lunes, 18 de enero de 2010

Cine: El regreso de un personaje casi real

Cuando te encuentras absorbido por la vorágine de acontecimientos que constituyen la vida y estás pasando una etapa complicada, llena de decisiones y cambios que trastornarían a cualquier ser racional, cada cual busca la forma más apropiada de evadirse del mundo real, despejar la cabeza y olvidarse de las preocupaciones por un pequeño espacio de tiempo.

En mi caso, en momentos difíciles, espero tener la suerte de encontrarme con la lectura de un libro apasionante o con la distracción de una película interesante, que te introduzcan en su argumento y te permitan mantener el cerebro ocupado exclusivamente en la ficción que representan mientras dure. Ayer fue uno de esos días afortunados.

Dada la duración de Avatar y el hecho de que, como la Cenicienta del cuento, teníamos un tiempo prestado y limitado antes de volver a recoger a la princesita de la casa, que aguardaba con los abuelos, cuando llegamos a la taquilla decidimos entrar a ver Sherlock Holmes. Lo hicimos sin grandes aspiraciones. No esperábamos una película magnífica, solo algo que nos entretuviera un rato. Después del papel de Robert Downey Jr. como Tony Stark, en Iron man, confiaba en él para divertirme en su encarnación del célebre detective. Además, en el reparto le acompañaba como Watson el actor Jude Law, cuyos trabajos diversos me habían encandilado desde que le vi en Gattaca.

Sherlock Holmes es uno de esos personajes literarios que nos gustaría que hubiera existido. Si has leído alguna de sus hazañas y has estado en Londres, ¿no has acudido a la calle Baker para comprobar dónde debía hallarse el 221 B, donde vivía? Indudablemente, se ha convertido en una fuerte influencia cultural como jamás su creador lo hubiera imaginado.

No voy a entrar en la discusión sobre si la película respeta o no los aspectos fundamentales de la obra de Conan Doyle. A mí Sherlock Holmes me gustó, sin más, al igual que en su día me gustó Spiderman, independientemente de los cambios que se introducían con respecto a la versión original en cómic. El objetivo de una película es llevarte hasta la gran sala y conseguir que no pienses en levantarte del sillón hasta que aparecen los créditos del final. Sherlock Holmes lo logró. Al menos, conmigo. Tal vez fuera porque me encuentro entre el público objetivo de Guy Ritchie, no lo sé.

Sinceramente, no sabía quién dirigía la película hasta que vi su nombre impreso en la pantalla. Pero la labor de guión y dirección me parece admirable. Son más de dos horas de aventura al estilo más clásico, pese a los detalles de modernización que se reflejan a lo largo de toda la película. Sin abusar de las escenas exageradas, al contrario que en la entretenida 2012, en la que los protagonistas se salvan una y otra vez por los pelos hasta provocar la carcajada limpia, Ritchie crea un ambiente de tensión entre el cinismo y la ironía de los diálogos. Por otra parte, Holmes aparece insoportable, como realmente debía de ser, y Watson nos sorprende con sus aptitudes ocultas detrás de la pluma y el bisturí. Aparte de esto, la película está llena de guiños no solo al propio personaje de papel y tinta de Holmes, sino también a otras películas anteriores y a anécdotas que marcaron la historia británica. Inevitablemente, en la parte final de la película, me acordé de V de Vendetta y del episodio histórico que originaba su argumento.

Lo más sorprendente es la facilidad con la que, al menos a mí, la cadena de sucesos me mantuvo engañado casi toda la sesión. Consigue despistar al espectador con la trama principal, cuando la secundaria es más relevante. Pero Holmes solo tuvo un rival a su altura, como se quería demostrar (que diríamos los matemáticos).

¿Quién diría que este es Sherlock Holmes?

Por cierto, las críticas que había leído antes de ver la película se alejaban mucho de la historia que se quiere contar. En algunas se afirmaba que Ritchie se olvida de la afición al opio de Holmes cuando es evidente el estado de dependencia en el que el personaje se pasa toda la película. Una vez más, Rober Downey Jr. se burla de sí mismo.

Este conjunto de razones han convertido Sherlock Holmes en una de mis películas favoritas. Por eso, puedo atreverme a hacer una recomendación, lo que hago muy pocas veces. Id a verla. No lo lamentaréis.

2 comentarios:

Cris Monteoliva dijo...

Fui el domingo a ver la nueva versión de Holmes y me gustó mucho. Se trata de una aventura muy dinámica con personajes llenos de matices. Queda abierta para una segunda parte, no sé si la harán.

José Angel Muriel dijo...

Todo el mundo da por hecho de que así será. Incluso ponen nombre real (el del actor que lo interpreta) al maloso del final.