Ahora no puedo ir con frecuencia al cine, así que ayer tocaba elegir entre ver Ironman 3 o El hombre de acero. Imaginaba que las aventuras de Tony Stark contra el Mandarín no me iban a decepcionar, pero tenía la intención de darle una oportunidad más a los personajes de DC Comics en el cine (lo siento, ni siquiera el nuevo Batman de Nolan me termina de maravillar, aunque reconozco que no me he perdido un solo episodio de la serie de televisión Arrow). Con espíritu positivo, compré la entrada y me senté ante la pantalla.
Al terminar, me arrepentí un poquito de haberle sido infiel a Marvel, pero tenía la seguridad de que, si no me daba tiempo de ver "Ironman 3" en las salas, alguien me la terminará regalando por Navidad.
El hombre de acero está entretenida, pese a los plúmbeos discursos del antagonista. Pero, realmente, la película a mí no me convence. Puede que el hecho de no ser aficionado a las creaciones de DC Comics influya, aunque también me permite opinar con cierta objetividad. No obstante, confieso que el significado de Superman como personaje siempre me ha emocionado, porque pienso que lo que al mundo de verdad le haría falta es un superhéroe como ese.
Por otra parte, en la ficción, un superhéroe cuya única debilidad viene causada por la proximidad a retazos de su planeta de origen (ya sean la kryptonita o la atmósfera de Krypton), elemento al que se vuelve a recurrir una y otra vez en cada cinta de Superman para humillarle ante sus rivales, termina aburriendo. Los humanos somos más morbosillos y preferimos ídolos más vulnerables, que puedan ser heridos, que lo puedan pasar muy mal físicamente.
A favor de cualquier rodaje de este tipo que se realice en la actualidad hay que decir que los efectos especiales digitales ya son prácticamente perfectos y se puede hacer casi cualquier cosa verosímil para los sentidos de los espectadores, al contrario de lo que ocurría hace unos años, a mi pesar, en la saga de Spider-man filmada por Sam Raimi.
Pero, metiéndonos de lleno en El hombre de acero, no he podido evitar la sensación de que se estaban mezclando precisamente la esencia de Spider-man (un gran poder conlleva una gran responsabilidad) con la invasión alienígena de la película de Los Vengadores.
Kal-El se pasa 33 años (curiosa edad, muy simbólica y mesiánica) aprendiendo que es diferente y debe elegir entre usar sus capacidades para el bien o para el mal. Cuando, por fin se empieza a dar cuenta de lo que eso implica, sin embargo no duda en ser retorcido y vengativo (vaya destrozo que le hace al camión del graciosillo del bar). ¿Esa es la vulnerabilidad de Superman? ¿Ya no es el tipo bondadoso e íntegro que creíamos que era?
De cualquier manera, la película tiene una primera parte muy emotiva y bien llevada (aunque me cuesta creer que nadie dejaría morir a un ser querido si tuviera la convicción de que puede evitarlo; este Superman es terrible) y una segunda parte tremendamente espectacular y a veces confusa, porque no se sabe quién lleva realmente la iniciativa en los puñetazos. La pregunta que me hacía constantemente era por qué Superman, como haría cualquier superhéroe en un tebeo, no desviaba la acción de la pelea a lugares menos habitados y destructibles. Gran parte de los enfrentamientos se desarrollan en Metrópolis, que termina medio arrasada, cuando el sentido común le habría dicho a cualquiera que, una vez salvados los obstáculos más grandes, lo que había que hacer era irse al desierto de Sonora o del Gobi. En fin, todo sea por la espectacularidad, que es innegable.
Otra impresión frustrante que me suscita esta película es la repetición de lo que se ha hecho con "The amazing Spider-man". Volvernos a contar lo que ya sabemos. "El hombre de acero" relata de nuevo los hechos más importantes que recordábamos de "Superman" y "Superman II", con el origen del personaje, sus rencillas con Luthor (cada camión que aparece en "El hombre de acero" es de una compañía llamada Lexcorp), los problemas con la materia procedente de Krypton que le debilitan y la batalla contra el rebelde general Zod y sus secuaces.
Por último, tengo que decir que va siendo hora de que los yanquis hagan una película titulada "Salvar al perro de la familia". Aprecio la vida de cualquier ser vivo, ya sea persona, animal, planta o microbio, pero me parece patético arriesgar la vida por un perro cuando tanta gente está pereciendo a tu alrededor. La misma escena hilarante de Independence Day se repite por enésima vez en lo que pretende ser uno de los momentos más dramáticos de la historia.
Ah, y una pregunta para el lector. ¿Qué hacía el uniforme de Superman en una nave que llevaba casi 20.000 años sepultada en el hielo, en la Tierra, y cómo esa nave podía haber sido construida por Jor-El?