jueves, 5 de junio de 2008

Taller: El microrrelato: Decálogo del perfecto microcuentista (Ginés S. Cutillas)

I - Antes de escribir nada, lee todo.
No se puede escribir nada de calidad sin haber leído a los grandes. Busca las obras de los maestros en la materia –Borges, Cortázar, Monterroso, Aub, Denevi, Gómez de la Serna,... - , apréndetelas de memoria y olvídalas. Sólo entonces –y cuando hayas dejado de imitarles- escribirás algo de calidad.

II - No escribas nada que no aporte nada nuevo.
Esta rotunda afirmación se podría transpolar al resto de las artes, pero en esta en concreto es una verdad absoluta. Busca una idea innovadora y explótala hasta el final.

III - Elige con sumo cuidado cada una de las palabras.
En esta disciplina el matiz de cada vocablo es fundamental. No es lo mismo ‘atrapar’ que ‘apresar’ o ‘coger’. La primera es coger a quien huye o engañar a alguien para que caiga en una trampa, la segunda tiene connotación animal -hacer presa con colmillos o garra- o naval -apoderarse de una nave- y la tercera es la forma general y anodina que engloba a las dos primeras.

Evita adjetivar. Antepón siempre un sustantivo débil a un adjetivo fuerte. Si existe un adjetivo para describirlo seguro que un sustantivo se acerca más a la idea que buscas transmitir.

IV - Concentra tu máximo esfuerzo en la primera frase.
Es la que atrapa al lector. No es lo mismo empezar con ‘Me enamoré de un pez’ que con ‘Era una calurosa tarde de abril’.

V - Haz que el título forme parte de la historia.
En tan poco recorrido no puedes desperdiciar ningún recurso. Las palabras del título deben aportar información, aclarar la historia o situar de forma inequívoca la acción. Además, igual que la primera frase, ha de ser original y que te empuje a leerlo. Si el punto anterior lo cumples, entonces ya sólo tienes que acompañar al lector cogido de la mano hasta el punto final.

VI - Una imagen vale más que mil palabras.
Este tópico adquiere vital importancia en el microrrelato. Si consigues expresar con una mirada desgarrada de la chica hacía el chico –o al revés-, se explique que vivieron una apasionada historia de amor en otra época, has conseguido ahorrarte la explicación que te llevaría sin duda más espacio.

VII - La elipsis es la reina.
En la literatura en general y en esta disciplina en particular la figura de la elipsis es fundamental. Nunca menosprecies al lector. Juega con sus conocimientos, aprovéchalos y evita exponer información que ya sepa. Todo el mundo sabe que el fruto prohibido fue una manzana, ¿para qué nombrarla entonces?

VIII - Parte de situaciones y personajes conocidos.
Utiliza personajes de la cultura universal. Si nombras a Eva o a Adán transportaras al lector al principio de los tiempos. Si nombras a Hitler lo asociará inmediatamente con la II guerra mundial.

Por otra parte, si nombras a caperucita, todo el mundo estará esperando que salga el lobo.

IX - Usa sin complejos toda la literatura anterior.
La literatura se nutre de literatura. Si nombras a un escarabajo llevarás al lector a pensar de forma inevitable en Kafka, si hablas de sueños y erotismo aparecerá Freud en cualquier momento, si hablas de terror cósmico Lovecraft estará al caer y si apoyas una pipa en el microrrelato, Sherlock Holmes estará llamando a tu puerta.

X - Golpea sin piedad en el punto final.
La explosión de la idea viene con la última palabra. Ahí es cuando todo el microrrelato toma forma, cuando todo se explica y adquiere sentido. El punto álgido no puede estar al principio pues perderías la atención del escritor, ni tampoco en medio porque defraudarías sus expectativas. Es justo en el punto final cuando el lector espera –sin saberlo y ahí es donde reside nuestra mayor ventaja- ser noqueado.

Más ejemplos:

Crímenes Ejemplares (Max Aub)
-¡Antes muerta! –me dijo. ¡Y yo lo único que quería era darle gusto!

Puntualidad (Ángel Olgoso)
Todos los veranos regreso al lugar que un día ocupó mi pueblo, sumergido desde hace treinta años bajo las aguas del pantano. Me siento en la orilla, o en un roquedo, y cada mañana, a las diez en punto, escucho un sonido que sube desde las profundidades, un tintineo sordo, conmovedor, helado como una pena. No, no es tañido de las campanas de la iglesia, me digo siempre, se parece más al timbre de la bicicleta del cartero.



Nota: Material extraído del artículo Del arte de lo minúsculo: el Microrrelato, de Ginés S. Cutillas.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Voy tomando nota... la verdad, nunca conocí decálogo semejante.

Un saludo.

José Angel Muriel dijo...

Hola, Eric. Se lo debemos al amigo Ginés, que escribe excelentes microrrelatos y relatos y tiene una imaginación prodigiosa (además de admirablemente retorcida). :D