viernes, 20 de abril de 2012

Reflexiones de un ser mundano: Hace veinte años

Hace veinte años, Sevilla cambió para siempre. Sin olvidar las tradiciones y las costumbres propias, la ciudad se adentró por fin en el grupo de las grandes capitales europeas, mucho más que en la ocasión anterior, en 1929. La Exposición Universal de 1992 fue la excusa perfecta para dotar a Sevilla de nuevas infraestructuras, sin las que no habría podido crecer y tal vez tampoco mantenerse a flote, y al sur del primer ferrocarril de alta velocidad de España, entre otras cosas.

Hace veinte años, el mundo era tan diferente que la añoranza hoy es aún mayor. Pero no se debe al argumento común de que vivíamos tiempos mejores, a pesar de que podríamos pensarlo debido a la grave crisis que vivimos y la recesión actual, sino a, como he dicho antes, lo distintas que eran las cosas entonces. Por ejemplo, no teníamos internet y los primeros móviles eran aparatosos y ridículos. Imaginad un mundo sin internet, sin móviles, sin SMS, sin chat, sin Facebook, sin Google, sin Twitter... Muchos de vosotros, muy jóvenes, no podréis. Sin embargo, la difusión de la Expo 92 fue enorme. El medio de comunicación entonces fue muy tangible: la radio, la televisión y, especialmente, la prensa escrita, el papel, en forma de folletines diarios de color verde que recogían el resumen de la jornada anterior y el programa de la presente.

Pensar en la Expo 92 me trae algunos de los mejores recuerdos de mi vida. Se desarrolló mientras estaba estudiando segundo de carrera, en la Facultad de Matemáticas, y justo antes de que mi existencia diera un giro absoluto y empezara a salir con mi futura mujer. Un curso muy duro, junto con la tentación de acudir al recinto de la exposición con mi pase de temporada tantas veces como pudiera, conllevaron a obtener mis primeros fracasos académicos. Aquel año fue la única vez que descuidé de alguna manera mi formación e incluso falté a clase algún día por motivos que no derivaron de asuntos urgentes o de salud. Lo hice voluntariamente y, a pesar de que seguramente tuvo sus consecuencias, no me arrepiento.

Porque lo pasé extraordinariamente, visitando la Isla de la Cartuja una y otra vez, conociendo lo que otros países querían mostrarnos en sus pabellones. Aquel lugar era magnífico y estaba lleno de maravillas (también de tristezas, como sucedía en el Pabellón de Yugoslavia, en plena guerra). Aún puedo revivir la ilusión que sentía al traspasar los tornos de la entrada, caminar por calles repletas de gente y actividad diversa, rodear los puestos de comida carísima, hacer cola para ver los pabellones, coleccionar pins que se pusieron de moda, saludar a Curro la mascota, contemplar las cabalgatas, escuchar los conciertos, montar en el monorraíl, disfrutar del espectáculo del lago, ver proyecciones en auténtico 3D (no como las películas de ahora en el cine), abrir la mente a nuevas experiencias…

Por otra parte, resulta imposible que pueda olvidar el evento y lo que significó, pues, desde su clausura, he seguido yendo al lugar donde se celebró y asistiendo a su transformación. Llevo más de 15 años en el mercado laboral y más de la mitad de ese tiempo la he pasado trabajando en la Isla de la Cartuja. Algunos cambios han significado pérdidas irreparables y hay cosas que podrían estar mejor. Pero hay estructuras que se están recuperando, como el apeadero de Cercanías, y todavía se conservan pabellones como los de Andalucía, España, Francia, Hungría, Marruecos, Chile, México, Italia, Portugal, Europa y Nueva Zelanda, convertidos en sedes de instituciones y empresas. Otros se echan de menos, como el de Japón, Austria o el Vaticano. Y muchos espacios han sido totalmente sustituidos, como ocurre con la zona que ocupa el parque temático Isla Mágica.

Pero hoy, viva la melancolía y la alegría que implican estos recuerdos, los cambios que significaron, pese a que tampoco en esto se gestionaron bien los beneficios y las inversiones, y la huella que dejó en mi pasado, mi presente y mi futuro.

1 comentario:

yaznaia dijo...

Hola, precioso texto el de arriba.. Mi novio es un enamorado de la expo92 como tu, vamos a pasear x alli y se le saltan hasta las lagrimas de ver como está todo... siempre ha deseado tener una panoramica de toda la expo desde el cielo... habria alguna posibilidad d hacerme llegar esa imagen y asi poder regalarsela para nuestra casa? Sé que le haria muchisima ilusion. MIL GRACIAS