Esta mañana he leído un artículo de opinión del amigo J. E. Álamo, en su blog, y me gustaría compartir su lectura con vosotros, previa autorización del autor, porque me parece una reflexión muy común entre los que escribimos, expresada con bastante naturalidad, claridad y sinceridad.
Escribir es un ejercicio de creatividad y, al hacerlo, uno disfruta pariendo mundos, personajes y argumentos sobre los que ejercer su casi divina voluntad. Y cuando culmina el proceso, el único sentimiento que debería embargar al autor es el de la satisfacción mezclado con una sensación de melancolía al dejar atrás el mundo creado. Y es así, pero me temo que intervienen otras sensaciones quizás no tan placenteras, aunque dan mayor enjundia al proceso de escribir.
Escribir es un parto, al principio cuando la idea nos embaraza, la sensación de felicidad nos domina por completo. El germen de una idea ha calado en nuestro interior y ahora sólo hay que esperar a que tome forma. Los primeros meses son bastante placenteros, sentimos como la idea crece en nuestro interior, va tomando forma y hasta nos permitimos imaginar cuál será su futuro una vez vea la luz. El problema sobreviene en los últimos meses de gestación, cuando comenzamos a sentirnos pesados, torpes y lastrados. No es que reneguemos de nuestra creación, nada más lejos, es sencillamente que estamos deseando que se produzca el parto de una vez por todas. Lo malo es que también tememos ese momento, es cuando nos planteamos las preguntas y las dudas; ¿Saldrá bien? ¿Será lo que yo esperaba? No vamos a quererle menos, salga como salga, y esto lo digo en serio. Tengo un par de novelas escritas que dudo jamás vean la luz, pero las tengo guardadas y las aprecio como cualquiera de las cosas que haya podido publicar. Pero claro, uno escribe para ser leído no para meter su obra en un cajón. A fin de cuentas, escribir es comunicarse no entablar un soliloquio.
Volvamos al parto, que me he desviado. Es un momento doloroso, no hay epidural para el escritor. Y hay miedo, ¿lo habré conseguido? Ese es un dictamen que se pronuncia a través de los demás. Yo personalmente, cuando leo lo que acabo de escribir, me siento muy crítico y normalmente sudo y me angustio a causa de la incertidumbre. Entonces intervienen mis sufridos primeros lectores, sobre todo Silvia, mi mujer. Cuando mis primeros críticos emiten su opinión, sé si he acertado o no. Si lo he hecho, un brindis, enviar al editor y esperar. Si es al contrario...
Lado Extraño está culminado, apenas le queda una revisión y entonces... Ya os contaré si hay brindis o no.
Apuntes y excentricidades de un escritor. Un rincón para quienes quieran comentar algo de literatura... y otros temas, ¿por qué no?
lunes, 29 de septiembre de 2008
¡Se acabó!, de J. E. Álamo
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2 comentarios:
Gracias por publicar mi visión sobre lo que supone escribir. A ver si tenemos muchos y venturosos partos. Un abrazo
Estoy de acuerdo con esa sensación, ese sudor frío que te embarga cuando das a leer tu obra por primera vez. ¿Habré contado exactamente lo que quería, de la forma que quería, y para expresar lo que quería? ¿Se entenderá bien la trama, el trasfondo de los personajes, sus motivaciones?
Son preguntas que sólo el lector, y la opinión que este se forma de la obra, pueden responder.
Muy buena reflexión...
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