lunes, 24 de septiembre de 2007

Taller: Ensayo sobre el poeta Cintio Vitier, de Julio Pino Miyar (segunda parte)

Uno de los problemas consustanciales a su significado como ser humano que se le presentan al pensador y escritor católico, es el de la fe. En la introducción que hiciera Cintio a las poesías de Arturo Rimbaud, traducidas por él, el poeta nos indica que para el adolescente francés el chaparrón caído en provincias es el Diluvio, por hipérbole fundamental. Y es que la creencia en el milagro a quien implica directamente es al sujeto de la sensibilidad, y al valor concomitante que se le concede a la vida como portadora de sentido y significado. “El arco iris postdiluviano” provoca entonces un canto panteísta de alabanza a la Naturaleza, en la comprobación fidedigna (con los ojos húmedos y asombrados bajo el descampado) de que no nos hemos equivocado.

No obstante, Cintio nos dice en uno de sus poemas: (“Descendió a los infiernos”)

No te bastó caer
al polvo de los muertos
y sigues, Cristo mío,
tu indecible descenso.

¿A dónde es que desciende Cristo? según esta amarga visión de un hombre colmado por la duda. A la noche más tenebrosa del Ser; a la soledad más absoluta donde la solidaridad entre los hombres no es posible; donde la Caridad no es ni siquiera hermana, sino prima, en su estulticia, de la muerte anonadante.

No es casual. El propio Machado se veía con frecuencia a sí mismo vagando por un borroso laberinto de espejos e imploraba, ante su propia consciencia, por “unas pocas palabras verdaderas”, que son “como una nota de la lira inmensa.”

Cito a Machado:

Así voy yo, borracho, melancólico,
guitarrista lunático, poeta,
y pobre hombre en sueños,
siempre buscando a Dios entre la niebla.

Y de Cintio son estos versos que parecen salidos de la pluma del escritor sevillano:

Siempre vienen a mis labios,
en monótona marea,
las mismas viejas palabras,
las mismas palabras, nuevas.

Deseo, noche, imposible,
Hogar, oculto, pobreza…

De Cintio es además este apunte de humor y fantasía:

Lo que le dijo el espejo al gallo:
Eso que usted dice es exacto.

Y de Machado es esta otra cita muy hermosa:

Encuentro lo que no busco:
las hojas del toronjil
huelen a limón maduro.

Cintio escribió en una ocasión que Baudelaire era el poeta de los interiores eróticos. Pero Machado y el propio Cintio son los poetas de los exteriores apacibles; de los atardeceres tranquilos y tristes. Esa sinestesia próvida donde el olor cercano del limonero nos recuerda los días de la niñez, mientras la flor temprana de los almendros nos trae de regreso a la esperanza. Las mañanas blancas de los pueblos de España, a los que cantara Antonio Machado, donde la doncella va camino de la fuente para hacer suspirar a la roldada; las tardes lluviosas de La Habana donde el poeta, el infatigable investigador de la poesía, dobla, desde su sillón de la sala, una página más del libro que se acaba. Porque "leer es la novela, si afuera llueve".

No hay comentarios: