martes, 16 de enero de 2007

Documentación: Paralelismos culturales

El pasado 23 de marzo de 2005, Dietrich Wildun, director del Museo Egipcio de Berlín, aseguró que las culturas precolombinas y la cultura faraónica egipcia comparten paralelismos y similitudes arquitectónicas y religiosas que permiten formular "fascinantes" conjeturas sobre los orígenes de la cultura de la humanidad. No obstante, puntualizó que la antropología y la arqueología han demostrado fehacientemente que no existe relación directa alguna entre ambas culturas. El especialista alemán, que ha viajado durante un año y medio para estudiar las culturas mexicanas, explicó que entre esas similitudes destacan las formas de las pirámides, así como la escritura mediante jeroglíficos y el papel del Sol como figura central en la religión. Ambas concepciones culturales tenían el Sol como principal objeto de adoración. En el caso de los egipcios, el astro (Ra) era la representación directa de los dioses y los faraones la manifestación etérea de los hombres.

Por mi parte, me atrevo a destacar sobre otros aspectos un punto de unión arquitectónico entre las culturas egipcia y maya, tan distantes en el espacio y quizás no tanto en el tiempo: el uso de la forma piramidal y el hecho de que, como quedó demostrado en sus construcciones, no conocían el arco. Las bóvedas en saledizo (página 10) que los egipcios componían en el interior de las pirámides y en sus centros de culto resultaban del acercamiento de las hiladas de ambos lados, tal como ocurría en realidad con los umbrales y los pasajes que empleaban el llamado “arco maya”. Es uno de los aspectos que se reflejan en el libro, proporcionando un origen común a esta convergencia que, podríamos conjeturar, fue casual. Esta bóveda primitiva por acercamiento de las paredes que convergen también se utilizó con posterioridad en otro lugar remoto, en las construcciones realizadas durante el imperio Jemer en Camboya.


Galería del palacio maya de Palenque en Yucatán, México


En cuanto a la forma piramidal, no es una coincidencia que fuera utilizada, por ejemplo, por los egipcios en sus construcciones a partir del tercer milenio a.C. durante algunos cientos de años; por las civilizaciones mesopotámicas desde 2.500 a.C. en el alzamiento en varias ciudades de los zigurats, actualmente desmoronados; por los chinos desde los tiempos del emperador Qin Shihuang, en el siglo III a.C. en las estructuras que hoy yacen como montículos de tierra inexplorados; por diferentes culturas mesoamericanas aproximadamente desde el siglo VI en adelante; y por el imperio Jemer entre los siglos VII y XIII.


Galería en construcciones del imperio Jemer de Angkor Wat en Camboya


El aspecto exterior de estas construcciones, cuya finalidad no está siempre clara, parece guardar muchas semejanzas pese a sus distintos orígenes y diferentes ubicaciones geográficas. Como afirman los expertos, la explicación a estas enigmáticas coincidencias residiría en que las soluciones arquitectónicas a un mismo problema tienden a converger, aunque se alcancen siguiendo técnicas distintas y la estética final sea propia y característica de cada cultura.

Dejando a un lado la cuestión del material utilizado, resulta más fácil y práctico apilarlo configurando una pirámide que cualquier otra forma geométrica, ya que implica mayor solidez por disponer de una base con mayor amplitud que el corte transversal en cualquier punto superior (al contrario que en un cubo o en un paralelepípedo con la misma base), por lo que el resultado es bastante estable. Aunque se desgaste por los costados con el paso del tiempo, la base seguirá dando el mismo apoyo al grueso del edificio. Al fin y al cabo, con la pirámide se emula a la naturaleza, concretamente a las montañas, con propensión a la forma cónica debida a la orogénesis y la erosión.

Más información en http://blogia.com/terraeantiqvae/index.php.

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