Como casi todo el mundo, odio las colas y las esperas. Por eso, procuro llevar siempre encima algún librito, para poder leer y no agobiarme con la sensación de estar perdiendo el tiempo. Es cierto que puede darse la oportunidad de conocer gente o, al menos, establecer contacto con desconocidos. Pero, curiosamente, en las colas y las salas de espera, solemos tener pocas ganas de conversar. Nuestras mentes se enfrascan en el motivo que nos ha llevado a esa situación y apenas si sabemos hablar de otra cosa.
Sin embargo, lo que más detesto es el desprecio al tiempo y a la urgencia de los demás. He tenido que acudir repetidamente a la consulta del médico, en mi Centro de Salud. Recientemente, el personal se ha vuelto más riguroso y no puedes ser atendido si no has pasado por el mostrador de recepción para pedir turno. Esto es estupendo para imponer orden y evitar que los más listos se planten en la puerta de la consulta y se salten a la torera el turno de los demás. Pero me ha llamado poderosamente la atención que sigue ocurriendo algo imposible de evitar. Cuando terminan con un paciente, llaman al siguiente. Han llegado a nombrar hasta a tres personas distintas sin que estén presentes. Claro, así se explica que nunca haya citas disponibles para el día siguiente cuando llamas o intentas concertarla por internet. ¿Cuántas personas piden cita y luego se ausentan sin anularla? ¿Cuántas personas abusan de esta forma y olvidan la urgencia que pueden tener los demás?
No hay comentarios:
Publicar un comentario