Los jefes nunca se equivocan. ¿Acaso lo dudas? Si no estás de acuerdo, tienes un grave problema. Cada vez me cuesta más admitirlo, pero es así. Hay que saber reconocerlo y actuar con la discreción pertinente.
Recapacita un momento y ponte en su lugar: eres el jefe. Por tanto, ¡tienes toda la razón! ¡Es innegable! Es tu derecho y tu privilegio. Los errores los cometen tus subordinados, aquellos que dependen de ti, naturalmente, y tu obligación es hacérselo notar, para que apliquen las medidas correctivas más adecuadas, cuanto antes, y carguen con la culpa y el remordimiento de la tarea mal acabada.
Fuera de bromas, esto no es así. Los jefes son, sencillamente, personas. En consecuencia, son susceptibles de equivocarse con tanta facilidad como cualquier otro ser humano con responsabilidades. Afortunadamente, hay jefes, aunque no abunden especialmente, con una seguridad en sí mismos bastante sólida y una personalidad bastante equilibrada como para disculparse, ante un desliz propio, una vez que se demuestra que no tenían razón. Mientras tanto, ciertamente, se desata la tormenta y media la tensión. Pero resulta crucial, para el funcionamiento constructivo de una actividad, sea cual sea, que todos rectifiquemos, independientemente del nivel en el que nos encontremos, y seamos tratados con rigor e indulgencia al mismo tiempo, claro. El rigor nos exige la corrección y tenerlo en cuenta para la siguiente ocasión. La indulgencia nos brinda libertad de expresión, ecuanimidad y tranquilidad. Nada de esto nos resta respeto ni autoridad ante los demás.
Apuntes y excentricidades de un escritor. Un rincón para quienes quieran comentar algo de literatura... y otros temas, ¿por qué no?
domingo, 31 de julio de 2011
Reflexiones de un ser mundano: Los jefes nunca se equivocan
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