sábado, 21 de febrero de 2009

Colaboraciones: Crónica de un secuestro anunciado, de Ángel Rider

De Ángel siempre me llamó la atención su apellido, incluso antes de conocerle personalmente. Es un apellido idóneo para crear confusión y, conociéndole, cualquiera diría que lo buscó adrede. El señor Rider no es escritor, pero nos cuenta anécdotas propias con un talento y una ironía muy peculiares. Desde su blog nos vuelve locos a quienes le visitamos. Afortunadamente locos. También es un visitante asiduo de este rincón, al que puede considerarse invitado permanentemente.

Hace unos días recibí un mensaje en el que nos narraba a unos cuantos amigos sus experiencias en Turquía. En menudos atolladeros se mete Ángel. El trabajo le ha llevado hasta Bursa, la capital de la seda (aún uso la corbata que me compré allí). Se trata de una ciudad interesante para el turista pero, según nos confirma Ángel, monótona si se trata de establecer residencia.

En el texto que reproduzco, Ángel se burla de nuestros miedos y prejuicios, pero también pone en claro el choque cultural que representa a veces la comunicación entre dos personas que proceden de sitios muy diferentes.

La peli de Lost en tranlation trata de cómo una persona se puede sentir completamente fuera de sitio en un país extraño con costumbres e idioma alejadísimos de lo habitual.

Como Bill Murray me sentí cuando llegué al aeropuerto de Atatürk en Estambul, pedí un taxi, y cuando me monté y le dije al señor taxiturco, en un inglés cuasi perfecto: "Novotel Hotel" (para que veáis mis conocimientos de la lengua de Carlos de Inglaterra), el mismo me miró con cara extrañada, así que no tuve más remedio que darle mi papelito con la dirección. No sabía inglés.

Sonríe, arranca, y deja mi papelito con él, no me lo devuelve.

Se supone que cuando una agencia te busca un hotel cercano al aeropuerto solo para pasar la noche, éste está como mucho a unos siete u ocho minutos. Llevaba yo doce minutos en el taxi cuando empecé a ponerme nervioso. Más aún cuando el taxista coge el móvil y empieza a llamar a alguien, todo como muy haciendo planes, en un tono muy poco confidente. Yo pensando en que me estaba llevando a vete tú a saber dónde, pero no donde yo le dije.

Intento hacerme el buena gente, me funciona a veces, no creáis, e intento ser amable, hacerme cercano. Miro que había caído una buena manta de agua y digo, sonriendo: "Water today, eh?" (el eh en un español muy castizo).

Me mira, extrañado. Ni puta idea de inglés, pero ni puta ni zorra.

"WATER", repito. Y hago el gesto con la mano de agua cayendo.

Y el tío me dice: "Novotel, Novotel", asiente, y me señala para adelante.

En ese momento me quise morir. Solo medio minuto después estaba más acojonado que muerto cuando el taxista miró para atrás por el retrovisor mientras estaba hablando de nuevo por teléfono en el mismo tono de mafioso, y sonreía.

Pasamos por el Novotel en ese mismo momento, y el doble de Sayid pasó de largo.

Glup.

Le dije Novotel, señalando, con la cara desencajada, supongo, y él me hizo un gesto de que iba a dar la vuelta y que volvería. Eso quise entender.

Cinco minutos más tarde, y yo a punto de llamar a nosequién para decirle que me iban a violar y que ni sabía dónde estaba, ni la matrícula, ni nada, y que el tío iba a 110 por una carretera convencional, con lo cual tirarme al suelo no le venía nada bien a mi cutis, el tío mamón va y da la vuelta.

Y me lleva al hotel.

Y hasta me da las buenas noches al despedirse. Lástima que no me hubiese dado un pañal, que me hacía más falta.


Ángel Rider

4 comentarios:

J.E. Alamo dijo...

¡Buenísimo! Y es cierto que las barreras lingüísticas provocan situaciones como esta. De todas formas, esa "vueltecita" del taxista huele mal.

Esteban González García dijo...

Muy bueno.
Ahora nos reimos, pero él lo tuvo que pasar fatal en ese momento.
Algo parecido me pasó una vez en Ginebra. Cogí un taxi a las tantas de la noche para ir a un pueblo perdido de la Selva Negra en Alemania y no podía ni tragar saliva viendo el taxímetro subir y subir. Cuando llegué no pude ni preguntar del acojone que tenía por no llevar dinero suficiente.
Menos mal que el taxímeto marcaba en Francos suizos, no en euros, pero me costó entenderlo al taxiturco que me llevó... uf.

El señor Ríder dijo...

Gracias por tus palabras, amigo. La verdad es que me has hecho parecer ¡incluso interesante!

Nos vamos leyendo.

José Angel Muriel dijo...

¿Ves? Ya te dije que te iba a publicar, impaciente. :D