"[...] La tecnología actual de climatización sale muy cara al planeta. La mayoría de los sistemas se basan en bombear un líquido refrigerante a través de una bobina de evaporación situada en el interior del aparato de aire acondicionado que se instala dentro del edificio; al convertirse en gas dentro de la bobina, el líquido absorbe el calor y la humedad del aire. En el exterior del edificio, un compresor, condensador y ventilador vuelven a convertir el gas en líquido, liberando el calor y el agua condensada.
Este ingenioso método, ideado hace ya un siglo, presenta tres problemas. En primer lugar, los hidrofluorocarbonos que suelen utilizarse como refrigerantes son en sí mismos gases de efecto invernadero; cuando se filtran al medio ambiente, presentan un potencial de calentamiento global miles de veces superior (comparando molécula a molécula) que el dióxido de carbono. En segundo lugar, los aparatos convencionales de aire acondicionado no eliminan el calor: simplemente lo expulsan al exterior. En Phoenix, según un estudio, elevan la temperatura exterior nocturna hasta 1ºC. Y, en tercer lugar, consumen cantidades ingentes de electricidad, en torno al 8,5% del consumo total mundial. La mayor parte de esa energía sigue generándose mediante la quema de combustibles fósiles. En 2016 la climatización emitió 1.130 millones de toneladas de dióxido de carbono; se prevé que en 2050 esa cifra sea casi el doble."
Extracto de Demasiado calor para vivir, por Elizabeth Royte. National Geographic España, julio de 2021