domingo, 19 de abril de 2009

El porvenir de los libros electrónicos

Durante los dos últimos años se ha repetido el mismo tema en todos los eventos literarios a los que he asistido, llevando a la misma discusión entre los partidarios y los detractores de los libros electrónicos. Personalmente, hoy por hoy, no creo que haya una solución aceptable para sustituir al libro de papel. Pero es posible que el cambio venga cuando menos lo esperemos.

¿No pasó lo mismo con el teléfono móvil? Nadie pensaba que ese aparato portátil iba a caber en la palma de nuestra mano y nos iba a permitir, además de hacer llamadas y recibirlas, tomar fotografías, grabar video, leer y enviar correos electrónicos, conectarnos a internet, etc. Tengo que confesar que no me he unido a esta ola de usuarios y que considero exagerada la funcionalidad que ofrecen los teléfonos móviles y los operadores de telefonía móvil. Pero lo cierto es que han revolucionado nuestro mundo. Hasta tal punto que incluso las noticias diarias de televisión aparecen desvirtuadas por la baja calidad que ofrecen, cada vez más a menudo, los videos grabados con móviles que se muestran para ilustrar cualquier hecho. Por mi parte, me resisto porque sigo creyendo que el móvil se está usando como un agente que atenta contra nuestra intimidad, ya que siempre estás localizable y, cuando no respondes, recibes la reprimenda ulterior de quien te llamaba.


Algo parecido puede ocurrir con los libros electrónicos. Debe llegar un invento que revolucione el mundo de los libros y lo convierta en otra cosa, algo que permita subsistir simultáneamente al libro de papel y al libro digital, hasta que el primero fenezca, con el tiempo, y el segundo haya encontrado su evolución natural en nuestra sociedad. Tal vez la vía para alcanzar el éxito pase por convertir los libros electrónicos en otra cosa. Al igual que el teléfono móvil nos permite conectarnos a internet, por incómodo que sea debido a las pequeñas pantallas y los inmanejables teclados, quizá el libro electrónico deba entenderse como algo con entidad propia. ¿Por qué no narrar historias con hipervínculos, que permitan al lector tomar decisiones o retroceder si así lo desea? ¿Por qué no ilustrar los libros y convertirlos en un nuevo arte de combinación? ¿No podría instaurar el libro electrónico una nueva simbología, una hibridez entre la literatura y la imagen, el cine y la palabra, el regreso del audiolibro? Todo esto lo permite el libro electrónico, mientras que el libro impreso, por su existencia material y los costes que suponen su edición, lo impide.

Si volvemos la vista a la realidad, actualmente los libros electrónicos no son más que dispositivos con un disco duro en el que se pueden almacenar una gran cantidad de archivos en formatos más o menos estandarizados para su reproducción. Su pantalla muestra los textos escritos con tinta digital, que no emite luz, por lo que la sensación al leer es muy similar a la que ofrece el papel. De forma adicional, una de las ventajas es que el usuario puede elegir el tamaño de la letra, subrayar frases, buscar palabras o marcar por donde se haya quedado leyendo. A esto se suma la posibilidad de descargar gratis muchos textos desde internet.

Algunos de los dispositivos de este tipo que se están viendo en el mercado son los siguientes:

Sony Reader. La tercera generación cuenta con pantalla táctil para pasar la página con el dedo o activar un marcapáginas. Permite toma notas con un teclado virtual, elegir cinco tamaños de letra y subrayar con un lápiz óptico.

Kindle2. Se puede conectar inalámbricamente a la biblioteca de Amazon, que consta de unos 240.000 títulos. Permite almacenar hasta 1500 libros e incluye una aplicació que lee en alto los textos. También ofrece seis tamaños distintos de letra.

Papyre 6.1. Es el libro electrónico fabricado en España. Cuenta con una memoria útil de 450 Mb y se le pueden conectar tarjetas de memoria.


Ninguno de estos aparatos baja, de momento, de los 299 euros. Por ese precio, aunque no sea lo mismo, se puede comprar un Netbook (un miniportátil), que no pesa más de kilo y medio y permite hacer otras muchas cosas, aunque no se trate de un objeto especializado en la lectura. La tendencia quedará marcada por lo que decida al respecto el público y, sobre todo, las grandes editoriales, que, seguramente, encontrarán la manera de hacer lucrativa y compatible esta manera de leer con el mercado del papel.

3 comentarios:

J.E. Alamo dijo...

Es el futuro, no cabe duda. Yo veo un futuro en el que tendremos un "multiusos": móvil, lector, ordenador e incluso habrá implantes para manejarlos... No sé si es un futuro que me gusta.
Buen artículo.

Anónimo dijo...

Y una fuente de pirateo. Va a pasar como con la música, que nadie va a comprar un libro digital si se lo puede bajar.

José Angel Muriel dijo...

Ese problema de control sobre la producción debe ser lo que está frenando, entre otras cosas, un desarrollo más rápido de este mercado.