Apenas se conocían, porque estudiaban en institutos diferentes. Pero habían coincidido en varias fiestas.
Estaban sentados en un banco cuando ella encontró el momento de declarar algo que le daba mucha vergüenza.
-Hay algo que quiero contarte antes de seguir con nuestra relación –dijo ella.
-Dime –replicó él tímidamente.
-No quiero que haya sorpresas más adelante –insistió la joven, mirándole fijamente a los ojos por un segundo.
-De acuerdo.
La chica vaciló un poco y luego apartó el cabello que cubría su oreja izquierda. Dejó ver aquel pliegue anómalo en el pabellón auditivo. Él no lo había notado hasta ese instante, oculto por su cabellera larga y oscura.
-Es un defecto de nacimiento.
Su novio frunció el entrecejo e incluso arrugó las comisuras de los labios. Pensó muy bien lo que iba a contestarle.
-Tienes la suerte de ser guapa y atractiva, pero, aunque no lo fueras, eso que me has enseñado no sería suficiente para estropear tu belleza, ni la interior ni la exterior.
Ella pareció aliviada y no pudo evitar soltar un suspiro. Iba a decir algo más, pero él la detuvo.
-Espera. Yo tampoco quiero que haya obstáculos en esto, porque quiero que funcione.
Se levantó un poco la camiseta y le mostró una gran protuberancia en el costado derecho. Sobresalía visiblemente, tenía un tamaño considerable.
-Se supone que es un tumor benigno. Pronto me lo extirparán. No se lo he confesado a nadie hasta ahora.
La chica comprendió el mensaje y le abrazó con cariño. En tan solo unos minutos habían conseguido que el vínculo entre ellos fuera más sólido de lo que nunca habrían imaginado.