miércoles, 27 de septiembre de 2006

Reflexiones de un ególatra: En el mundo de Disnomia

Paul Auster se inventó el País de las Últimas Cosas. ¿O no se lo inventó? Mientras leía esta novela, me parecía reconocer una Nueva York sólo algo exagerada para cumplir los propósitos críticos del autor. A veces me parece que no falta mucho para que, en nuestra realidad, vivamos en el mundo de Disnomia, la hija de Eris, alias la Discordia.

Esto es lo que he pensado al enterarme de que han puesto el nombre de Disnomia al satélite del cuerpo celeste que hasta ahora se llamaba informalmente Xena y que ahora han bautizado como Eris. Por culpa de Xena/Eris hemos perdido un planeta en el Sistema Solar (el entrañable pequeño de la casa, Plutón). Con lo contentos que estábamos todos (sobre todo los astrólogos) con nuestros nueve planetas. Por culpa de estas redefiniciones, hemos perdido categoría en el Universo y no podremos ir a los Campeonatos Universales de Sistemas de más de ocho planetas.

Tras este paréntesis, vuelvo a donde lo dejé. Como decía, a menudo me parece que vivimos en el mundo de la corrupción y la ilegalidad (Disnomia). Estos países que se autodenominan desarrollados y, como consecuencia, Primer Mundo, se rigen por la Dictadura del Capitalismo. Es cierto, políticamente creemos pertenecer a una democracia, pero socialmente el capitalismo es dueño de nuestras vidas.

De verdad que cada vez más a menudo pienso que, inconsciente e involuntariamente, estamos cayendo en la mayor de las trampas. Y lo encubren bajo eso que llamamos consumismo, la enfermedad del Primer Mundo que parece hacernos felices a todos. Porque al comprar, poseemos más cosas, creemos tener mayor calidad y nivel de vida. Pero en realidad casi todos seguimos siendo igual de "pobres" y seguimos teniendo trabajos "basura", independientemente de que nuestros contratos sean temporales o indefinidos (me río de los indefinidos de hoy en día).

¿Quién está seguro hoy en día de que trabaja para la empresa de toda su vida y carrera profesional? Nuestros padres las pasaron canutas, pero al menos ellos tenían cierta seguridad sobre su puesto de trabajo. Un empleado de banca lo era para toda la vida. Un militar podía promocionarse si se esmeraba y lo era para toda la vida. Un profesor impartía clases felizmente, se sentía generalmente respetado por sus alumnos y nunca pensaba en darse de baja. Un médico pensaba en prosperar pero no anteponía el dinero que podía ganar en una jornada a la salud de sus pacientes. Nos domina el capitalismo. ¿O no estáis de acuerdo?

No hay comentarios: