martes, 17 de febrero de 2009

Colaboraciones: El retrato, de Jaume Castejón

Como ya he contado alguna vez, una de los grandes alicientes de dedicarte a escribir es la oportunidad de conocer a otros autores. Jaume Castejón se puso en contacto conmigo sin conocerme, por el simple hecho de que compartíamos editorial con uno de nuestros libros. Y solo lo hizo por el placer de cruzar unas palabras con un colega escritor y para proponerme el intercambio de nuestras novelas dedicadas. Es uno de esos hábitos que deberían convertirse en tradición dentro de esta profesión. Va mucho más allá que el intercambio de tarjetas de presentación, pues en este acto social se pone un cariño especial y se produce un reconocimiento mutuo y respetuoso.

Gracias a la iniciativa de Jaume, podré conocer el reino de Hárkad y Las ruinas de Aras. Así se titula la primera parte de su saga Aras, leyendas de la Ciudad Blanca. Este último apelativo me recuerda inevitablemente Aztlan, la Tierra Blanca de Ladrones de Atlántida que hoy mismo le he enviado por correo y que espero que disfrute y estudie con la capacidad que le habrán proporcionado sus estudios en Prehistoria, Historia Antigua y Arqueología.

Jaume es salmantino de adopción como yo lo soy vallisoletano. Sí, somos casi vecinos. Además de la novela que he mencionado, Jaume ha publicado el poemario Poesía a los cuatro vientos (2001), lo que confirma su perfil polifacético como escritor. Hoy podemos leer uno de sus relatos, titulado El retrato, que me ha cedido para su inclusión entre las Colaboraciones de este blog.

Desde aquella noche, que los ruidos, los sobresaltos y el miedo son una constante cada día. Ya no duermo, esperando que lleguen las formas traslúcidas a correr por mis habitaciones, a cerrarse y abrirse las puertas y las ventanas como si una fuerte corriente de aire hubiese penetrado en mi casa. De repente, un armario que se arrastra en el otro extremo del piso y yo me sobresalto, o unas pisadas por el pasillo sin que nadie haya en mi casa que se dedique a estos juegos, pues vivo solo desde hace tiempo y tanto arriba como abajo los pisos fueron abandonados por sus inquilinos.

Al principio era un sueño que se repetía cada noche, despertando yo sudoroso y agotado. Ignoro si en medio del extraño sueño gritaba, aunque no me extrañaría nada, pues fue poco después de aparecer el sueño que los vecinos de arriba se marcharon. Últimamente no saludaban, se escondían de mí cuando me encontraban y alguna vez, girándome de repente, les vi murmurar mientras me miraban y, al instante, disimulaban.

Yo llegaba al trabajo agotado, abatido, con un cansancio terrible, sabiendo que sólo podría dormitar algo por la tarde, pues a la noche siguiente, la pesadilla, fiel a su cita, hacía acto de presencia y me destrozaba. Intenté cambiar las horas de sueño, pero la pesadilla fue apareciendo en el momento en que cerraba los ojos, fuese cual fuese la hora en que me hallase. Parecía que su único objetivo era atormentar el descanso de mi cuerpo y de mi mente.

En el trabajo empezaron a notar la falta de sueño. No había disculpas y decidí abandonar, en espera que un día cesasen las pesadillas, pero poco a poco, casi sin darme cuenta, empezaron los ruidos. Al principio eran sobrecogedores y mis sustos tan mayúsculos que creí que no iba a soportarlo, pero a la que me acostumbré a ellos, empezaron otros nuevos. Ahora ya no sé cuáles van a atormentarme la siguiente noche, mas después de los ruidos llegaron los movimientos.

Puertas y ventanas, sillas, mesas y armarios, luces que se encienden y se apagan. Corté la luz y el teléfono, pero cada noche suena para mayor sobresalto. Pero lo último, lo que ya casi me tiene fuera de mi entendimiento, lo que ya casi no soporto son las figuras traslúcidas desplazándose como si flotaran por toda la casa. De todas las edades, algunas me traspasan y es tanto el terror que siento cuando eso ocurre que me quedo clavado en el sitio, tembloroso, porque son pegajosas y su olor es tan desagradable que, luego, a pesar que aireo mi ropa y me lavo, sigo oliéndolos.

Hoy, he intentado recordar cuándo empezó todo: aquel sueño. Mi memoria me lleva a aquella noche en que ayudé a mi hermano a recoger unos viejos retratos de familia de la casa de nuestros abuelos. Los abuelos vivían en una casa bastante antigua, en las afueras. Nuestro padre dejó la casa pronto para ir a estudiar a un internado, y ya no volvió a vivir con los abuelos. Mi hermano y yo casi nunca visitamos esa casa, pues siendo nosotros pequeños, la dejaron repentinamente para irse a vivir a un apartamento más cercano al centro. Al morir mi padre, dejó en herencia esos viejos retratos para mi hermano, ya que éste les tenía un especial apego. Así que fuimos a recogerlos.

Al llegar a la casa nos dimos cuenta del avanzado estado de abandono en que estaba. El polvo, las telarañas y el olvido lo cubrían todo. Con unas linternas subimos por la gran escalera para acceder al piso superior donde se encontraban los cuadros. La madera crujía a nuestro paso, aunque parecía segura. Cuando llegamos a la habitación donde estaba la herencia de mi hermano, un golpe seco, de alguna ventana que se había cerrado por el viento, nos dio un sobresalto. Allí estaban, apilados, llenos de polvo. Los miramos con prisa, pues ninguno de los dos se encontraba cómodo en la casa y como mostré cierta gracia por uno de ellos, mi hermano, como pago por el favor realizado, me lo regaló para que lo colocase en mi salón. Luego, observándolo con más detenimiento no me pareció nada agradable, aunque, por la memoria de mi abuelo y de mi padre, decidí quedármelo.

Ahora estoy sentado frente a ese retrato, la casa está llena de espíritus, las puertas abriéndose y cerrándose con fuertes golpes, las luces locas y todos esos repugnantes seres con su olor pegajoso, ahora que ya lo recuerdo todo, me miran, me llaman al interior del retrato. No sé cuánto tiempo podré resistirlo. Me atraen, quieren que me vaya con ellos.

Me llaman, me llaman y no puedo abandonarlos...


Jaume Castejón

2 comentarios:

NIMRIL dijo...

No hubiese querido ser el primero, pero la verdad es qu agradezco que mi colaboración esté en tu blog. Es para mí una verdadera satisfacción encontrar un pedazo de mi producción entre tus páginas.

Gracias por la confianza

José Angel Muriel dijo...

Faltaría más, amigo Jaume. También es una forma de seguir estableciendo lazos literarios.