Un recuerdo de mi reciente y ociosa estancia en Zuheros y la visita a las poblaciones de Doña Mencía -la noche antes del eclipse lunar-, Alcalá la Real y Moclín.
Mientras devoramos este manjar
que debe pertenecer a los dioses,
naranjas, olivas, atún y bacalao,
se oyen acentos italianos y recuerdos.
Caminábamos bajo la luna,
llena, luminosa y entera,
por callejuelas oscuras pero concurridas,
al ritmo de las palabras de Juan Valera.
Rodeamos la muralla,
inscrita en la ciudad,
incrustada en su casco urbano
con torreones y almenas.
Junto a la carretera se ven,
entre viñas y mares de olivos,
edificios demolidos, antiguos caseríos,
que se derrumbaron por abandono y tristeza.
La tristeza también venció
a los castillos de Alcalá y Moclín,
pero el uno se alza orgulloso de sus reformas
y el otro oculta sus ruinas a la vista.
Largo fue el camino por el Bailón,
escasa el agua en la fuente,
casi perdidos en el monte,
regresamos por donde fuimos.
Apuntes y excentricidades de un escritor. Un rincón para quienes quieran comentar algo de literatura... y otros temas, ¿por qué no?
domingo, 8 de abril de 2007
El escritorio: Zuheros y alrededores
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