanto o más como la redacción de la obra, en función de la complejidad que comprenda. Debe considerarse como algo perentorio e inseparable del acto previo de escribir. Es decir, una obra escrita no está acabada, no se ha concluido, hasta que se ha revisado adecuadamente. Y no hablamos sólo de una corrección ortográfica y gramatical.

Naturalmente, la obra debería ser repasada por un especialista del lenguaje, pero dudo que un autor novel pueda permitirse pagar sus servicios. El corrector ortográfico del procesador de textos nos ayudará en esta labor, aunque tendremos que procurar cultivarnos lo más posible en ese dominio de la técnica (fijándonos en lo que leemos), así como confiar en el criterio de nuestros primeros lectores y críticos.

Hay dos pruebas seguras. Una es leer la obra en voz alta y proceder a modificar todo aquello que no suene bien, que suponga rupturas del ritmo de lectura. Después, convendría pasar la obra a otros lectores, amigos o no, para que la evalúen en todos los sentidos posibles e indiquen al escritor qué debería someter a estudio, sin que haya descalificaciones ni adulaciones. Puede que las sugerencias de estos lectores y sus propuestas de modificaciones no sean siempre aplicables, pero un buen escritor debe estar preparado para la crítica y el análisis de su obra. Si no es humilde y honesto consigo mismo se estará negando a mejorar, a superarse, a aprender, y nadie querrá prestarle ayuda en la difícil tarea de revisión.

Por último, es recomendable dejar reposar la obra y olvidarse de ella durante un tiempo. Cuando el autor retome el texto, lo hará con una mirada nueva, fresca y más objetiva, como si la obra ya no le perteneciera, y esto le permitirá ser más crítico y distante con su propio manuscrito.

Todo esto (la redacción, la documentación y la revisión) conforma un cuerpo único, un proceso completo que definiríamos como escribir.



Nota: Material extraído del taller literario “Tengo una historia, ¿quién me la publica?” impartido el 27 de mayo de 2006 durante las I Jornadas de Literatura Fantástica de Dos Hermanas, Sevilla.

domingo, 26 de noviembre de 2006

Mis favoritos: La despedida de Milan Kundera

He leído varios libros de Milan Kundera, entre ellos varios ensayos y la célebre novela La insoportable levedad del ser. En todos sus trabajos sorprende su dominio del lenguaje y su capacidad de ser conciso y llegar al lector. Pero si he de destacar una obra de este firme defensor del arte de la novela es La despedida.

Nacido en 1929 en Brno, la República Checa, Kundera era hijo de Milada Janiskova y del pianista y musicólogo Ludvik Kunderaku. Estudió en el Carolinum de Praga y se instruyó en cine en el Instituto de Estudios Cinematográficos. En dicho centro, además de escribir y tocar jazz, música que interpretaba desde su adolescencia, dio clases de historia del cine. Se afilió al Partido Comunista al finalizar la Segunda Guerra Mundial, del que fue expulsado tras los sucesos de 1948 por posiciones individualistas, según los dirigentes.

En 1967 contrae matrimonio con Vera Hrabankova. Un año después, a raíz de la invasión soviética de Checoslovaquia, pierde su trabajo y sus creaciones son prohibidas. En ellas se entreveía una ironía crítica al modelo de sociedad comunista. Llegaron a ser retiradas de las bibliotecas de su país y su nombre desapareció de los manuales de historia literaria. En 1975 se exilió en París y en 1981 obtuvo la nacionalidad francesa, tras ser privado dos años antes de su nacionalidad por el gobierno checoslovaco, como respuesta a la publicación de El libro de la risa y el olvido.

Unos treinta años después de partir al exilio, el escritor ha registrado un tremendo éxito en su patria. Su éxito mundial, La insoportable levedad del ser, que acaba de ser editado en Praga, veintidós años después de su primera publicación en París, se ha encaramado de inmediato en los primeros puestos de las listas de ventas. La primera edición, de diez mil ejemplares, se ha agotado, según informó la editorial Atlantis en Brno. El interés en la obra es sorprendente, ya que la relación del autor de 77 años con su patria se considera irremediablemente deteriorada desde su huida de Checoslovaquia. El libro, considerado una de las novelas más significativas del siglo XX, narra una historia de amor con la represión de la "Primavera de Praga" como telón de fondo. Sólo había sido editado en checo en 1986, por una editorial de exiliados checos en Canadá.

En La despedida, ocho personas, a cual más excéntrica, se encuentran en un balneario. Las circunstancias que les rodean van entretejiéndose hasta formar, con la precisión de una telaraña, una trama en la que todos acaban viéndose atrapados: el músico célebre y la hermosa enfermera que quiere quedarse embarazada; la celosa esposa del músico y el joven mecánico enamorado de la enfermera; el ex convicto, víctima de las purgas de su país, que va a despedirse de la cerebral Olga; el ginecólogo, con sus fanfarrones proyectos demográficos, y el rico excéntrico, un santo en versión moderna. Esta inteligente novela tiene menos de ensayo o filosofía explícita que La insoportable levedad del ser o, tal vez, lo que tiene queda impregnando los dinámicos diálogos que forman el relato.

Al conocer a los personajes, cada uno con su problema, el lector se pregunta: ¿Por qué no lo hizo de esta otra forma? Y luego se contesta: Tal vez yo hubiera hecho lo mismo. Kundera exagera las repercusiones de algunas actitudes, el resultado de la omisión, de la decisión equívoca. Es sorprendente cómo se enlazan las vidas de los personajes, casualidades que no lo son, cómo los personajes llegan simultáneamente al clímax de la historia de la forma más natural. El drama subyace en todo momento, pero se esquiva, pareciendo que no puede haber un mal final, aunque lo creamos inevitable. Cómo juega Kundera con nosotros, los lectores. Al contrario que en una novela convencional, aquí el lector apenas construye la historia, la hace suya. ¡El autor nos manipula, llevándonos por donde quiere!

Me pareció una novela sorprendente, maravillosa, de ésas que releería encantado pasado un tiempo. A quien se la recomiendo, sencillamente le digo que es la novela por antonomasia.

Cito algunos fragmentos:

"Un hijo es una imprevisión pura. Uno no sabe en qué se convertirá, qué es lo que traerá de nuevo y, precisamente por eso, hay que aceptarlo. De otro modo uno viviría sólo a medias, viviría como quien no sabe nadar y chapotea junto a la orilla, a pesar de que el verdadero mar sólo está allí donde hay profundidad."

"Las personas deberían recibir su veneno el día de su mayoría de edad. Debería entregárseles en una ceremonia solemne. No para inducirlas al suicidio. Al contrario, para que vivan con más tranquilidad y más seguridad. Para que vivan con la conciencia de que son dueñas de su vida y de su muerte."

"El tiempo pasa muy rápido. Los celos llenan la mente aún más que una actividad intelectual apasionante. En la mente no queda ni un segundo de tiempo libre. Quien tiene celos no sabe qué es el aburrimiento."

Datos del libro:


Título: La despedida
Autor: Milan Kundera
ISBN: 84-8310-417-2 ; 978-84-8310-417-0
Publicación: 05/2005 por Tusquets Editores
Nº páginas: 256

jueves, 23 de noviembre de 2006

Matemáticas: Fibonacci

Me resulta inevitable publicar de vez en cuando algún tema relacionado con esa disciplina que estudié y que forma parte inextricablemente de nuestras vidas, lo queramos o no. En esta ocasión, quiero mostraros que las matemáticas no son sólo números (o letras, según se mire), derivadas e integrales, sino que hay detrás un montón de historias y anécdotas que pueden resultar interesantes.

Empezaremos mencionando a un afamado pisano que seguro conocéis, pues debe de ser de los matemáticos más veces citados en novelas. Se trata del también conocido como Fibonacci ("hijo de Bonaccio"), uno de los grandes matemáticos europeos de la Edad Media sino el más importante.

Leonardo de Pisa -éste era su nombre- nació en 1170 y falleció en 1241. Se aficionó a las matemáticas siendo un chiquillo, tras un curso de aritmética posicional hindú que su padre, director de la oficina de aduanas en una factoría mercantil italiana asentada en Bougie, Argelia, le hizo seguir. La más conocida de sus obras, Liber abaci (1202) (literalmente, Libro del ábaco) era en realidad un amplio tratado del sistema de numeración indoarábigo, en el que presenta los signos hindúes y el 0 (quod arabice zephirum appellatur), y el método de regula falsi para ecuaciones de primer grado. Sin embargo, sus razonamientos no parecieron causar demasiada impresión a los mercaderes italianos de la época. Aunque, con el tiempo, su libro llegaría a ser la obra de máxima influencia entre todas las que contribuyeron a introducir en Occidente la notación indo-arábiga.

En De quadratis numeris (hacia 1225), que se perdió y apareció en 1853 en la Biblioteca Ambrosiana de Milán, cuando muchos pensaban que sus resultados estaban copiados de Diofanto, supera a éste y a los árabes y sólo es superado por Pierre Fermat en el siglo XVII.

No deja de ser irónico que Leonardo, cuyas aportaciones a la matemática fueron de tanta importancia, sea hoy conocido sobre todo a causa de un matemático francés del siglo XIX, Edouard Lucas, interesado por la teoría de números (y recopilador de una clásica obra de matemáticas recreativas, en cuatro volúmenes), quien encadenó el nombre de Fibonacci a una sucesión numérica que forma parte de un problema trivial del Liber abaci. La sucesión de Fibonacci (1, 1, 2, 3, 5, 8, 11...), en la que cada término es la suma de los dos anteriores (Fn=Fn-1+Fn-2, ha tenido intrigados a los matemáticos durante siglos, en parte a causa de su tendencia a presentarse en los lugares más inopinados, pero sobre todo, porque el más novel de los iniciados en teoría de números, aunque sus conocimientos no vayan mucho más allá de la aritmética elemental, puede aspirar a investigarla y descubrir curiosos teoremas inéditos, de los que parece haber variedad inagotable. El interés por estas sucesiones ha sido avivado por los desarrollos en programación informática, ya que al parecer tiene aplicación en clasificación de datos, recuperación de informaciones y generación de números aleatorios.

Seguramente la propiedad más notable de la sucesión de Fibonacci sea que la razón entre cada par de números consecutivos va oscilando por encima y debajo de la razón áurea, y que conforme se va avanzando en la sucesión, la diferencia con ésta va haciéndose cada vez menor; las razones de términos consecutivos tienen por límite, en el infinito, la razón áurea. La razón áurea es un famoso número irracional (pero no trascendente como Pi, que no tiene representación algebraica), de valor aproximado 1,61803..., que resulta de hallar la suma de 1 y la raíz cuadrada de 5, todo dividido por dos.

Estatua de Leonardo en el Campo Santo de Pisa (1863)

Profundizando más sobre la sucesión de Fibonacci
Hay abundante literatura dedicada a la aparición de la razón áurea y de la sucesión de Fibonacci tan relacionada con ella, en el crecimiento de los organismos y a sus aplicaciones a las artes plásticas, a la arquitectura e incluso a la poesía. George Eckel Duckworth, profesor de clásicas en la Universidad de Princeton, sostiene en su libro Structural Patterns and Proportions in Vergil's Aeneid (University of Michigan Press, 1962) que lo mismo Virgilio que otros poetas latinos de su época se sirvieron deliberadamente de la sucesión de Fibonacci en sus composiciones.

En el reino vegetal, la sucesión de Fibonacci hace su aparición más llamativa en la implantación espiral de las semillas en ciertas variedades de girasol. Hay en ellas dos haces de espirales logarítmicas, una de sentido horario, otra en sentido antihorario. Los números de espirales son distintos en cada familia, y por lo común, números de Fibonacci consecutivos.

La lista de propiedades de la sucesión de Fibonacci bastaría para llenar un libro. Otro tanto puede decirse de sus aplicaciones en Física y Matemáticas. Leo Moser ha estudiado las trayectorias de rayos luminosos que inciden oblicuamente sobre dos láminas de vidrio planas y en contacto. Los rayos que no experimentan reflexión alguna atraviesan ambas láminas de sólo una forma; para los rayos que sufren una reflexión hay dos rutas posibles; cuando sufren dos reflexiones, las trayectorias son de tres tipos, y cuando sufren tres, de cinco. Al ir creciendo el número n de reflexiones, el número de trayectorias posibles va ajustándose a la sucesión de Fibonacci: para n reflexiones, el número de trayectorias es Fn+2. La sucesión puede utilizarse de forma parecida para contar el número de distintas rutas que puede seguir una abeja que va recorriendo las celdillas exagonales del panal; supondremos que la abeja se dirige siempre a una celdilla contigua y a la derecha de la que ocupa. Poco cuesta probar que hay sólo una ruta hasta la primera casilla, dos hasta la segunda, tres hasta la tercera, cinco itinerarios que conduzcan a la cuarta, y así sucesivamente. Al igual que antes, el número de trayectos es Fn+1, donde n es el número de casillas del problema. Y ya que viene a cuento, las abejas machos, o zánganos, no tienen padre. C. A. B. Smith ha hecho notar que cada zángano tiene madre, 2 abuelos (los padres de la madre), 3 bisabuelos (y no cuatro, pues el padre de la madre no tuvo padre), 5 tatarabuelos, y así sucesivamente, en sucesión de Fibonacci. David Klarner ha mostrado que los números de Fibonacci expresan de cuántas maneras podemos construir con dominós (rectángulos de tamaño 1 x 2) rectángulos de dimensión 2 x k. Hay sólo una manera de formar el rectángulo 2 x 1; 2 maneras de construir el cuadrado de 2 x 2; 3 para el rectángulo de 2 x 3; 5 para el de 2 x 4, y así sucesivamente.

Cola de un camaleón

El más notable de los problemas abiertos concernientes a sucesiones de Fibonacci es el de si contienen o no colecciones infinitas de números primos. En una sucesión de Fibonacci generalizada, si los primeros números son divisibles ambos por un mismo número primo, todos los términos posteriores lo serán también, y es evidente que tales sucesiones no podrán contener más de un número primo. Supongamos, pues, que los dos primeros números sean primos entre sí (esto es, que su único común divisor sea 1). ¿Podrán existir sucesiones generalizadas que no contengan absolutamente ningún número primo? El primero en resolver esta cuestión fue R. L. Graham en A Fibonacci-like Sequence of Composite Numbers, en Mathematics Magazine, vol, 57, noviembre de 1964 pp. 322-24.

Fuente: Escuela Técnica Superior de Ingenierías Informática y de Telecomunicación

miércoles, 22 de noviembre de 2006

Documentación: Origen y fuentes del mito de la Atlántida

Durante la preparación de Ladrones de Atlántida tuve que realizar un notable trabajo de investigación. A primera instancia, la documentación sobre Atlántida parece abundante y diversa. Muchos son los libros de divulgación que plantean alguna hipótesis concreta sobre su ubicación e intentan hallar argumentos para justificarla. Hay múltiples alusiones a este enigmático nombre (Atlántida o Atlantis) en decenas de películas y programas. Y las referencias en Internet se cuentan por miles. Sin embargo, la bibliografía realmente útil es escasa y muy pocas son las obras de ficción que tratan exclusivamente de la Atlántida y desarrollan con detalle el mundo que pudo ser.

Con alguna excepción, los únicos documentos de los que puede sacarse información de provecho son los Diálogos de Platón, en los que empezó el mito. Mientras no haya restos arqueológicos que demuestren lo contrario, no se puede saber si la Atlántida fue tan sólo una invención del filósofo para ilustrar un paradigma de nación, pero ya ocurrió antes con la Troya de la que hablaba Homero en sus poemas.

Hay un aspecto adicional a considerar: la traducción de los Diálogos vertida del griego antiguo puede hacer variar la interpretación que se haga del texto. Esto ocurre, por ejemplo, con el vocablo utilizado por Platón -Nêsos- para describir el territorio atlante y que, según el investigador que interprete su significado, puede entenderse como “continente”, o como “península” o “isla” (el científico Georgeos Díaz-Montezano defiende esta última traducción). No obstante, ¿quién no reconoce al oírlo el nombre de esta mítica tierra, sea una isla, una península o un trozo de continente?

Antes de empezar a dar forma a mi propio proyecto, Ladrones de Atlántida, me hice la pregunta: ¿Y si hubiera existido? Sobre esta idea comencé a construir mi visión de lo que puso ser la Atlántida, tomando los planteamientos que me parecían más acertados, más creíbles o basados sobre mejores fundamentos.

Dice Critias en el Diálogo del mismo nombre: “Todos estos y sus descendientes vivieron allí durante muchas generaciones y gobernaron muchas otras islas en el océano y también dominaron las regiones interiores hacia aquí, como ya se dijo antes, hasta Egipto y Etruria.” De modo que la civilización atlante parece que, en efecto, alcanzó otras tierras, ya fuera comercial o militarmente, e implantó su hegemonía sobre ellas.

Entre las varias opciones de ubicación, dado que no había ninguna con pruebas irrefutables que la validaran, opté por elegir aquella que era tradicionalmente más familiar, la que debemos sobre todo a la labor de Ignatius Donnelly. En el siglo XIX, los franceses Brasseur de Bourbourg y Le Plongeon se mostraban convencidos de que algunos habitantes de la Atlántida habrían conseguido llegar hasta Centroamérica tras el hundimiento de la isla, ejerciendo luego una influencia decisiva sobre las culturas olmeca, tolteca, maya y azteca. Los descendientes de los mayas han conservado una tradición acerca de una isla llamada Aztlan, que sería, supuestamente, la patria originaria de todas las tribus indígenas centroamericanas, entre ellos los mexicas y aztecas. Donnelly (1831-1901), novelista y erudito, era el miembro más instruido del Congreso Norteamericano a finales del siglo XIX. En 1882 publicó un libro, Atlantis: The Antediluvian World, que conocería más de cincuenta ediciones y que sirvió de punto de partida para numerosas teorías posteriores. A partir de ese momento, la Atlántida se transformó en tema de conversación obligado para cualquier tertulia. En dicha obra no se ofrecían nuevas pruebas de la existencia de la Atlántida, sino que se hacía una síntesis de las ya existentes, encontrando nexos entre aspectos que no parecían tener relación. Consiguió establecer una secuencia de argumentos que, además de corroborar la historia original de Platón, brindaba datos nuevos sobre el continente perdido. Estudió los enigmas de distintas culturas y conjeturó que la Atlántida fue un continente entre Europa y América que quedó sumergido y que incluso llegó a constituir un puente terrestre entre ambos mundos.

Donnelly se basó en lo que los antropólogos denominan Teoría Difusionista, la cual sostiene que, si en lugares muy apartados surgen culturas parecidas, el hecho no puede ser casual, sino que se debe a contactos directos o indirectos. Las dos culturas con tantas similitudes son la egipcia y la mesoamericana. Son asombrosas las semejanzas entre sus templos, llaman la atención el hecho de que ambas culturas construyeran estructuras piramidales y utilizaran jeroglíficos en su escritura, así como la similitud entre sus aparejos y, aunque a Donnelly le pasó desapercibido, ambos pueblos representaban a sus dioses con forma de animal o con forma híbrida (humano y animal). Debido a todo esto, podría pensarse que hubo un contacto cultural continuado entre los antiguos egipcios y los antiguos habitantes de Centroamérica, aunque muchos antropólogos rechazan esta propuesta arguyendo que las culturas tienden a evolucionar de modo semejante aunque no tengan relación entre sí (hay convergencia en las tendencias culturales). La teoría tuvo sus detractores, naturalmente, y, de hecho, hubo puntos que fueron refutados razonablemente.

Las verdaderas motivaciones de Donnelly en su búsqueda del continente perdido salieron a relucir también. "Los habitantes de la Atlántida", escribió, "fueron los padres de todas nuestras concepciones básicas sobre la vida, la muerte y el mundo. Su sangre corre por nuestras venas" y "cualquier peculiaridad de las razas, de la sangre, cualquier iluminación del pensamiento, conduce, en último término, de regreso a la Atlántida". Donnelly y sus seguidores quisieron encontrar las raíces de la humanidad en una raza de superhombres, lo que explica en parte el porqué de la fascinación por la Atlántida. Son muchas las civilizaciones que poseen leyendas sobre algún tipo de paraíso, un mundo antediluviano en el que la humanidad vivía en paz y prosperidad.

El libro de Donnelly se convirtió en un clásico para aquellos que creían en la existencia de la Atlántida. Su mapa sitúa la isla en el océano Atlántico, más allá de las columnas de Hércules, donde, según Donnelly, también la situaba Platón.



Estas afirmaciones ya se hacían siglos antes. En su escrito de 1638 Nova Atlantis, el inglés Francis Bacon, uno de los primeros eruditos occidentales en interesarse por el tema, identificaba el entonces recién descubierto continente americano con la nación descrita por Platón. Veintisiete años después, otro sabio, el jesuita alemán Athanasius Kircher, en su obra Mundus Subterraneus, afirmaba que se habría tratado de una isla propiamente dicha, de un tamaño inmenso, fijando su enclave al oeste del estrecho de Gibraltar, entre Europa y América, tal como figura en el siguiente mapa (se ha invertido la imagen para hacerlo coincidir con las representaciones cartográficas habituales).



Para elaborar la novela Ladrones de Atlántida se consideró que Atlántida se hallaba en el Océano Atlántico, pero con dos ligeras matizaciones: se trataba de un archipiélago de menores dimensiones y más próximo al Estrecho de Gibraltar (las Columnas de Hércules) que a América.

Pero hay otras teorías. Cuando los griegos contemporáneos de Platón reconstruyeron la historia remota de sus antepasados, reconocieron que su cultura había nacido como reflejo de las civilizaciones de Mesopotamia y Egipto, de esa “luz traída de Oriente” por los navegantes fenicios. Para no reducir el papel de los ancestros al de meros receptores pasivos, se incluyó entre los relatos orales y las leyendas la aparición de Zeus, el mayor de los dioses de la Hélade, afirmando que fue quien viajó a Fenicia para, transformado en toro, apoderarse de la cultura oriental, personificada en la doncella llamada Europa que raptara llevando sobre su grupa hasta las playas de Creta, identificada por el historiador Tucídides como la sede de la primera cultura que surgió en el Egeo. Esto ocurrió hacia 2.000 a.C., cuando se produjo la expansión minoica y se construyeron los primeros palacios en Creta. Tras la hecatombe provocada por un seísmo, hacia 1700 a.C., se reanudó la construcción de edificios ostentosos y la escritura jeroglífica es sustituida por el Lineal A, mientras se relacionaba de forma fructífera con la Grecia continental, las islas cercanas, y con Egipto y Asia Menor gracias a su estratégico emplazamiento. Más tarde, tras la erupción del volcán de Thera (actual Santorini) que afectó a la propia Creta y a su flota, la isla fue invadida por los micénicos, que destruyeron los palacios. Las excavaciones arqueológicas en Creta y otras islas cercanas parecen apoyar la teoría de que la leyenda sobre Atlántida proviene de la destrucción de la civilización minoica tras la erupción de Thera (la actual Santorini), un volcán varias veces mayor que el Krakatoa. Los defensores de esta teoría afirman que la leyenda original sitúa la Atlántida fuera del Mediterráneo simplemente por dramatismo.

Hoy en día, el asunto de Atlántida no ha perdido trascendencia y sigue formando parte de serias investigaciones en todo el mundo. Sirva de ejemplo el curso impartido en marzo de 2005 por la doctora en Historia Antigua María Teresa Macadán y promovido por la prestigiosa Fundación Arqueológica Clos y el Museo Egipcio de Barcelona. Por otra parte, entre el 11 y el 13 de julio de 2005 se celebró en la isla griega de Milos “Atlantis 2005”, la "I Conferencia Internacional de Investigación sobre la Atlántida". Según los organizadores, este evento apunta a servir como foro para la presentación y discusión constructiva de todas las hipótesis científicas que se han publicado sobre la tierra perdida de Atlántida y para reunir a especialistas de todas las disciplinas científicas implicadas en destacar los aspectos de este tema. El Comité Internacional de este evento estuvo compuesto por más de cuarenta selectos investigadores de Universidades y centros científicos de investigación de Europa y EE.UU.