lunes, 31 de diciembre de 2007

Colaboraciones: Blanquita, de Nadia

Mi buena amiga Nadia, cubana residente en Miami que ya ha participado en alguna ocasión dentro de este apartado, me envió hace poco un texto inspirado en su querida perra, llamada "Blanquita", que lamentablemente falleció a principios de diciembre. Con sumo placer, publico aquí, a petición suya, las palabras que quiso dedicarle.

Nuestra familia pertenece al grupo de personas que son amantes de los animales. Por eso, al mudarnos a una casa con un patio amplio, nos propusimos buscar un perrito pequeño con el fin de inculcar a nuestros niños el amor a los animales y a la Naturaleza.

Fuimos a buscar a "Blanquita" una noche en que mi prima me llamó por teléfono y me comunicó que tenía para darnos una perrita Poddle de tamaño mediano, recién nacida, de tan solo unos días. Enseguida que la vimos nos enamoramos de ella. Después de admirar su dulzura, agradecimos a mi prima su obsequio y partimos rápidamente para mostrar al resto de la familia la nueva adquisición. Temblaba temerosa cuando la tomé y la puse en mi regazo camino a casa. Comencé a quererla desde aquel instante.

Sus ojitos apenas se veían, pues su pelo largo y abundante los cubría. Su pelo era ensortijado y blanco como el algodón, y después de algunos nombres sugeridos, decidimos todos llamarla "Blanquita". Luego de varios días, aprendió a reconocer su nombre y respondía rápidamente cuando la llamábamos, excepto las veces en que ella sabía que era para darle un baño. Comenzamos a llevarla a una peluquería de perros y le colocaban un lacito rosado en el tope de su cabecita dejando sus nobles ojitos al descubierto. Sin embargo, aunque a veces es costumbre cortar la cola de los Poddles por estética, decidimos pasar por alto esta costumbre y mantenerla tal y como la habíamos recogido.

Al igual que casi todos los niños a temprana edad, "Blanquita" a veces tenía momentos de inquietud que nos hacían enojar en gran manera. Por ejemplo, fueron varias las veces que tuvimos que tirar a la basura algunos pares de zapatos, porque "Blanquita" adoraba mordisquearlos y hacerlos trizas. Otras veces, jugaba con el papel higiénico del baño hasta ripiarlo completamente y esparcir los pequeños pedazos por todo el piso de la casa. Cuando la bañábamos, adoraba subirse a las camas después de retozar un poco en el patio y poner incluso su cabecita en la almohada, como una persona que busca su confort. A veces, si notaba que la puerta principal se había quedado abierta, solía escaparse a la calle súbitamente haciéndonos correr tras ella por toda la cuadra para evitar que accidentalmente fuera atropellada por algún vehículo.

Por suerte, después de un improvisado entrenamiento, "Blanquita" aprendió y fue adquiriendo hábitos más razonables. Aprendió a avisarnos cuando quería salir para sus necesidades fisiológicas, subía a la cama solo si le permitía, se quedaba sentada tranquilamente si alguien dejaba la puerta abierta, y finalmente nuestros zapatos se mantenían ilesos.

Jamón y pollo eran su comida favorita y se sentaba durante largas horas frente a la ventana para disfrutar del exterior. Mostraba una alegría extraordinaria cuando algún familiar llegaba a casa. Si la acariciábamos y retirábamos la mano, ella con una de las patas nos pedía que repitiéramos la caricia. Cuando se tendía, cruzaba sus dos patas delanteras dando la impresión de ser una fina y delicada damita.

Con los niños se comportaba de una forma especial. Aún recuerdo cuando le compramos a la niña un pequeño automóvil de juguete en el cual se paseaba por todo el patio llevando a "Blanquita" de pasajera. Aunque "Blanquita" me miraba con ojos implorantes pidiéndome que la salvara de tan peligroso paseo, soportaba los inseguros y aventurados movimientos de aquella conductora novata y resistía hasta que mi niña la liberaba cuando se cansaba de jugar.

Han pasado dieciséis años desde que "Blanquita" entró en nuestra casa. Nos hemos reído con ella, y hemos disfrutado su refinada personalidad, su amor, y su paciencia hacia nuestros niños que ya han se han convertido en adultos.

Pero los riñones de “Blanqui”, como le decíamos cariñosamente, comenzaron a fallar y por consiguiente sus pulmones también comenzaron a trabajar con dificultad. El mal era irreversible. Su doctor nunca dejó de atenderla pero su estado fue empeorando y deteriorándose apresuradamente.

Recordé a una amiga, la cual escuché decir en una ocasión que había tenido que “poner a dormir” a su perro porque estaba gravemente enfermo. A todos nos resultó insultante ese comentario. Para nuestra familia, el término “poner a dormir” a un animal que ha estado viviendo tantos años a nuestro lado significaba mandar a matar a un amigo. Hubo diversos comentarios, que si los animales tenían o no un alma, que si el único dueño de la vida era Dios y a Él solamente le correspondía quitarla, que si sufrían los animales al morir porque era dolorosa la inyección letal que le administraban, etc. El caso es que me prometí a mí misma que bajo ninguna circunstancia usaría este método para deshacerme de alguno de mis animales.

Pero hoy, después de verla sin querer tomar agua ni ingerir alimentos por tres largos días, de ver sus ojos como implorando ayuda, de verla respirando con tanto trabajo, de verla vomitando y arrastrarse por no poder mantenerse en pie, pensé que era más criminal de mi parte dejar que siguiera sufriendo de esa forma y entendí a mi amiga en su decisión.

Hoy nos despedimos de nuestra mascota pero la recordaremos como una perrita noble y fiel que participó en la formación inicial de mis hijos de alguna manera. Muchos de los momentos divertidos quedaron plasmados en retratos que disfrutaremos por largo tiempo. Pero por lo pronto, la echaremos mucho de menos.

No sufras más "Blanquita", y duerme tranquila, duerme…


Feliz Año Nuevo, Nadia. Feliz 2008 a todos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Quisiera agradecerle a la escritora por la esa historia, que la escribio con mucha delicadeza y alma.

Nadia escibe con tanto amor y suavidad, que uno se enamora inmediatamente de la familia y de la perrita.

Pareceria una simple historia de una perrita con sus aventuras de crecer y acomodarse en la nueva familia. Pero la enfermedad de la perrita, obliga a la escritora de analizar un problema mas profundo: "poner a dormir" o dejarla sufrir. Eso es una decision muy dolorosa no solo para los animales, pero como muchas familias saben, tambien para los hombres.

Le deseo suerte a la escritora, pues tiene mucho talento y fuerza en la manera de escribir que inmediatamente envuelve al que lee en su mundo creativo.

Muchas gracias.