¿No os parece que la mejor manera de terminar el día (al menos cuando estás solo en casa) es entre libros?
Ayer me acerqué a la Librería Oletum de Valladolid, que es quizá la más conocida y la que más actividades organiza en la ciudad, para asistir a la presentación de Con la vida a cuestas, segundo poemario que publica Francisco J. Picón, afincado en Zaragoza, y Voces de otra tumba, primera novela de Javier Abelardo, delegado de la AEN (Asociación de Escritores Noveles) en Valladolid. Fran fue presentado por Felicitas Rebaque, delegada de la AEN en Valladolid, mientras que Javier lo fue por el escritor Antonio Salinero. A Javier, Felicitas y otros miembros de la AEN ya los conocía por encuentros anteriores y, a pesar de que han sido escasos, ya me consideran no solo un asiduo de los eventos de la Asociación sino un miembro más (creo que lo seré formalmente dentro de poco). Tengo que decir que constituyen un grupo muy acogedor de amigos escritores.
Antes de la presentación, de la que destacaría cómo Fran Picón explicó el momento que inspiró cada uno de los tres poemas que escogió para leer ante el público y la simpática y emotiva etapa de agradecimientos de Javier Abelardo, me dediqué a husmear entre los estantes de la librería. Logré encontrar lo que buscaba y ¡mucho más! Este es el motivo por el que venía rehuyendo de las librerías desde hace meses. Tengo lecturas pendientes y cada vez que me asomo a los escaparates me encapricho de otros títulos. Ayer no me pude resistir y llené una bolsa de libros deliciosos, tanto por la lectura que suponen como por la cuidadosa encuadernación. De hecho, tuvieron que reabrir la caja, con la tienda a punto de cerrar, para que pudiera pagar mi última adquisición: los artículos de Julio Camba durante su época de corresponsal en Nueva York a principios del siglo XX, que hace un tiempo busqué sin éxito y ahora acaban de publicarse.
Al discurso de los autores y las numerosas firmas de ejemplares, siguió un paseo por las calles del centro hasta nuestra parada para cenar. En el camino y en la mesa hubo tiempo de conocer a otros escritores, intercambiar impresiones y datos de contacto, y hablar de la Asociación y de literatura. En La tasquita, el lugar elegido para la reunión, me sentí de nuevo en una de esas tertulias literarias de las antiguas generaciones de escritores, sentados a lo largo de una mesa, entre paredes alicatadas con hermosos azulejos y frente a suculentos platos para picar algo. Lo culinario y lo literario suman perfectamente.
1 comentario:
Gracias por tu crónica. Fue un placer tenerte entre nosotros. Continuemos compartiendo literaturas y tapeos, por muchos años.
Feli.
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