No suelo hablar de política en público y aún menos por escrito. Seguramente porque no pertenezco a ningún bando ni color y me limito a contemplar lo que hace cada facción para apoyar a quien pueda tener más razón según mi criterio. Se da la circunstancia de que últimamente no sé a quién darle mi apoyo. Digamos que voy a resaltar algunos detalles de nuestra realidad actual, independientemente de la causa y del causante del problema. Mi propósito tan sólo es criticar aquello que no me parece correcto, especialmente porque nos afecta a todos por igual.
El pasado 19 de abril, una vez que había conseguido reunir todos los certificados y los datos fiscales del ejercicio anterior, me senté con todos los papeles por delante y me dispuse a confeccionar la declaración de la renta. Al cabo de unos minutos, cuando estaba introduciendo la información concerniente a la adquisición de la vivienda habitual, descubrí que este año se desgrava lo mismo sobre la inversión realizada durante los dos primeros años que después. Afortunadamente, en mi caso no afectaba, pero pensé en todos aquellos que han podido comprarse su pisito o su casita en los dos últimos años y ya no tienen un 25% de deducción (frente al 15% generalizado).
Relacioné conceptos y me dije: "Estupendo. Estamos en plena crisis de la construcción, cuando más falta hace incentivar la compra de inmuebles para que la situación mejore lo antes posible, y no se les ocurre otra cosa que quitar alicientes a los ciudadanos para invertir en ladrillo, como se suele decir coloquialmente". Menuda medida contraproducente. Pero, claro, de algún sitio tiene que salir el dinero para esos 400 euros que nos han prometido a todos este año o esos 2500 por cada bebé recién nacido.
Sin embargo, seguí pensando: "A lo mejor", reflexioné, "la economía está tan mal que creen que 400 euros para cada españolito asalariado pueden mejorar sensiblemente los niveles de consumo, que tanto han caído. A lo peor estamos viviendo una situación tan catastrófica que antes que motivar la compra de inmuebles para salvar a las constructoras en bancarrota es recomendable aumentar el consumo más mundano y corriente. Si fuera así, ¿por qué nos siguen diciendo que nuestra economía marcha bien?".
No lo sé. Pero lo cierto es que, como vengo denunciando desde hace tiempo, los medios de comunicación nos desinforman. Me sorprende que la prensa no nos haya advertido lo suficiente y haya hecho eco de esta broma de mal gusto, avisando de las repercusiones que tienen estas reducciones en las desgravaciones sobre nuestra capacidad adquisitiva final.
En cambio, parece más importante la vida privada de la hermana de Su Alteza Leticia Ortiz. Ese mismo día 17 se discutía en todas partes sobre la torpeza de las cincuenta y tantas demandas que había interpuesto exigiendo la intimidad de su vida personal. Ha sido tema de actualidad durante los últimos días. Y yo estoy convencido de que, al margen de lo bien o mal que haya planteado esas demandas, la chica tiene razón. A mí no me importa salir en televisión o en los periódicos por mis intervenciones en actos públicos, pero eso nada tiene que ver con lo que haga en mi casa. Como escritor, podría ser un personaje público, en tanto que participo en actos públicos, pero tengo derecho a la reserva de mi vida privada. ¿Dónde vamos a llegar si pensamos que podemos inmiscuirnos en la vida de los demás por el simple hecho de que algo les hace aparecer en la pantalla del televisor o les relaciona con alquien que lo hace?
En la prensa también vi el fin del mundo. Pippa Bacca, una artista que quería demostrar que la bondad y la generosidad abundan en nuestro planeta viajaba desde Milán, haciendo autostop para atravesar Europa. El último conductor que la recogió, en una población turca, la violó y la estranguló. ¿Debemos extraer alguna conclusión de esto? ¿Está la Humanidad perdida?
Apuntes y excentricidades de un escritor. Un rincón para quienes quieran comentar algo de literatura... y otros temas, ¿por qué no?
viernes, 25 de abril de 2008
Reflexiones de un ególatra: Crisis en la Humanidad
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