jueves, 11 de octubre de 2007

Taller: Ensayo sobre el poeta Cintio Vitier, de Julio Pino Miyar (tercera parte)

Existe además una prudente distancia gravitacional de la poética de Cintio con los esplendores del verbo de José Lezama. En el segundo hay una voluntad desesperada de disfrute, como si el universo entero fuera una pastosa y brillante pulpa que hay que deglutir; el primero mira con calma los manteles finos y espera que el amigo lo invite a sentar, mientras deja sobre la silla el espumoso violín de los conciertos discretos. Cuando llega la hora de la siesta, del pecho de Lezama nacerá un árbol que corona un trino. Cuando llega la hora de la siesta, Cintio y Fina salen a caminar por los parques de la Ciudad.

Si se abre el libro de Job encontraremos en él el camino de la fe. Si se abre el libro de Éxodo veremos en él el camino de la elección y de la Providencia. Job es el intelectual que reta a Dios a una disquisición sobre el valor de la vida y la utilidad del bien. Moisés es el hombre que se enfrenta a los enigmas de su propio destino; al auto reconocimiento; a una paciente voluntad de anagnórisis que lo resuelve a la acción. Tanto Job como Moisés son poetas y ambos, alegóricamente, expresan niveles distintos de la condición humana llevada a una situación límite.

A veces pienso que hay algo desesperado en Cintio que se trasluce en su poesía, que allí se guarda de un modo soterrado. No hay mejor fuente de legitimidad que la que puede otorgar el sufrimiento. Cintio una vez me dijo que la originalidad del estilo de cualquier escritor, estaba directamente vinculada a su honestidad personal. Tal vez repitiendo, por resonancia, aquello de Martí de que todos los picaros son tontos y es inteligente el que es honrado… Y es que no hay mayor paridora de bien común que la fe en el porvenir de lo nacional; en el mejoramiento humano.

El ensayo de Cintio Este sol del mundo moral ha traído como secuela no sólo elogios, sino a detractores de diversas orillas. Se narra allí la prosecución del bien como fuerza actuante en el desarrollo histórico de lo cubano. Más que una cronología de la eticidad se ilustran los trabajos y los días del Ethos edificando, desde los orígenes, nuestra aventura nacional. Lo que sucede es que el devenir es dialéctico y por eso no se encuentra exento de grandes contradicciones. Mas la síntesis de todo proceso histórico supone la conciliación, la armonía, el equilibrio de las partes puestas en juego, previamente contradictorias. No puede ser de otra forma. Martí es el apóstol de nuestro ideario cívico moral, y Cintio es uno de sus más importantes discípulos. Los hombres y las instituciones florecen como debe florecer el almendro cantado por Cintio.

Mientras tanto podemos seguir historiando las lluvias; el giro de las agujas en los relojes ("monotonía detrás de los cristales"); oficio de poeta como pedía Lezama al hablar de Mallarme. Como pedía Machado, al decir que la poesía es el dialogo del hombre con su tiempo; una reflexión pausada en esos accidentes del devenir y en esos finos detalles que el común de los mortales no pueden ver, por ser demasiado transparentes.

La poesía es un estado del alma, ha dicho Cintio repitiendo por enésima vez una notoria verdad totalmente ajena a estridencias vanguardistas. Para crearla es necesaria la atención; la vigilia; la prestancia. La lluvia que empapa los aleros y nos hace cerrar postigos y persianas ayuda bastante. En los trópicos uno se guarda de la lluvia, mientras que en los países nórdicos se sale a contemplar caer la nieve. Son dos modos distintos de encarar un mismo dilema, las estaciones universalmente se suceden y hay seres que ya no estarán más entre nosotros. Es simplemente así. No puede ser de otra forma. En su primer viaje a Nicaragua del año 1979, Cintio anotó en su cartera:

"Y dormimos como en Empalme de niños, con ese sueño que sólo consiste en esperar dormidos el amanecer (…)"

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