sábado, 2 de diciembre de 2006

La literatura de la ceguera

La noche del viernes, la oscuridad cayó sobre nosotros. Fuimos convocados en un entorno encantador y fantasmagórico al mismo tiempo, la Hacienda de Los Ángeles Viejos, un auténtico cortijo en el término de Alcalá de Guadaíra (Sevilla). Una vez llegada la hora, se apagaron casi todas las luces y los recitadores leyeron ante nosotros, espectadores, el contenido de la revista "Carmina", que ha dedicado su segundo número a La Ceguera.

Cada año, cada mes de diciembre, las personas que voluntariamente editan esta revista presentan ante el público el nuevo número que con tanto cariño y esfuerzo han elaborado. En esta ocasión, se hacía en medio de un espectáculo literario, plástico y musical.

Al son de los versos, Niño Elías, el músico, hacía sonar la guitarra y Xopi, el pintor, deslizaba sus manos sobre el lienzo, ambos con los ojos vendados, para interpretar su arte sintiendo la poesía. Cuando se leía prosa, todo cesaba momentáneamente. Fue, sin duda, un acto curioso y emotivo, que contó con la presencia del actor Cesáreo Estébanez, con su característica voz cascada, como uno de los declamadores. Y así asistimos a la lectura de obras varias con ciegos como personajes, de autores como Jorge Guillén, Rafael Alberti, Rainer María Rilke, Emilio Prados, Ernesto Sábato, Quevedo, Elías Canetti y otros.

Mi amiga María del Águila Boge, viajera literaria y excelente escritora, me había invitado a participar de este evento. No lo dudé un solo momento. Y, al término del acto, pues antes no pudimos vernos, me recibió con gran cariño. Estaba sentada junto a uno de esos colegas que ha conseguido en sus periplos por América, pues arrastra una tradición impenitente de desplazamientos y estancias por el extranjero en busca de más conocimiento y grandes experiencias. En seguida, me lo presentó. Se trataba del poeta argentino Luis Alberto Ambroggio, firme defensor del idioma español, que se encontraba estos días en España para ofrecer un recital poético en la Biblioteca Nacional de España, entre otras cosas, y había accedido a la invitación de María del Águila para acudir a este encuentro tan singular.


Luis Alberto Ambroggio

Debido a las prisas del momento, no pudimos intercambiar demasiadas palabras, salvo aquellas dedicadas a las impresiones sobre lo que acabábamos de disfrutar, sobre la obra pictórica expuesta a la venta en la antigua capilla de la hacienda y sobre algunos aspectos de nuestros escritos. Luis Alberto Ambroggio, nacido en la Córdoba argentina en 1945 y residente en Estados Unidos desde 1967, es sin duda una personalidad peculiar en el mundo literario, que alterna su entusiasmo por el vuelo como empresario aeronáutico con su entrega a la poesía. Así reza en la biografía que le dedica Marta Altamirano. Ha sido miembro de distintas asociaciones y colabora con publicaciones de Estados Unidos, Europa e Hispanoamérica.

Luis Alberto nos regaló a mi esposa y a mí tres de sus obras y, aunque reaccionó con la timidez del veterano que conoce mundo, aceptó encantado dedicarnos algunas de ellas. Afortunadamente, aunque no tenía en casa ningún ejemplar de mi novela, iba preparado al encuentro y pude obsequiarle uno de esos libros recopilatorios que recogen algunos de mis relatos más destacados junto a los de otros autores.

Por tanto, el viernes terminó con una nueva amistad. Y el vasto mundo de la literatura se puso un poquito más a mi alcance. Otra aproximación sucesiva.

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