Si entras en mi casa, existe una probabilidad muy alta de que, justo tras cruzar el umbral de la puerta, encuentres al menos un libro a la vista. Seguramente estará sobre el mueble del vestíbulo donde guardamos los zapatos. De esta manera, siempre lo tengo a la mano cuando me marcho.
Es el libro que llevo conmigo para combatir la desidia de las colas, las esperas, todos los tiempos muertos que invaden nuestra existencia. Me gusta pensar cuando paseo y leer cuando estoy parado. Es así como siento que empleo mejor el tiempo que paso solo.
Nunca he soportado aguardar sin hacer nada. Es una situación que me pone muy nervioso y me hace sentir que estoy desperdiciando parte de mi vida. Necesito mantener la mente ocupada, haciendo una de las cosas que más me agrada: leer.
En cambio, el ejercicio de las piernas al caminar, provoca una extraña reactivación de las neuronas y me suele ocurrir que las ideas fluyen con más rapidez que si estuviera quieto. Debe de ser algo común. A menudo veo a otras personas que se mueven de aquí para allá mientras reflexionan o intentan llegar a conclusiones sobre algún asunto.
Por otra parte, esta circunstancia tan corriente, la del libro sobre el mueble de la entrada, forma parte de la rutina y de los hábitos que componen mi vida. Por tanto, no es casual. Es una pizca de orden dentro del desorden. Es, además, lo que demuestra que, aunque no alcance el ritmo de lectura que seguía hace unos años, continúo engullendo un libro tras otro, pues, al cabo de un tiempo, el libro ya no será el mismo: será más grande o más pequeño, de tapa dura o de tapa blanda, de portada colorida o más bien sobria, de piel o de cartoné... Pero, transcurrido un tiempo, un libro reemplazará a otro en el mismo sitio.
Detalles tan minúsculos como este dan forma a la intimidad de mi ser, esa parte de mí que sobrevive más allá de la compañía que me proporciona mi querida familia, mis amigos, mis compañeros de trabajo, mis vecinos, la gente con la que coincido en la frutería o con la que me cruzo en un callejón. Y resultan más significativos y estimulantes, más representativos de mi personalidad de lo que podría parecer a primera instancia.
Mientras ese libro permanezca sobre el zapatero, un rasgo distintivo de mi identidad perdurará sin cambios.
Es el libro que llevo conmigo para combatir la desidia de las colas, las esperas, todos los tiempos muertos que invaden nuestra existencia. Me gusta pensar cuando paseo y leer cuando estoy parado. Es así como siento que empleo mejor el tiempo que paso solo.
Nunca he soportado aguardar sin hacer nada. Es una situación que me pone muy nervioso y me hace sentir que estoy desperdiciando parte de mi vida. Necesito mantener la mente ocupada, haciendo una de las cosas que más me agrada: leer.
En cambio, el ejercicio de las piernas al caminar, provoca una extraña reactivación de las neuronas y me suele ocurrir que las ideas fluyen con más rapidez que si estuviera quieto. Debe de ser algo común. A menudo veo a otras personas que se mueven de aquí para allá mientras reflexionan o intentan llegar a conclusiones sobre algún asunto.
Por otra parte, esta circunstancia tan corriente, la del libro sobre el mueble de la entrada, forma parte de la rutina y de los hábitos que componen mi vida. Por tanto, no es casual. Es una pizca de orden dentro del desorden. Es, además, lo que demuestra que, aunque no alcance el ritmo de lectura que seguía hace unos años, continúo engullendo un libro tras otro, pues, al cabo de un tiempo, el libro ya no será el mismo: será más grande o más pequeño, de tapa dura o de tapa blanda, de portada colorida o más bien sobria, de piel o de cartoné... Pero, transcurrido un tiempo, un libro reemplazará a otro en el mismo sitio.
Detalles tan minúsculos como este dan forma a la intimidad de mi ser, esa parte de mí que sobrevive más allá de la compañía que me proporciona mi querida familia, mis amigos, mis compañeros de trabajo, mis vecinos, la gente con la que coincido en la frutería o con la que me cruzo en un callejón. Y resultan más significativos y estimulantes, más representativos de mi personalidad de lo que podría parecer a primera instancia.
Mientras ese libro permanezca sobre el zapatero, un rasgo distintivo de mi identidad perdurará sin cambios.
2 comentarios:
Me gusta como escribes , lastima no encuentro un botón con el que pueda seguirte XD
Gracias, Enmanuel. Antes, Blogger permitía ese tipo de seguimientos. Pero no sé cómo se puede hacer ahora.
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