sábado, 22 de marzo de 2008

Reflexiones de un ególatra: El tiempo

A menudo soñamos que tenemos más tiempo. Quizá pensemos que vivimos en un mundo ideal y que el tiempo se dilata a nuestro capricho. Nos embarga la ilusión de que podremos hacer más cosas durante el día de las que realmente luego seremos capaces de llevar a cabo. Nos engañamos pensando que sabremos administrarnos, pero el transcurso de las horas, la acumulación de circunstancias imprevistas, la sucesión de acontecimientos (y la famosa ley de Murphy) nos demostrarán lo lejos que estamos de ser infalibles en la valoración del tiempo.

Diariamente, programamos actividades y nos comprometemos con tareas que luego será imposible resolver. El tiempo se nos escapa y, por muy razonables que seamos con la organización de nuestros deberes, raras veces lograremos ejecutar un plan al pie de la letra. Es el efecto del caos (otros lo llamarían el destino).

Una previsión de cada minuto de nuestra jornada resulta imposible, aunque el número de minutos que contiene un día (el tiempo que pasamos despiertos) sea finito y limitado. Considerando que dormimos unas ocho horas, estamos hablando de menos de mil minutos. En realidad, es una cantidad pequeña, pero qué difícil resulta controlar algo que no depende de nosotros. Sobre cada suceso influyen multitud de factores externos, la mayoría fruto de la casualidad, del azar o del libre albedrío natural. Por no hablar de fenómenos que rompen nuestros esquemas como las enfermedades, los accidentes, los retrasos o la simple pérdida de un autobús.

¿Qué harías con 1000 euros (o bien 1000 dólares, o 1000 pesos)? ¿Cómo podrías asegurar que cada uno de esos mil euros está siendo invertido correctamente? En un solo día, es fácil gastar gran parte de esos mil euros en cualquier compra o cualquier imprevisto, ¿verdad? Pues imagina lo que ocurre con algo tan intangible como el tiempo, que pasa inevitablemente. A veces, deja sus frutos. Otras veces pasa sin dejar rastro, pese a que siempre lo hace cuando menos degradando nuestro organismo y envejeciendo nuestras células.

Y todo esto ha surgido porque se me va otro mes, rápido e irrecuperable. Sin embargo, hay que disfrutar cada segundo. Hay que saber ser feliz.

3 comentarios:

Violeta J. dijo...

Es cierto!! Qué rápido se pasan los días y los meses, leñe!! Si parece que fue ayer cuando empecé a trabajar en esta nueva clínica!! Eso si, cuando quieres que pase el tiempo rápido, no pasa!! Que caprichoso el tiempo!!!

Con esto de la jornada partida, parece que los días son mas cortos, te quedan pocas horas libres, y encima a mi me coinciden con el horario comercial, asi que tengo que pegarme para comprar algo!!
En fin.. todas las cosas que quería hacer en este puente, y no he hecho ni la mitad!! Al menos he descansado!!!

besotes!!

Anónimo dijo...

Toda una invitación al carpe diem. Vivir para vivir, vivir por vivir. En tiempos absurdamente pensados para trabajar, consumir y morirnos habiendo nutrido nuestra cuenta corriente, tras pagar nuestra hipoteca, es una bocanada de aire fresco el saber que no todo el mundo es igual.

Saludos.
Fer.

José Angel Muriel dijo...

En efecto, Fer. Carpe diem. Es un lema que suelo emplear, pero siempre con responsabilidad, desde el optimismo para ver la vida con alegría y disfrutar de ella cuanto se pueda.

Violeta, hablando de tiempo, ya sabes que tienes una visita pendiente...