martes, 1 de febrero de 2011

Hasta siempre, La Araña

Lamentablemente, a veces es necesario dar malas noticias. Y, en los tiempos que corren, con tantas clausuras de empresas y negocios que se suceden aumentando la lista de pérdidas, una noticia como esta no extraña. Pero, desde luego, sí que duele y pesa en el corazón de los aficionados a la literatura.

Ayer visité por última vez la Librería La Araña, en Sevilla. Era su último día, antes de cerrar definitivamente. En el escaparate, Inés Martín, la dueña, que ha tratado de forma tan especial tanto a los libros que ha vendido como a los lectores que iban a comprarlos, había escrito un mensaje en el que agradecía el haber contado con su público durante los 4 años de vida de la librería. Me sentí aludido, pero no satisfecho; ojalá hubiera tenido ocasión de acudir más veces, de sumarme al motor para evitar este desenlace.


Inés estaba recogiendo las últimas cajas, así que, como era de esperar, al entrar ya no encontré ese rincón tan acogedor que habitualmente nos recibía y que guardaré siempre en la memoria. Cuántos buenos recuerdos me trae. Qué bonitas experiencias con los amigos, tanto allí, durante charlas y presentaciones entre esas cuatro paredes, como en los eventos en que hemos participado juntos, en ferias del libro y encuentros literarios.

Al margen de lo que ha significado para mí la relación con La Araña, como lector y escritor, queda la conclusión objetiva que nos atormenta a todos: qué lástima que se sigan perdiendo sitios como este, en que la literatura (y, de hecho, el arte en general) se mima y se trata con tanta delicadeza.


La Araña ha dejado huella. Y uno piensa que debería tener algún tipo de continuidad. Pero es una etapa que ha pasado, en la vida de Inés y en la vida de los que coincidimos con ella. Hasta siempre, La Araña.

1 comentario:

Francisco de Paula dijo...

Hasta siempre. Nada se impone al paso del tiempo, pero a veces la realidad nos golpea con la cruda anticipación de eso tan inevitable y trunca prematuramente los sueños que más merecen vivir por siempre.
Un abrazo.