Antaño eran un ejército de lanzas casi infinito. Ahora, unos enhiestos y otros encorvados, cada vez escasean más. Parecen estar reflexionando toda su vida, mientras se enfrentan a parásitos y dan cobijo a los débiles. En el vecindario, la mayoría tienen la piel cubierta de cicatrices redondas, como si les hubieran cortado una y otra vez los brazos; nosotros no podríamos soportar ninguna de esas heridas en nuestros frágiles cuerpos.
Pero brotan donde menos podemos esperar, en las condiciones más adversas. Sobreviven a toda desgracia y, tarde o temprano, resurgen. Sin duda, son más fuertes e inteligentes que nosotros. Pero la ambición supera nuestra admiración por los árboles.
Apuntes y excentricidades de un escritor. Un rincón para quienes quieran comentar algo de literatura... y otros temas, ¿por qué no?
lunes, 24 de enero de 2011
El escritorio: Más fuertes e inteligentes
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