Durante la preparación de Ladrones de Atlántida tuve que realizar un notable trabajo de investigación. A primera instancia, la documentación sobre Atlántida parece abundante y diversa. Muchos son los libros de divulgación que plantean alguna hipótesis concreta sobre su ubicación e intentan hallar argumentos para justificarla. Hay múltiples alusiones a este enigmático nombre (Atlántida o Atlantis) en decenas de películas y programas. Y las referencias en Internet se cuentan por miles. Sin embargo, la bibliografía realmente útil es escasa y muy pocas son las obras de ficción que tratan exclusivamente de la Atlántida y desarrollan con detalle el mundo que pudo ser.
Con alguna excepción, los únicos documentos de los que puede sacarse información de provecho son los Diálogos de Platón, en los que empezó el mito. Mientras no haya restos arqueológicos que demuestren lo contrario, no se puede saber si la Atlántida fue tan sólo una invención del filósofo para ilustrar un paradigma de nación, pero ya ocurrió antes con la Troya de la que hablaba Homero en sus poemas.
Hay un aspecto adicional a considerar: la traducción de los Diálogos vertida del griego antiguo puede hacer variar la interpretación que se haga del texto. Esto ocurre, por ejemplo, con el vocablo utilizado por Platón -Nêsos- para describir el territorio atlante y que, según el investigador que interprete su significado, puede entenderse como “continente”, o como “península” o “isla” (el científico Georgeos Díaz-Montezano defiende esta última traducción). No obstante, ¿quién no reconoce al oírlo el nombre de esta mítica tierra, sea una isla, una península o un trozo de continente?
Antes de empezar a dar forma a mi propio proyecto, Ladrones de Atlántida, me hice la pregunta: ¿Y si hubiera existido? Sobre esta idea comencé a construir mi visión de lo que puso ser la Atlántida, tomando los planteamientos que me parecían más acertados, más creíbles o basados sobre mejores fundamentos.
Dice Critias en el Diálogo del mismo nombre: “Todos estos y sus descendientes vivieron allí durante muchas generaciones y gobernaron muchas otras islas en el océano y también dominaron las regiones interiores hacia aquí, como ya se dijo antes, hasta Egipto y Etruria.” De modo que la civilización atlante parece que, en efecto, alcanzó otras tierras, ya fuera comercial o militarmente, e implantó su hegemonía sobre ellas.
Entre las varias opciones de ubicación, dado que no había ninguna con pruebas irrefutables que la validaran, opté por elegir aquella que era tradicionalmente más familiar, la que debemos sobre todo a la labor de Ignatius Donnelly. En el siglo XIX, los franceses Brasseur de Bourbourg y Le Plongeon se mostraban convencidos de que algunos habitantes de la Atlántida habrían conseguido llegar hasta Centroamérica tras el hundimiento de la isla, ejerciendo luego una influencia decisiva sobre las culturas olmeca, tolteca, maya y azteca. Los descendientes de los mayas han conservado una tradición acerca de una isla llamada Aztlan, que sería, supuestamente, la patria originaria de todas las tribus indígenas centroamericanas, entre ellos los mexicas y aztecas. Donnelly (1831-1901), novelista y erudito, era el miembro más instruido del Congreso Norteamericano a finales del siglo XIX. En 1882 publicó un libro, Atlantis: The Antediluvian World, que conocería más de cincuenta ediciones y que sirvió de punto de partida para numerosas teorías posteriores. A partir de ese momento, la Atlántida se transformó en tema de conversación obligado para cualquier tertulia. En dicha obra no se ofrecían nuevas pruebas de la existencia de la Atlántida, sino que se hacía una síntesis de las ya existentes, encontrando nexos entre aspectos que no parecían tener relación. Consiguió establecer una secuencia de argumentos que, además de corroborar la historia original de Platón, brindaba datos nuevos sobre el continente perdido. Estudió los enigmas de distintas culturas y conjeturó que la Atlántida fue un continente entre Europa y América que quedó sumergido y que incluso llegó a constituir un puente terrestre entre ambos mundos.
Donnelly se basó en lo que los antropólogos denominan Teoría Difusionista, la cual sostiene que, si en lugares muy apartados surgen culturas parecidas, el hecho no puede ser casual, sino que se debe a contactos directos o indirectos. Las dos culturas con tantas similitudes son la egipcia y la mesoamericana. Son asombrosas las semejanzas entre sus templos, llaman la atención el hecho de que ambas culturas construyeran estructuras piramidales y utilizaran jeroglíficos en su escritura, así como la similitud entre sus aparejos y, aunque a Donnelly le pasó desapercibido, ambos pueblos representaban a sus dioses con forma de animal o con forma híbrida (humano y animal). Debido a todo esto, podría pensarse que hubo un contacto cultural continuado entre los antiguos egipcios y los antiguos habitantes de Centroamérica, aunque muchos antropólogos rechazan esta propuesta arguyendo que las culturas tienden a evolucionar de modo semejante aunque no tengan relación entre sí (hay convergencia en las tendencias culturales). La teoría tuvo sus detractores, naturalmente, y, de hecho, hubo puntos que fueron refutados razonablemente.
Las verdaderas motivaciones de Donnelly en su búsqueda del continente perdido salieron a relucir también. "Los habitantes de la Atlántida", escribió, "fueron los padres de todas nuestras concepciones básicas sobre la vida, la muerte y el mundo. Su sangre corre por nuestras venas" y "cualquier peculiaridad de las razas, de la sangre, cualquier iluminación del pensamiento, conduce, en último término, de regreso a la Atlántida". Donnelly y sus seguidores quisieron encontrar las raíces de la humanidad en una raza de superhombres, lo que explica en parte el porqué de la fascinación por la Atlántida. Son muchas las civilizaciones que poseen leyendas sobre algún tipo de paraíso, un mundo antediluviano en el que la humanidad vivía en paz y prosperidad.
El libro de Donnelly se convirtió en un clásico para aquellos que creían en la existencia de la Atlántida. Su mapa sitúa la isla en el océano Atlántico, más allá de las columnas de Hércules, donde, según Donnelly, también la situaba Platón.
Estas afirmaciones ya se hacían siglos antes. En su escrito de 1638 Nova Atlantis, el inglés Francis Bacon, uno de los primeros eruditos occidentales en interesarse por el tema, identificaba el entonces recién descubierto continente americano con la nación descrita por Platón. Veintisiete años después, otro sabio, el jesuita alemán Athanasius Kircher, en su obra Mundus Subterraneus, afirmaba que se habría tratado de una isla propiamente dicha, de un tamaño inmenso, fijando su enclave al oeste del estrecho de Gibraltar, entre Europa y América, tal como figura en el siguiente mapa (se ha invertido la imagen para hacerlo coincidir con las representaciones cartográficas habituales).
Para elaborar la novela Ladrones de Atlántida se consideró que Atlántida se hallaba en el Océano Atlántico, pero con dos ligeras matizaciones: se trataba de un archipiélago de menores dimensiones y más próximo al Estrecho de Gibraltar (las Columnas de Hércules) que a América.
Pero hay otras teorías. Cuando los griegos contemporáneos de Platón reconstruyeron la historia remota de sus antepasados, reconocieron que su cultura había nacido como reflejo de las civilizaciones de Mesopotamia y Egipto, de esa “luz traída de Oriente” por los navegantes fenicios. Para no reducir el papel de los ancestros al de meros receptores pasivos, se incluyó entre los relatos orales y las leyendas la aparición de Zeus, el mayor de los dioses de la Hélade, afirmando que fue quien viajó a Fenicia para, transformado en toro, apoderarse de la cultura oriental, personificada en la doncella llamada Europa que raptara llevando sobre su grupa hasta las playas de Creta, identificada por el historiador Tucídides como la sede de la primera cultura que surgió en el Egeo. Esto ocurrió hacia 2.000 a.C., cuando se produjo la expansión minoica y se construyeron los primeros palacios en Creta. Tras la hecatombe provocada por un seísmo, hacia 1700 a.C., se reanudó la construcción de edificios ostentosos y la escritura jeroglífica es sustituida por el Lineal A, mientras se relacionaba de forma fructífera con la Grecia continental, las islas cercanas, y con Egipto y Asia Menor gracias a su estratégico emplazamiento. Más tarde, tras la erupción del volcán de Thera (actual Santorini) que afectó a la propia Creta y a su flota, la isla fue invadida por los micénicos, que destruyeron los palacios. Las excavaciones arqueológicas en Creta y otras islas cercanas parecen apoyar la teoría de que la leyenda sobre Atlántida proviene de la destrucción de la civilización minoica tras la erupción de Thera (la actual Santorini), un volcán varias veces mayor que el Krakatoa. Los defensores de esta teoría afirman que la leyenda original sitúa la Atlántida fuera del Mediterráneo simplemente por dramatismo.
Hoy en día, el asunto de Atlántida no ha perdido trascendencia y sigue formando parte de serias investigaciones en todo el mundo. Sirva de ejemplo el curso impartido en marzo de 2005 por la doctora en Historia Antigua María Teresa Macadán y promovido por la prestigiosa Fundación Arqueológica Clos y el Museo Egipcio de Barcelona. Por otra parte, entre el 11 y el 13 de julio de 2005 se celebró en la isla griega de Milos “Atlantis 2005”, la "I Conferencia Internacional de Investigación sobre la Atlántida". Según los organizadores, este evento apunta a servir como foro para la presentación y discusión constructiva de todas las hipótesis científicas que se han publicado sobre la tierra perdida de Atlántida y para reunir a especialistas de todas las disciplinas científicas implicadas en destacar los aspectos de este tema. El Comité Internacional de este evento estuvo compuesto por más de cuarenta selectos investigadores de Universidades y centros científicos de investigación de Europa y EE.UU.
4 comentarios:
YO he escuchado en varios programas que las Canarias podrían ser lo que quedó de la Atlantis que se hundió.
Claro que en programas del Friker Jiménez and company se puede esperar cualquier cosa, ¿no?
De todas formas, en tu novela creo que la recreación de la Atlántida fue bastante creíble - si se puede definir de esa forma -, y no rallaba la pestilencia que han destilado otras novelas posteriores a las que le han dado mucho bombo.
Por cierto en las novelas Apocalipsis y Renazimiento se menciona la teoría de que los nazis creían que descendían de los atlantes. En concreto recuerdo la sociedad Toole que me hizo acordarme de tu libro y de Thool.
A ver si luego te busco algún texto sobre ello y te lo pongo.
Un saludo.
Este tema no tiene ninguna relación con el argumento de mi libro, pero es cierto que aún hoy en día hay sociedades que defienden la importancia de la raza aria y creen que procede de una civilización antigua, posiblemente la Atlántida. En una de mis presentaciones tuve entre el público a algunas personas que compartían esta filosofía.
Saludos,
Hace un par de semanas mi novia me habló de un documental de Jim Allen sobre La Atlántida. Lo situaban en Sudamerica. Me envió un link con la teoría...
http://axxon.com.ar/zap/c-zappingatlteoria.htm
Un abrazo
Gracias, Tom, y saludos. Pensaba que ya había respondido a tus comentarios. La teoría que escogí para mi libro es la más tradicional pero también la menos viable geológicamente hablando. Sin embargo, encajaba perfectamente para mis propósitos. Hay una hipótesis muy curiosa que sitúa la Atlántida en Andalucía, en el sur de España.
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