El 13 del 3 de 2013, Irene, que ha cumplido cinco años hace
poco más de un mes, se despertó muy nerviosa y se levantó corriendo de la cama
porque el diente que se le venía moviendo desde hacía tiempo estaba a punto de
soltarse de la encía. Me costó calmarla. Tuve que abrazarla, porque, aunque
estaba advertida, aquello no le parecía muy normal. "¡Se me mueve mucho!", exclamaba asustada.
No paraba de preguntar qué debía hacer si se le caía en
clase. Le preparé un bocadillo blandito para que le fuera fácil masticar y
detectar el diente en la boca si se le soltaba. Pero, justo antes de arrancar el
coche camino del colegio, se encontró con el diente
entre sus deditos y me lo dio muy emocionada. Se trataba de una pieza minúscula, un incisivo central que había
estado en el hueco que ahora quedaba en su dentadura inferior.
No le dolió, tal y como yo le había dicho -el dolor era lo que más temía-, y apenas derramó unas gotas
de sangre. Guardé el diente en un trozo de papel de aluminio y lo envolví también con una toallita
húmeda, porque era tan pequeño que corría el riesgo de perderse. Luego, se lo
metí en el bolsillo de la mochila y le pedí que no lo abriera, porque si lo
perdía el ratoncito Pérez no tendría nada que recoger esa noche. Lo normal es que me lo
hubiera guardado yo hasta regresar a casa, pero tuve que actuar así, con mucha
pena, porque sabía que iba a llegar tardísimo y me iba a perder toda la
ceremonia de preparación para la recepción del apreciado roedor.
Sin embargo, al menos había podido estar presente en el momento de la caída
de su primer diente. Me habría gustado compartirlo también con Mª Carmen, mi
mujer, e incluso con su hermano Ángel, que habría disfrutado con la alegría del
momento. Era un momento muy importante y merecía la pena vivirlo en vivo y en
directo. Por la noche, fiel a su cita, acudió el ratoncito Pérez.
Irene debe de ser realmente muy buena, a juzgar por el montón de regalitos que
le dejó. Su habitación no tenía pérdida; en el picaporte había dejado colgado un cartelito con todas las aclaraciones necesarias. Esta mañana, muy contenta y satisfecha, ha vuelto a insistir
en que no se le nota nada que se le haya caído un diente. Y, es verdad, apenas
se le nota. ¡Qué presumida es!
Cinco años tiene ya. Se hace mayor. Se pueden mantener conversaciones tan interesantes con ella. Además, ha cogido el hábito de leer unas páginas de la cartilla diariamente y está avanzando mucho con la lectura. Espero que, en el futuro, le guste leer y disfrute con las historias que nos cuentan los libros y los cuentos.
Su hermano, Ángel, ya tiene 9 meses. Está en su mejor
momento de bebé. Empieza a balbucear algunas palabras y sigue parloteando sin
parar, sobre todo por las mañanas. Es un glotón que se lo come todo y nos
observa con envidia cuando nos llevamos algo a la boca (ya hemos comprobado que
algunos tipos de galleta no le sientan muy bien, así que es mejor que sea
paciente). Siempre está sonriendo y le encanta que juguemos con él,
especialmente a hacernos los distraídos o escondernos y luego intentar
sorprenderle, apareciendo o mirándole fijamente de repente.
Está dando los primeros pasos,
con nuestra ayuda naturalmente, y le encanta estar de pie y ver las cosas desde esa
perspectiva. De hecho, sufre, como le ocurría a Irene, cuando no se puede mover
solo y valerse por sí mismo. Se remueve cuando lo tienes en brazos, agitando
todo el cuerpo y pataleando para intentar escapar de sus perseguidores,
impotente el pobrecito, cuando jugamos a ir tras de él. Es un niño encantador,
como su hermana, un poco gruñón (sabe pedir las cosas sin necesidad de
expresarse verbalmente y manifiesta perfectamente su estado de ánimo), pero muy
gracioso. Le auguro años muy felices, porque sabe gozar de cada momento y, como
le ocurre a Irene, le encanta salir de paseo y conocer nuevos lugares. Va a ser
un buen viajero.
Por eso, cuando los dos tuvieron gripe hace mes y medio y
los veíamos apagados, sin energías, nos faltó ese alborozo habitual. Afortunadamente, aunque el catarro
se alargó, se recuperaron con rapidez y pronto demostraron lo fuertes que están ambos.
Pronto, Irene podrá usar sus zapatillas nuevas de verano, las mismas que calza
la princesa Mérida de Disney y que le ha traído el dichoso ratoncito, no sé
cómo ni con qué magia, y Angelito cumplirá su primer año.
Mientras tanto, hoy hemos celebrado el Día del Padre a lo grande (o como las circunstancias actuales de trabajo nos lo permiten). Me encantan mis regalitos.
Mientras tanto, hoy hemos celebrado el Día del Padre a lo grande (o como las circunstancias actuales de trabajo nos lo permiten). Me encantan mis regalitos.
2 comentarios:
Has conseguido emocionarme, qué barbaridad, cómo pasa el tiempo.
Un abrazo para ti y tu familia
Están guapísimos los dos!!! Y qué grandes.
Un abrazo enorme para los 4.
Publicar un comentario