domingo, 22 de marzo de 2020

Reflexiones de un ser mundano: Esto se alarga, como cabía esperar

Ha transcurrido más de una semana desde que empezó el confinamiento. El Gobierno ya ha adelantado que a la cuarentena inicial de 15 días se añadirán otros 15. No podía ser de otra forma. Debemos aislarnos más tiempo mientras la epidemia sigue su curso, hasta que alcance el punto de inflexión y los casos de contagio comiencen a descender, lo que permitirá coordinar adecuadamente la asistencia médica a los afectados.

Precisamente, hoy he leído un libro que compré en internet y me llegó hace una semana. Lo dejé durante unos días en un armario, por si acaso, ya que me lo había enviado una librería madrileña y Madrid es uno de los focos principales de la enfermedad en España. Esta mañana me apeteció cogerlo y leerlo. He disfrutado de la historia en 3 o 4 ratos repartidos en este domingo. Se trata de una novela narrada para el público infantil, con acierto y delicadeza por parte de mi amigo Santiago García-Clairac. Es la experiencia de un niño en medio de los atentados del 11-M, en 2004. 


Aquel día de hace 16 años siempre será inolvidable. Y, como yo también escribí sobre ese fatídico día (uno de los personajes de una de mis novelas inéditas fallece en el atentado de Atocha), aún será más difícil que deje de recordar las emociones que sentí ese año. Ya había vivido en directo, como tantos otros habitantes de la Tierra, los atentados de Nueva York, con la caída de las Torres Gemelas del Word Trade Center, estando de vacaciones en Turquía. Pero lo de Madrid fue la gota que colmó el vaso. Otro montón de vidas destrozadas. Fueron sucesos que cambiaron nuestras vidas inevitablemente.

Y ahora, si lo piensas, aunque no está ocurriendo de repente, inesperadamente, son muchas las vidas que están sufriendo cambios a causa del COVID-19. Fallecidos, enfermos que pueden arrastrar secuelas, empleados sin trabajo, empresarios sin liquidez, negocios cerrados... Por la falta de inmediatez y por tener un origen natural, parece menos doloroso, ¿pero no es aún más terrible?

sábado, 21 de marzo de 2020

Reflexiones de un ser mundano: Lo más parecido a Zombilandia


La semana pasada tenía la sensación de que estábamos metidos en una película de ciencia ficción. Lo que estaba pasando me recordaba el principio de muchas películas de catástrofes, de epidemias fatales, de zombis. Noticias alarmantes en todos los canales sobre el mismo tema. El desastre se extendía por todo el mundo. El virus denominado COVID-19 estaba conquistando nuestro planeta, país a país.

El martes de la semana pasada tuve que hacer un viaje de trabajo a Portugal. No las tenía todas conmigo, porque el problema que azotaba España, ya había llegado al país vecino por el norte. Pero iba a tomar todas las precauciones posibles. El miércoles se suspendieron las clases en todos los centros docentes, cuando en España no lo harían hasta el lunes siguiente. El jueves salí de Portugal rumbo a casa y días después se cerró la frontera. Ayer supe que entre las personas que visité no había ningún contagiado, como tampoco lo hay aún entre la gente que me rodea en la oficina. Por tanto, aunque tal vez no tenía que haber hecho ese desplazamiento, no hubo riesgos e hicimos bien las cosas.

Sin embargo, todo va muy rápido. Se suspende la labor docente, se dejan de hacer vuelos, se proclama el Estado de Alarma para que la población permanezca en sus domicilios y no salga a la calle, se cierran fronteras... Estamos asistiendo a una situación insólita. Estuvimos a punto de experimentarla en ocasiones anteriores, con epidemias como la del Ébola, pero se consiguieron contener. ¿Qué factores son diferentes ahora como para paralizar el planeta e interrumpir la dinámica rutinaria? Los ciudadanos comunes no lo tenemos nada claro.

Y lo que tengo en la cabeza es que, aunque seguro que pronto superamos esto (pronto pueden ser meses), es posible que vuelva a repetirse. Ha habido epidemias como esta en el pasado. El problema actual es su velocidad de propagación, propiciada por la globalización del mundo en que vivimos. Antes de que nos demos cuenta, estamos transportando un virus letal de un continente a otro, en un vuelo comercial en el que pueden ir pasajeros de diferentes naciones.

Aparte de todo esto, tengo la impresión de que hay algo más detrás de lo que está pasando. Acabo de ver en internet el vídeo de un científico que explica cómo funciona el COVID-19, por qué afecta a adultos y no a niños, su origen en los murciélagos. Y hay algo que suelta en su discurso, sin darle mayor relevancia, sobre la posible manipulación del virus por parte de un laboratorio. No estoy hablando de teorías conspiratorias, sino de que estemos investigando cosas con las que no debemos jugar y escapen de nuestras manos. Mientras tanto, sigamos en casa todo el tiempo que podamos y hagamos todo lo posible por frenar el ritmo de contagio, para que nuestros recursos sanitarios puedan atendernos si enfermamos.