Estaba ayer en Chamartín, esperando que se concretara en las pantallas la vía en la que debía tomar el tren para Valladolid, cuando sonó el teléfono. Me sorprendió mucho escuchar la voz de Paco Correal, periodista del Diario de Sevilla que fue mi primer presentador, hace justamente unos cuatro años, cuando publiqué Ladrones de Atlántida. Lo que siguió, a pesar de las interrupciones de mi móvil, que se apagaba por falta de batería, fue una especie de entrevista rápida y condensada.
Como consecuencia de esta agradable conversación, en torno a una curiosa noticia sobre el origen del símbolo de la arroba, mi nombre ha quedado mencionado en el siguiente artículo, que podéis leer en La web del Siglo de Oro.
Icono informático. El hallazgo de un profesor italiano atribuye a un comerciante afincado en Sevilla la primera utilización en 1536 del símbolo de la arroba (@)
BILL Gates no nació en Sevilla, pero es muy posible que aquí surgiera el símbolo que universalizó su más lograda cosmovisión. De mayo de 1536, en pleno Siglo de Oro, data la primera presencia del símbolo de la arroba (@), entonces referido a la medición de unas cantidades de vino de las que da cuenta un mercader italiano en un documento que envía de Sevilla a Roma, que entonces era como decir desde Hong-Kong a Nueva York.
Manuel Romero Tallafigo, catedrático de Ciencias y Técnicas Historiográficas, considera la arroba un paradigma de una circunstancia histórica en la que la medida del tiempo influye en el resto de medidas: el peso, la escritura, la moral. "El comercio exige más velocidad en la comunicación. A partir del siglo XIII, Alta Edad Media, empezamos a tener apellidos, somos más gente".
La arroba es un ejercicio de abreviación que, en su afán por hacer más intensa su economía de lenguaje, va a reaparecer casi medio milenio después de aquel documento mercantil, ahora como nexo de la comunicación electrónica. Y en el argot de los transportes es intercomunicador de géneros en neutra síntesis.
"Yo no recuerdo haber visto el símbolo de la arroba en los jeroglíficos". José Ángel Muriel se licenció en Matemáticas en Sevilla y vive a uno y otro lado de la arroba: su oficio es el de informático, que ahora ejerce en Valladolid, y su vocación la novela, con títulos como Ladrones de la Atlántida o El talismán cósmico.
De arrobar dice el diccionario que es "pesar o medir por arrobas" y también "enajenarse, quedar fuera de sí". Un peso físico y un peso psíquico. Confluencia de medidas que parecen el retrato de la hacker protagonista de la trilogía de Stieg Larsson. En el primer volumen, Los hombres que no amaban a las mujeres, la arroba es un elemento consustancial que no entendería el lector de hace 20 años, pero igual resultaba familiar a los coetáneos de aquel Frascesco Lapi que en el primer tercio del siglo XVI envió aquel documento de Sevilla a Roma.
En el desenlace de la novela se produce un frenético intercambio de correos electrónicos con la palabra más comercial de los reclamos librescos y cinematográficos: de millennium a millennium.
Arroba era la cuarta parte del quintal y correspondía a un peso de 25 libras, equivalente a 11 kilos y 502 gramos. "Era una medida tradicional, como la fanega, el celemín o la aranzada", comenta Romero Tallafigo. "La aranzada medía lo que conseguía una pareja de bueyes arar en un día. Como no tardaba lo mismo en Segovia que en el valle del Guadalquivir, la medida de la aranzada variaba de un lugar a otro".
En la Cámara de Comercio conviven ambas arrobas. La institución se creó a nivel nacional en 1866, pero la de Sevilla cuenta con la documentación de las instituciones que la precedieron: Tribunales de Comercio, Consulados de Navegantes y de Indias. "En nuestros Archivos está hasta el documento por el que el Rey manda construir la Casa Lonja", dice Adelaida Bravo. El archivo de la Cámara de Comercio ocupará la segunda planta del edificio que rehabilita el arquitecto Antonio González Cordón. Legajos y documentos históricos de una institución que cuenta en la persona de Luis Cordero con un director de Nuevas Tecnologías.
A Enriqueta Vila, americanista, ex directora de la Escuela de Estudios Hispanoamericanos, le es familiar la búsqueda de documentos en el Archivo de Indias con la arroba para medir las cantidades de vino, aceite o maíz. Una dieta informática convirtió en inmateriales los contenidos de la arroba.
Francisco Correal
No hay comentarios:
Publicar un comentario