En cuanto nos despertamos el martes, le di a mi mujer su regalo de cumpleaños. Eran unos pendientes. Como casi todos los días, Irene ya estaba levantada. Cuando vio los nuevos pendientes de mamá gritó:
- ¡Quero uno! ¡Es mi cumpeaño!
Era cierto que su cumpleaños, dos días antes, se había celebrado durante todo el fin de semana, a modo de fiesta interminable: el viernes en la guardería con sus compañeros y monitoras, el sábado en casa con la familia y, finalmente, el domingo con sus primos y amiguitos en un McDonald's. Disfrutó tantísimo que terminó agotada de la emoción. Pero quería seguir con la fiesta toda la semana.
- ¡Oooooh! -exclamó con pesar cuando me vio recoger, unos días más tarde, la guirnalda con que había decorado la lámpara del salón-. ¡Quero fiesta!
Y con tanta fiesta, fiesta, fiesta, nos hemos terminado acordando de Pocholo.
Irene ya tiene tres años. Aún recuerdo cuando era muy pequeñita y la cogíamos en nuestros brazos como una ligera muñequita. Pero nuestra vida a su lado ha sido tan intensa que no puedo decir "parece que fue ayer". Tengo la suerte de poderle dedicar mucho tiempo y ver cada día cómo crece y aprende. Ya no es un bebé. Es una señorita.
Vero, su cuidadora en la guardería nos ha contado más de una vez que le encanta pintar y lo hace muy bien, que disfruta haciendo las fichas con los ejercicios y completa las tareas con mucho esmero, que hace muchas migas con las más mayorcitas de su clase, que le encantan los más pequeños y se porta muy bien con los más bajitos y tímidos, los coge de la mano, los pasea. Siempre ayuda y protege a los más débiles. Se parece mucho a su madre.
También le gusta sentirse protagonista. Cuando celebra algo, le encanta encargarse personalmente de repartir los pastelitos y las chucherías a los demás. Y a menudo toma el papel de la señorita para imponer orden, aunque ella sea la primera que se pone de pie cuando no debe.
Además, es analítica, responsable, cuidadosa y hábil. Cualidades no le faltan. Defectos tampoco, claro. Pero es una niña genial. La mejor hija que podíamos tener. Ojalá tenga siempre este carácter tan cariñoso y dócil. Es tan feliz con todo lo que le sucede. Y le fascina viajar. Ha estado en Londres y se lo pasó en grande en la juguetería Hamley's, ha jugado con la nieve en Sierra Nevada, ha visto los ciervos en Cazorla...
No hace mucho estaba en casa con Manoli, la chica que la lleva a la guardería por la mañana y cuidó de ella antes de que empezara este curso. Mientras Manoli limpiaba el cuarto de baño, Irene la ayudaba. Entonces le dijo:
-Ay, estoy cansá. ¡Qué limpito va a quedar! Pero vamos a descansar, ¿no?
-Sí, y así te terminas el desayuno -replicó Manoli muerta de risa.
-¿En la cama grande? -es decir, la cama de matrimonio, que tanto le gusta.
-No, no hace falta. En el sofá.
-Vale. ¿Ponemos los "bujitos"?
-Eso.
Al cabo de un rato, después de descansar un poco, Manoli le instó a seguir con la faena:
-Ya, ¿no?
-La cocina y ya está, ¿eh?
Irene dio dos fregonazos con su fregona de juguete y volvió a decir:
-Estoy cansá.
Y se fue al salon a seguir viendo sus dibujitos y a pintar en su mesita.
5 comentarios:
El tiempo vuela, parece que fue ayer cuando subiste las primeras fotografías
Todavía recuerdo cuando comentaste que ibas a ser padre; qué barbaridad cómo pasa el tiempo.
Irene está preciosa, cada día más.
Un beso y mis mejores deseos.
Pero si está enorme!!! Cómo crece!! Y bien guapa que es!
Guapa más que guapa!!
Muchos besos a los tres!
Me ha encantado eso de "no puedo decir que parece que fue ayer". ¡A mí me pasa exactamente lo mismo! Cuando viene alguien a decirme "¡Cómo pasa el tiempo de rápido!" yo hago el vano intento de recordar todas las cosas que me han pasado del verano para acá... y me río. Me río mucho. :)
Un abrazo para los tres. ¡Y a ver si nos vemos, que guardo tu boli con mucho cariño, pero con intención sincera de devolvértelo!
Ja, ja. Ya no me acordaba del bolígrafo. Es verdad.
Sí, tengo ganas de que coincidamos.
Gracias a todos por visitarme. Un abrazo.
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