lunes, 17 de noviembre de 2008

Bitácora de un isleño ambulante: Día 15

El ruido no cesa, pero no nos acostumbramos a él y nos cuesta conciliar el sueño. Por otra parte, la noche se ha hecho eterna. El cielo permanece oscuro y no se ilumina lo suficiente con el brillo de nuestros dos soles, que han quedado muy atrás.

La fuerza de la corriente es tremenda. Ninguna embarcación podría escapar de ella por muchos remeros que bogaran en sus costados. Ahora se hace evidente que nuestros exploradores tomaron nuestro mismo rumbo. Es imposible tratar de seguir otra dirección.

3 comentarios:

J.E. Alamo dijo...

¡Dos soles! Ya sabemos algo más.

José Angel Muriel dijo...

Pistas para ambientar un mundo que parecía el nuestro pero que no puede serlo si las islas se mueven solas. :D

François de Fronsac dijo...

Debe ser algo muy especial navegar en una isla