martes, 19 de marzo de 2013

El ratoncito Pérez nos visita por primera vez


El 13 del 3 de 2013, Irene, que ha cumplido cinco años hace poco más de un mes, se despertó muy nerviosa y se levantó corriendo de la cama porque el diente que se le venía moviendo desde hacía tiempo estaba a punto de soltarse de la encía. Me costó calmarla. Tuve que abrazarla, porque, aunque estaba advertida, aquello no le parecía muy normal. "¡Se me mueve mucho!", exclamaba asustada.

No paraba de preguntar qué debía hacer si se le caía en clase. Le preparé un bocadillo blandito para que le fuera fácil masticar y detectar el diente en la boca si se le soltaba. Pero, justo antes de arrancar el coche camino del colegio, se encontró con el diente entre sus deditos y me lo dio muy emocionada. Se trataba de una pieza  minúscula, un incisivo central que había estado en el hueco que ahora quedaba en su dentadura inferior. 

No le dolió, tal y como yo le había dicho -el dolor era lo que más temía-, y apenas derramó unas gotas de sangre. Guardé el diente en un trozo de papel de aluminio y lo envolví también con una toallita húmeda, porque era tan pequeño que corría el riesgo de perderse. Luego, se lo metí en el bolsillo de la mochila y le pedí que no lo abriera, porque si lo perdía el ratoncito Pérez no tendría nada que recoger esa noche. Lo normal es que me lo hubiera guardado yo hasta regresar a casa, pero tuve que actuar así, con mucha pena, porque sabía que iba a llegar tardísimo y me iba a perder toda la ceremonia de preparación para la recepción del apreciado roedor.

Sin embargo, al menos había podido estar presente en el momento de la caída de su primer diente. Me habría gustado compartirlo también con Mª Carmen, mi mujer, e incluso con su hermano Ángel, que habría disfrutado con la alegría del momento. Era un momento muy importante y merecía la pena vivirlo en vivo y en directo. Por la noche, fiel a su cita, acudió el ratoncito Pérez. Irene debe de ser realmente muy buena, a juzgar por el montón de regalitos que le dejó. Su habitación no tenía pérdida; en el picaporte había dejado colgado un cartelito con todas las aclaraciones necesarias. Esta mañana, muy contenta y satisfecha, ha vuelto a insistir en que no se le nota nada que se le haya caído un diente. Y, es verdad, apenas se le nota. ¡Qué presumida es!


Cinco años tiene ya. Se hace mayor. Se pueden mantener conversaciones tan interesantes con ella. Además, ha cogido el hábito de leer unas páginas de la cartilla diariamente y está avanzando mucho con la lectura. Espero que, en el futuro, le guste leer y disfrute con las historias que nos cuentan los libros y los cuentos.

Su hermano, Ángel, ya tiene 9 meses. Está en su mejor momento de bebé. Empieza a balbucear algunas palabras y sigue parloteando sin parar, sobre todo por las mañanas. Es un glotón que se lo come todo y nos observa con envidia cuando nos llevamos algo a la boca (ya hemos comprobado que algunos tipos de galleta no le sientan muy bien, así que es mejor que sea paciente). Siempre está sonriendo y le encanta que juguemos con él, especialmente a hacernos los distraídos o escondernos y luego intentar sorprenderle, apareciendo o mirándole fijamente de repente. 

Está dando los primeros pasos, con nuestra ayuda naturalmente, y le encanta estar de pie y ver las cosas desde esa perspectiva. De hecho, sufre, como le ocurría a Irene, cuando no se puede mover solo y valerse por sí mismo. Se remueve cuando lo tienes en brazos, agitando todo el cuerpo y pataleando para intentar escapar de sus perseguidores, impotente el pobrecito, cuando jugamos a ir tras de él. Es un niño encantador, como su hermana, un poco gruñón (sabe pedir las cosas sin necesidad de expresarse verbalmente y manifiesta perfectamente su estado de ánimo), pero muy gracioso. Le auguro años muy felices, porque sabe gozar de cada momento y, como le ocurre a Irene, le encanta salir de paseo y conocer nuevos lugares. Va a ser un buen viajero.

Por eso, cuando los dos tuvieron gripe hace mes y medio y los veíamos apagados, sin energías, nos faltó ese alborozo habitual. Afortunadamente, aunque el catarro se alargó, se recuperaron con rapidez y pronto demostraron lo fuertes que están ambos. 


Pronto, Irene podrá usar sus zapatillas nuevas de verano, las mismas que calza la princesa Mérida de Disney y que le ha traído el dichoso ratoncito, no sé cómo ni con qué magia, y Angelito cumplirá su primer año.

Mientras tanto, hoy hemos celebrado el Día del Padre a lo grande (o como las circunstancias actuales de trabajo nos lo permiten). Me encantan mis regalitos.