domingo, 20 de enero de 2008

Colaboraciones: La quima, de José Carlos Somoza

Como ya he contado en alguna ocasión, conocí a José Carlos Somoza de la manera más común: en una firma de libros. Fue en Barcelona, el Día del Libro y de Sant Jordi de hace dos años. Me hice con un ejemplar de ZigZag y José Carlos estampó su dedicatoria en el mismo. Desde entonces, gracias al tiempo y al esfuerzo que dedica al foro de su web, atendiendo a todos sus lectores y seguidores, he podido mantener fácilmente el contacto con él. Se ha labrado entre nosotros una especie de amistad (yo diría que una amistad en toda regla), pese a que no hemos vuelto a coincidir en persona.

J. C. Somoza a punto de dedicarme el libro

Hace unos días le pedí una contribución para esta sección y, con la celeridad y la cortesía que son habituales en él, José Carlos me respondió enviándome La quima, un relato breve que se ha publicado recientemente dentro de la antología Fantasmas de papel. Como todo lo escrito por José Carlos, merece la pena que lo conozcáis.

La quima

La historia de la quima me la contó mi abuelo. No es bueno -decía- ponerse a mirar el cielo durante mucho tiempo, porque puedes ver una quima, y ay de ti si eso sucede. ¿Y qué es una quima?, preguntaba yo. Pues un pájaro, pero más veloz. Como una paloma, pero más blanca. Tan blanca que te hiere los ojos y te hace verlo todo gris: la nieve, las nubes de verano, los rayos de la luna, el alabastro, la piel de los muertos, el papel sobre el que escribo..., hasta las sagradas formas (y aquí mi abuelo se santiguaba), que Dios me perdone. Cuando ves una quima, ya no hay remedio: todo lo que miras después se vuelve gris.

Ya soy viejo y no creo en las quimas. Pero acabo de recordar algo.

Era una niña. Nunca supe su nombre. Tenía el pelo color almiar. La vi por primera vez en la iglesia, durante mi primera comunión. Tan embobado quedé al verla que un compañero decidió empujarme para que avanzara hacia el altar. Ella pertenecía a otro colegio, y después de la comunión se marchó. Yo no tardé en olvidarla.

Hasta hoy.

La memoria de los viejos es rara. Desde hace tiempo me obsesiona esa pregunta que todos nos hacemos alguna vez: si he sido feliz, o lo soy, o puedo esperar serlo. He concluido que un matrimonio, un trabajo, unos hijos, una jubilación y una viudez apacible no me permiten quejarme: puede decirse que he sido razonablemente dichoso durante mis sesenta y nueve años de vida. Pero a saber por qué hoy, de improviso, mientras me afeitaba, me ha dado por acordarme de esa niña; de lo despacio que caminaba al ir a comulgar, con la cabeza erguida y la sonrisa pendiente del rostro como una fruta del árbol; de su vestido blanco, tan blanco que me hería los ojos, y del susurro de la tela al moverse, como un suave batir de alas...

6 comentarios:

Violeta J. dijo...

Sublime!!!! Como todo lo que escribe Somoza!!!
Besos

Anónimo dijo...

Porqué nunca nos conformamos con lo que tenemos, dejamos escapar esos pequeños momentos de felicidad, e idealizamos cosas que igual no son tan ideales?

Javier Márquez Sánchez dijo...

Todo un lujo poder leer a Somoza en este blog. Enhorabuena a uno por su relato y a otro por tenerlo colgado aquí...

Anónimo dijo...

¡¡Dios mio!!!
¡Qué nivelón de blog!
Felicidades por conseguir que somoza escriba en tu foro. Desde luego, el trato que tiene con los fans tanto a través de su blog como con esta colaboración es maravilloso. Seguro que es una gran persona.

¡¡Estoy deseando que me lo presentes!!

José Angel Muriel dijo...

Todo se andará. :D

BECKETT dijo...

pues la verdad, siento si mis palabras pueden herir sensibilidades, pero la verdad no es para tanto.Conozco gente sin tanto nombre que podrían dejar con la boca abierta al mismo Somoza (que no se que ha escrito, por cierto, para que se le adule de esta manera)...ah,vaya, ellos no tienen editor, ni firman libros... no son nadie.