-Y él te quiere, claro.
-Imagino que sí.
-¿No te lo ha dicho?
-Aún no.
Los pequeños ojos negros del viejo osito de peluche brillaron de satisfacción. Pero intentó ser discreto delante de la nueva adquisición del niño de la casa. Tal vez, aun después de tanto tiempo, seguía siendo su juguete favorito. O eso quería pensar y deseaba con toda su alma.
Apuntes y excentricidades de un escritor. Un rincón para quienes quieran comentar algo de literatura... y otros temas, ¿por qué no?
sábado, 6 de diciembre de 2008
El escritorio: Confesiones
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2 comentarios:
Pobres ositos...
Muy bueno.
Besos,
Cris
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El diálogo no es totalmente inventado, pero no se lo escuché a un muñeco, naturalmente. :D Ese cruce de palabras en el autobús dio pie a que surgiera el resto. La inspiración está donde menos la esperas.
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