Este pasado sábado, en dos horas que se me pasaron volando, gocé de uno de los ratos más conmovedores de mi vida como espectador y disfruté como hacía tiempo que no lo hacía con una representación artística (inclúyase cine, teatro y ópera, por ejemplo).
Todo ello gracias a Drácula, la obra de Bram Stoker adaptada al teatro por Hamilton Deane en 1924 y estrenada en el Teatro Lope de Vega de Sevilla este fin de semana a cargo de Eduardo Bazo y Jorge de Juan. Esta versión está protagonizada por Emilio Gutiérrez Caba, que hace de profesor Van Helsing y de genial hilo conductor de la historia con la maestría que le otorga su dilatada experiencia en el mundo de la interpretación, y Ramón Langa, quien da vida al siniestro Conde con una de las voces más conocidas del doblaje (pone personalidad española a Bruce Willis, entre otros). Francamente, ver a Drácula en el escenario, a tan solo unos metros, resulta, por la proximidad, aún más terrorífico y escalofriante a pesar de tratarse de un personaje de ficción. Como no podía ser de otro modo, los aplausos y la ovación se prolongaron más de lo usual.
El hecho de asistir a esta dramatización del clásico ha confirmado mi postura con vistas al debate programado para el sábado que viene a las 17:00, dentro del VI Encuentro de Literatura Fantástica, que enfrentará a los partidarios de los vampiros con los seguidores de los zombis, criaturas infernales en cualquier caso. ¡Yo soy vampiro!
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