sábado, 10 de enero de 2009

Irene y la nieve

Anoche nos acostamos con las calles nevadas y hoy Valladolid amaneció de color blanco. Irene nos despertó temprano, como ya es costumbre, y nos asomamos a las ventanas para descubrir el paisaje monocromático de la ciudad. Entusiasmados, nos vestimos los tres (Irene con un poco de ayuda por parte de sus papás) y salimos de paseo bien abrigados.

Este fin de semana acudían los moteros a su cita anual en Valladolid. Aquí lo llaman el encuentro de los pingüinos e incluso hay menús con ese nombre en los restaurantes. Este año, lo de pingüinos venía que ni pintado. Hasta sus motos aparecieron congeladas.


Aunque el panorama era muy bonito, pese a las molestias que suele causar la nieve (ayer dejó bloqueada Madrid), caminamos decididos hacia el parque Campo Grande, pues intuíamos que la nevada se habría cebado especialmente con esos jardines. En efecto, encontramos todo el recinto bajo una capa de nieve de varios centímetros. Resueltos, nos adentramos al otro lado de la verja y recorrimos los caminos que atraviesan el parque.


Al pisarla, la nieve crujía bajo nuestros pies. La masa blanca no era compacta. Si tomabas una porción en la mano, antes de convertirla en una tentadora bola para arrojársela a alguna víctima próxima, podías observar que no era más que un cúmulo de diminutos copos; la mayoría eran de formas irregulares pero en algunos destacaban las seis puntas de una estrella. En definitiva, estábamos experimentando sensaciones que merece la pena vivir alguna vez.


Indudablemente, Irene disfrutó jugando con la nieve. Nos pidió encarecidamente, con sus quejidos, que la bajáramos del cochecito para andar sobre aquella cosa blanca que había cubierto todo y caminó sobre ella sin dejar de mirarla, emitiendo sus habituales sonidos guturales de tremenda emoción. Con sus once meses recién cumplidos, Irene ha contemplado una de las grandes nevadas de Valladolid en los últimos años. Hasta el estanque que cruza el parque como un riachuelo había quedado bajo una placa de hielo que inmovilizaba todo como si se hubiera detenido el tiempo.

La última sorpresa antes de empezar, como unos valientes, las compras de las rebajas, fue toparnos con los patos en el lago, los pavos reales deambulando por los senderos de nieve o entre las ramas de los chopos y, finalmente, los gorriones peleándose por unos frutos secos que los transeúntes repartían entre las ardillas. Estas, juguetonas y traviesas, se movían entre la gente sin temor y sin vergüenza, con la rapidez del rayo. Aun así pudimos hacer un retrato de una de ellas mientras se preguntaba si le llevábamos algo de comida.


Irene no podía contener sus grititos de placer, sus aplausos, sus sonrisas. Cabe destacar que últimamente se pasa todo el día diciendo "Yastá" (y sabe perfectamente lo que significa porque con esa expresión pone fin a las cosas cuando ya no le interesa seguir haciéndolas) o "el tete", para reclamar nuestra atención cuando se le cae o tira deliberadamente el chupete. Ciertamente, la evolución de los niños es asombrosa, pero Irene no deja de maravillarnos.

5 comentarios:

Arwen Anne dijo...

Irene está guapísima, se está haciendo toda una mujercita pese a su corta edad, y se la vía feliz con la nieve... es que es tan bonita esa cosa blanca que cae del cielo... yo la he vivido una sola vez, pero no tan intensa como esa, aquí no suele nevar, aunque la verdad es que me gustaría que nevara, recuerdo muy bien la nevada de hace dos años, fue estupenda.

Gracias por compartir con nosotros ese día tan maravilloso que pasasteis

ah, por cierto, la ardilla que le pasaba, le gusta que le hagan fotos no? mira que es presumida jaja

un beso

J.E. Alamo dijo...

De mi infancia británica echo a faltar la nieve en invierno y ahora que nieva en toda España, aquí en Valencia nos conformamos con el frío. ¡Qué envidia me das, José Ángel!

José Angel Muriel dijo...

La nieve, el hielo y los días fríos tienen sus inconvenientes, como podéis imaginar. Aunque el paisaje es hermoso, es cierto.

Creo que esas ardillitas de Campo Grande están más que acostumbradas a las visitas humanas y no les importa salir en la foto. :D

Pablo G. Naranjo dijo...

En Sevilla, el frío es pelón pero no pasamos de lluvia fresquita. ¡Qué emoción lo de tu niña!

José Angel Muriel dijo...

Sí, hoy hemos tenido el frío de un día a lo sevillano por aquí (unos 4º C). Pero ayer nevó y el lunes vi por primera vez en mi vida una cencellada (cuando el rocío se congela).