Existen, yo las he visto. Hay lugares llenos de libros, colocados ordenadamente en estantes infinitos, catalogados con meticulosidad como en la biblioteca más organizada. Borges nos narró un cuento sobre la Biblioteca de Babel, la biblioteca infinita que albergaba todos los libros susceptibles de ser escritos. Lo que vi ayer era lo más parecido dentro de nuestra realidad, aunque probablemente existan sitios aún más impresionantes.
Hace unos días accedí a la página web de la Librería Renacimiento, gracias a los datos que me había proporcionado otro librero de viejo de Sevilla. Con la ayuda de su potente motor de búsqueda, fui buscando una serie de títulos, imposibles de encontrar en otros establecimientos -es una pena, pero los libros tienen caducidad, aunque su edición nos parezca muy reciente-, y lo más asombroso fue que los encontré casi todos. A dos pasos de casa, como quien dice. Realicé mi pedido, me confirmaron que en efecto tenían la mercancía y reservaron mis libros para que fuera a recogerlos. Para allá fui hoy.
Lo primero que llamaba la atención era su ubicación, en medio de un polígono industrial próximo a la ciudad. Me habían dado correctamente las indicaciones, pero por allí, entre los hangares con grandes rótulos, no veía ninguna librería. Tuve que llamar por teléfono para que me explicaran qué puerta secreta debía cruzar.
Era una puerta verde y grande, en la que no se apreciaba información relevante. Nadie hubiera dicho que dentro había libros, hasta que te acercabas a ella y cruzabas el umbral. Al otro lado, un universo diferente. Varias personas movían pilas de libros mediante carritos con ruedas, para su clasificación, o los embalaban en cajas de cartón.
La librería era enorme, inmensa. Ocupaba tres naves, aunque yo sólo pude ver la que está abierta al publico. A unos metros de la puerta, comenzaban las plataformas metálicas: tres pisos repletos de estanterías que, como muros, se elevaban desde el suelo hasta el techo y continuaban hasta el fondo oscuro, negro e invisible, de la nave. Nunca había visto tantos libros fuera de una biblioteca. Y cuando digo biblioteca me refiero a una de ésas que se visitan en plan de turista y expone sus valiosos libros como joyas, revistiendo las paredes.
Además de la impactante visión, el olor. El olor a papel antiguo, a papel ajado y amarillento. Me dejaron consultar los libros que había reservado y hojeé esas páginas deterioradas por el tiempo, tal como esperaba.
Me detuve a contemplar la librería todo lo que pude, sin atreverme a hacer una incursión entre las estanterías. Cuando salí de allí, sabía que tengo que volver.
2 comentarios:
Parece que ya tengo un motivo más para pasarme por Sevilla, José Ángel. Ese lugar parece el paraíso de cualquier bibliófilo :D
Un abrazo,
Gabriel
La foto no es de la librería, pero se parece bastante. Es lo más semejante que he encontrado.
Ya sabes, un motivo más para venir. De todas formas, tengo que hablar contigo y con tus paisanos, porque me parece que podremos quedar en La Coruña dentro de poco...
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