Al volver del colegio, descubrió la jaula vacía. La puerta se había quedado abierta, no podía explicarse cómo, y Disi se había escapado. Buscó desesperadamente por todas partes, pero no la encontró. Probablemente, se había escabullido hasta el jardín, donde era casi imposible dar con ella y estaba expuesta a mil peligros.
Se sentía culpable de que hubiera podido pasarle algo a su querida cobaya. La tenía como mascota desde hacía dos cumpleaños y se había encariñado mucho con ella.
La angustia se había adueñado de su rostro aniñado cuando fue hasta el comedor y se sentó a la mesa, atendiendo al reclamo de la madre. Ya tenía el plato delante, que olía deliciosamente.
-Disi se ha perdido –lamentó con pesadumbre, tenedor en mano.
-¿Has probado ya el arroz con carne? –atajó la madre, haciendo caso omiso-. Te va a encantar.
Apuntes y excentricidades de un escritor. Un rincón para quienes quieran comentar algo de literatura... y otros temas, ¿por qué no?
martes, 15 de mayo de 2012
El escritorio: A grandes crisis, pequeños remedios
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