El trabajo del semiólogo Claude Bremond, que quedó reflejado en su Logique du récit, amplió la investigación de Vladimir Propp, que le parecía demasiado estricta y restrictiva. En su obra, Bremond presentaba un cuadro de estructuras mucho más completo y flexible, con reglas que podían aplicarse a casi cualquier cuento, más allá de los tradicionales rusos que originaron la teoría de Propp.
Para empezar, Bremond determina que podrá considerarse que un texto es un relato si está constituido por:
- Una sucesión mínima de acontecimientos que transcurran y avancen en el tiempo y, además, estén orientados a un fin.
- Una unidad temática alrededor de un sujeto, animado o inanimado, que se coloca en la sucesión de acontecimientos y permite reunir al resto de componentes.
- Una transformación a lo largo de los acontecimientos.
- Un proceso en el que se desarrolle la transformación, que representa un continuo temporal desde una situación inicial hasta el estado de la resolución.
- Una causalidad narrativa que establece el orden de las causas entre los acontecimientos, más allá de su orden cronológico. Las relaciones causales entre los acontecimientos generan una puesta en intriga.
- Una evaluación final, ya sea explícita o implícita, a decisión del narrador.
La teoría de Bremond se basa en los siguientes pilares:
- La unidad base es la función realizada por el personaje.
- Las funciones que distinguía Propp están integradas por tres secuencias básicas: la primera presenta la posibilidad de una acción como una virtualidad, la segunda el desarrollo de dicha acción y la tercera cierra el ciclo del proceso narrativo y con ella el personaje puede alcanzar su objetivo o fracasar.
- Ninguna de las secuencias descritas necesita de las otras ni se tienen que presentar en este orden.
- Los elementos esenciales del relato, como proceso narrativo, son la sucesión, la integración y la implicación de los acontecimientos, que pueden presentarse de forma positiva o negativa, es decir, pueden ser de mejoramiento o degradación.
Con la primera secuencia, el narrador abre la posibilidad de una acción. Con la segunda, el narrador decide si desea actualizarla (hacerla pasar al acto, realizarla) o no (manteniéndola por tanto en su estado de virtualidad). La tercera, cuya presencia depende del signo positivo o negativo de la anterior secuencia, refleja el resultado del proceso.
Según Bremond, la estructura del relato no es siempre lineal ni sigue una secuencia lógica de acciones. El proceso narrativo debe ser estudiado más bien como un árbol de alternativas, basado en las tres secuencias ya mencionadas.
Esto permite también estudiar los papeles y los personajes de forma dinámica, tanto en lo que se refiere a su situación frente a la acción (pueden ser activos o pasivos) como al progreso de la acción misma (su relación con ella puede presentarse como virtual, en curso o concluida). Los personajes no son héroes y villanos, sino pacientes, cuando sufren alguna transformación y son afectados por este proceso, y agentes, que inician una acción para afectar o modificar a alguien.