Jueves, 27 de mayo de 2010
En esta ciudad hay dos tipos de taxis. Los que parecen taxis, con su línea bicolor dorada y roja en toda la carrocería, su licencia en el cristal y su mojón puesto encima del techo, y los que no pone absolutamente nada, ni hay apariencia física de que eso sea más que un buen coche. Contra todo pronóstico, los seguros son los segundos, los primeros son los que huelen a amenaza de secuestro con un poco de mala suerte. Evito montarme en estos, claro, siempre desde el hotel me ponen uno de los buenos[...]
Después justo de mi curso, me habían preparado una sorpresa especial: dar una charla sobre un temario del que tengo un 10% de idea. [...] Charla. Dos horas y veintitrés minutos más tarde salgo victorioso de la misma habiendo contestado a toda clase de preguntas extrañas y a bocajarro de estos cuates. Ya sé por qué mi jefe me contrató y me adora. Tengo casi la misma capacidad que él de esquivar disparos, parezco Neo en Matrix. He dicho contestado, no contestado bien.
Aturdido, a punto de salir, me afronta un señor que no conozco de nada, ni se presenta, y que físicamente puede ser el padre de Pocholo y se pone a contarme un tema de trabajo que me importa tres pepinos. Quiero largarme cuanto antes. Enciendo el móvil. Solo un mensaje. Para paliar este desaire, me pongo los auriculares (necesitaba un chute de droga de la buena): Stereophonics – Maybe tomorrow, y salgo a recepción a que me pidan un taxi.
A mitad de canción mi atención se distrae: acaba de entrar por la puerta un chico de aproximadamente mi edad, enchaquetado, aunque con look ebrio y... ostias, ¡pantalones rasgados! Me quito un auricular; le pide a los chicos de recepción que si puede hacer una llamada, que le han robado, que han intentado secuestrarlo, que no tiene la mitad de sus cosas, que no se acuerda de mucho más…
Me quito el otro auricular.
El chico tiene un golpe en la sien opuesta a mi visión inicial, y realmente está muy confundido. No sé si le han dado una especie de droga que lo atonte o viene así de fábrica. Él sigue contando una historia, ellos lo dejan llamar, yo sigo flipando, todo sucede como de mentira. Pasan cuatro minutos de este palo.
El chico de recepción me hace un gesto, acaba de llegar mi taxi. Tiene una línea bicolor dorada y roja en la carrocería. Genial.
1 comentario:
Como se suele decir en estos casos... ¡Suerte, Maestro! (y que no te pase ná).
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