viernes, 21 de noviembre de 2008

Bitácora de un isleño ambulante: Día 19

Tal vez ayer fallecimos todos y estamos en el paraíso. El Viaje llegó a su fin, pero no como esperábamos. De pronto, la isla se detuvo. Propulsada por una fuerza inimaginable, por algo tan gigantesco que resultaba irreconocible, nuestra isla sobrevoló el mar y fue depositada en tierra firme.

Según dicen, nos rodea una vegetación más frondosa y rica que la que había en la tierra de nuestros ancestros, la tierra de la que un día partimos. No obstante, como han confirmado nuestros exploradores más expertos, más allá de unos pasos es imposible avanzar. Nos rodean unas paredes casi invisibles que son imposibles de atravesar.

Pero en este nuevo entorno me siento más cómodo. Antes se abría ante nosotros un inmenso mar, casi infinito. Ahora que nuestro universo tiene límites y nos constriñen estas fronteras transparentes, me siento feliz. Siento que puedo abarcarlo todo.

Terminado el Viaje, esta crónica carece de sentido. He decidido abandonarla definitivamente y dedicarme a investigar lo que nos rodea. Supongo que la muerte me alcanzará antes de que pueda plantearme continuar escribiendo. Espero que esta experiencia sirva a nuestros descendientes.

1 comentario:

J.E. Alamo dijo...

Ni te atrevas a dejarme así...:(