Un día, de pronto, Irene era capaz de sostenerse en pie sin sujetarse a nada. Por San Valentín ya dio sus primeros pasos de libertad, un corto paseo de un punto a otro del salón, de unos brazos a otros, persiguiendo algún juguete (todo para ella es un juguete, bendita edad).
Unos días después, rompió las pocas ataduras que le quedaban y se soltó completamente. Día a día, contemplábamos cómo perdía el miedo (es una temeraria) y se aventuraba a andar, con ese paso elegante de un bebé que parece llevar toda la vida haciéndolo. Desde entonces, la acción de caminar ha supuesto el descubrimiento más importante de su primer año entre nosotros. Se ha desvelado ante ella un mundo de tres dimensiones por el que puede moverse sola por fin. Llevaba tiempo deseándolo. Siempre fue demasiado avezada y se le notaba la avidez por ser autónoma, por coger los objetos con sus propias manos y manipularlos, por gatear con el simple objeto de poder desplazarse sin ayuda, por sentarse a la mesa a nuestra altura (gracias a la trona), por ponerse en pie como los adultos y ver el universo desde la verticalidad absoluta.
Lo explora todo. La gran mayoría de las cosas han quedado a su alcance. No me refiero a las puertas de los armarios, que ya abría y cerraba, sacando el contenido, sin necesidad de saber andar. Me refiero a los detalles que nosotros no podemos percibir porque estamos acostumbrados a movernos erguidos. Para ella es algo nuevo eso de mantenerse firme y seguir con la vista el objetivo mientras se abalanza sobre él, como una pequeña depredadora.
El viernes pasado cumplió 13 meses. No para de balbucear, es una charlatana. Y estos días empieza a articular más palabras con sentido, respondiendo a nuestros juegos y nuestras preguntas retóricas. "Mammá", "Pappá", "Aquístá", "Hola" ("eh", en su forma abreviada), "zapato", "Mu" (como las vacas), "Cua" (como los patos), "Guagua" (al ver un perrito), "Pan" (que le encanta devorar), etc. Paulatinamente, vamos entendiendo lo que pronuncia, con tanta dificultad al principio. Canta y baila, toca las palmas al entonar una canción y le encanta dar vueltas cogida de nuestras manos al son de "El patio de mi casa". Cada segundo con ella es un deleite.
6 comentarios:
¡Increíbles enanos! :D
bendita inocencia infantil, quien la volviera a tener...
besos
Haces bien en dsifrutar a tope de tu pequeña princesa que el tiempo vuela y este que tienes entre las manos, no volverá (como las golondrinas becquerianas).
Qué estupendo, Jangel, me alegro mucho! Está guapísima! :)
Besos,
Begoña
Ay, qué bien lo pasamos con la pequeñaja y sus gracias.
Hola Jose Angel,
De blog en blog he aterrizado en el tuyo. En primer lugar felicitarte por tus premios y publicaciones(algunas compartimos, las de la editorial Hipálage). Tenemos algo más en común, mi hija también se llama Irene, aunque ya tiene siete años. Y también tengo una sección en mi blog que se llama Cosas de niños, donde inserto las anecdótas de mis hijos, una forma de conservar los recuerdos.
Un saludo y sigue escribiendo.
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