miércoles, 15 de agosto de 2007

Reflexiones de un ególatra: Maestro sin aprendiz

El artesano habla con energía, como buen castellano, esbozando una suave sonrisa para complacer a su cliente y acogerle con afecto. Es sincero y sagaz, sabe guiar el diálogo y orienta sus respuestas en función de la actitud de quien visita su taller. Se llama Mariano Zamorano y es herrero en Toledo. Una vez nos contó que en la ciudad solo quedan dos artesanos que fabriquen auténticas espadas. Él es uno de ellos. El catálogo de Zamorano es bastante amplio y se hace difícil elegir una pieza.

Cuando hablamos con él no puedo evitar mirar sus manos, con las que gesticula para explicarnos su negocio. En la mano derecha le falta parte de dos dedos, el índice y el corazón: dos falanges enteras. Supongo que son gajes del oficio. No me he atrevido a preguntárselo.

Zamorano disfruta hablando de su trabajo, que le ha dado de comer desde hace años. Es rudo en sus gestos de herrero, pero extremadamente amable en el trato. Valora mucho lo que hace, pero no le da un valor con connotaciones artísticas o históricas. No ha encontrado entre sus hijos a quien quiera sustituirle. Tampoco fuera de la familia, ni siquiera entre los inmigrantes, llenos de necesidades, pues prefieren la hostelería y la construcción.

-Este oficio tiene que gustar -le digo.

-Claro, como todo trabajo artesanal -replica él.

-¿No se le ha ocurrido escribir sobre su trabajo? -le pregunto.

-Yo no soy escritor -protesta.

Es cierto, es otro tipo de artesano, consagrado al yunque y la fragua. Cada espada que forja le mantiene ocupado unas cuantas horas, según la complejidad de la obra. Templa la hoja de cada espada según la época a la que pertenece. Ha ido descubriendo los secretos del experto herrero con el tiempo. Más bien, ha ido redescubriendo lo que antiguamente ya sabían hacer los herreros. Esa es la peculiaridad de este hombre, artesano autodidacta. Cosas que buscamos en los libros, este hombre nos lo podría explicar de viva voz, por su propia experiencia.

-Yo sí escribo, por eso se lo digo y por eso me llama la atención.

No consigo entender la falta de interés de quienes le rodean. Nadie se ha dejado tentar por los conocimientos de este hombre. Nadie ha llevado al papel, ha documentado lo que sabe. Imagino que no es tarea fácil.

Nos lo cuenta con resignación, sin tono de reproche. A mí me inspira cierta aflicción. He llegado a la edad en que te das cuenta de que la vida te presenta a menudo oportunidades que no debes despreciar, salvo cuando eres demasiado joven para percatarte. Si pudiera y tuviera tiempo, yo mismo iría a su taller, a verle trabajar, para anotar todo lo que cuenta, todo lo que hace, y documentar su profesión.

Antes de abandonar el local, con otra espada bajo el brazo, me veo impulsado a hacerle otra pregunta. No puedo dejar de indagar en otro sentido.

-¿Nadie ha venido aquí para hablar con usted, para interesarse sobre su trabajo y documentar alguna novela, alguna película?

-Nadie.

-Qué extraño. Sería una buena fuente para novelistas como Pérez Reverte y personajes como su Alatriste o el maestro de esgrima.

Nadie, ni siquiera un historiador acuciado por la curiosidad humana. Van a tener razón quienes dicen que los intelectuales solemos comportarnos como ratones de biblioteca. Lo buscamos todo en los libros, sea cierto o no lo que cuentan, cuando aún quedan por ahí quienes pueden relatarnos de primera mano en qué consisten las cosas. Si alguna vez pudiera sentarme a hablar con él, antes de que eche definitivamente el cerrojo a su taller...

Podéis conocer su obra aquí.

1 comentario:

libro dijo...

guaaa!! me ha encantado espero que os guste el mio