A finales de año, mi mujer y yo conocimos a Luis Alberto Ambroggio gracias a la mediación de la escritora María del Águila Boge. Acababa de brindar una conferencia en Salamanca y pasaba por Sevilla invitado por nuestra común amiga. El 15 de febrero regresó desde Washington, donde reside desde hace bastante tiempo aunque es oriundo de la Córdoba argentina, para impartir otra conferencia y deleitarnos con un recital de poesía.
El título de la conferencia era Poesía hispana de los Estados Unidos, poesía que precede la nación y formaba parte del programa SAPERE AUDE. El doctor Luis Alberto Ambroggio, miembro de la Academia Norteamericana de la Lengua Española, la hizo amena, verdaderamente entretenida, alternando algunas breves explicaciones sobre la historia de la poesía en español dentro de los EE.UU. con la lectura bien entonada de diversos poemas. En su exposición, Ambroggio nos aclaró por qué, cronológicamente y como legado de identidad, la poesía precede a la nación norteamericana, siendo Estados Unidos uno de los países con mayor número de hispanoparlantes. A su vez, argumentó documentadamente, con obras repartidas en los últimos quinientos años, la diversidad y unidad de la creación literaria en español, que posee sus propias características estéticas.
El concejal de Educación y Cultura de Alcalá de Guadaíra asistió como nosotros al acto y, a su término, resumió con suma franqueza y genuino sentimiento aquello en lo que había consistido: él mismo había acudido sin saber a qué se enfrentaba, pero se marchaba feliz porque el recital le había alegrado el alma. Resulta innegable que fue una tarde fascinante y, al mismo tiempo, muy relajante. También debido a que el encuentro supuso poder intercambiar algunos comentarios con el protagonista, aunque, como siempre, nos supieron a poco, a todos por igual.
Nos contó Luis Alberto que a veces le preguntan:
-¿Vives de la poesía?
A lo que él responde (y así nos lo citó risueño):
-Vivo de la poesía. El trabajo de piloto me paga la rutina.
En efecto, Luis Alberto, además de erudito del lenguaje y poeta, es un exitoso empresario aeronáutico y piloto. Parecerían disciplinas dispares para estar reunidas en una misma persona, pero se las sabe apañar para compaginarlas.
Antes de encontrarnos con él aquella tarde, yo había leído dos de los tres libros de poemas que nos había dedicado en nuestro primer encuentro -les debo a María del Águila y a él el hecho de estar leyendo más libros de poesía que nunca-, por lo que pude comprobar lo emocionante que puede ser escuchar cómo un autor recita su propia obra, especialmente cuando ya suena con familiaridad a nuestros oídos. No hay nada mejor en el mundo literario que esa experiencia, un escritor leyendo su propio texto, acariciándolo con la voz. Ya me ocurrió algo similar en noviembre, durante la presentación de Juglar, cuando el autor, Rafael Marín, nos leyó uno de los capítulos. Por su parte, Luis Alberto me ha confesado: "A mí, como creador, me completa, porque la poesía se completa cuando vive en quien la escucha".
Eso mismo expresa en los versos finales de su poema Karl Shapiro: "Un buen poeta, al fin y al cabo, es el poeta que vive en todos."
Comparto su opinión, completamente. Como ya he dicho tantas veces antes, el escritor no es nadie si no aprende a emprender la aventura que supone su obra tomando a los lectores como acompañantes. Por cierto, amigo Luis Alberto. Como ya te he dicho, espero que alguna vez puedas cumplir tu palabra y tengamos el placer de reencontrarnos en una sesión privada, entre amigos, con recital incluido.
Prefiero escribir errante
a escribir desesperado.
Versos finales de Nómada del Silencio, perteneciente al libro Laberintos de Humo.
1 comentario:
Una vez tuve la fortuna de escuchar una anécdota a Federico Luppi. Contaba que en sus comienzos alternaba la intepretación con un trabajo horrible, puramente alimenticio. Decía que trabajaba para comer y que actuaba para vivir. El comentario de Luis Alberto me lo ha recordado. Gracias por habérmelo traído a la memoria, Jangel.
Un abrazo,
Gabriel
Publicar un comentario