Dado el tono que suelo emplear en estas reflexiones, seguramente pensaréis que voy a criticar algún aspecto típico de estas fechas como el consumismo excesivo, muy mermado por la crisis por cierto, o la confusión de valores que se agrava cada año que pasa. Pero no. La Navidad se merece que resalte lo positivo de esta época. Así que voy a contar una anécdota que me ocurrió hace unos días y que me parece un auténtico cuento navideño.
Paseábamos después de comer para aligerar la digestión y vencer el frío. Mi hija dormía la siesta en el carrito (últimamente descansa más tras tanto padecimiento), mientras mi mujer y yo charlábamos con mi cuñada y su marido, al tiempo que jugábamos con nuestra sobrinita de año y medio. Cruzamos el parque Campo Grande, pequeño pulmón de Valladolid, frondoso y arbolado, cuando encontramos en un charco un pajarito que no era capaz de remontar el vuelo.
Al principio pensamos que se trataba de un polluelo de gorrión que se había caído del nido y no había aprendido aún a usar las alas. Lo cierto era que no las tenía muy desarrolladas y solo acertaba a planear de vuelta al suelo. Pero más bien parecía un joven canario.
El pajarito se adaptó pronto al contacto con mis manos, probablemente porque necesitaba un poco de calor, y no se iba. Mientras se iban secando sus plumas, nos planteábamos qué hacer con él. No era una cuestión fácil. Si lo soltábamos y le devolvíamos la libertad, seguramente moriría de frío por la noche. Pero llevarlo a casa era imposible, porque la calefacción lo sofocaría y acabaría con él; además, no queríamos tenerlo junto a un bebé que acababa de pasar por el hospital y todavía se estaba recuperando.
Cuando íbamos por el paseo central hacia casa, antes de salir del parque, nos topamos con gente que se paraba a ver el simpático pájaro y me preguntaba por él. Con una pequeña esperanza, les explicaba tranquilamente lo sucedido. Y la esperanza tuvo su fruto.
Hubo suerte. Los segundos que se fijaron en el pajarito fueron dos hombres maduros que entendían de aves. Me confirmaron que se trataba de un canario sefardí, que podía haber muerto si no hubiera bebido agua y que, de hecho, moriría si lo dejábamos pasar la noche en el parque. Uno de ellos era, casualmente, aficionado a los canarios. Y, doble coincidencia, habían venido de Utrera, Sevilla, a pasar unos días en Valladolid. Intercambiamos impresiones y les cedí el canario, que se llevaron agradecidos con la intención de cuidar. Todos terminamos contentos, viviendo un final feliz como en los cuentos. Espero que el pequeño canario haya sobrevivido y sepa aprovechar el regalo de la vida que volvió a recibir aquel día.
¡FELIZ NAVIDAD A TODOS Y QUE EL AÑO 2009 ACABE CON LA CRISIS!
6 comentarios:
Feliz Navidad a los tres!! Que guapisima está ahí Irene!! pa comersela!!
Lo del canario, ainsss, menos mal que lo encontrasteis, y que sigue habiendo gente con buen corazón.
Besos!!
:) Felices fiestas.
Feliz Navidad a los tres y que el año próximo os traiga mucha salud, mucha felicidad y mucha paz. Y por supuesto, Irene está guapísima, encantadora, una princesita es lo que es.
Me alegro por el pajarito, de seguro que el tiene ahora un hogar bueno
Me sumo a estas felicitaciones, para vosotros tres, y ¿por qué no? para cuantos te leen.
Felíz Navidad para ti y los tuyos. En cuanto al o del canario, que gran verdad que la felicidad está en los pequeños detalles.
Un abrazo grande
Feliz Navidad para José Ángel y sus dos musas, y para todos los visitantes de este blog.
Publicar un comentario