Para Irene y Pilarcita
-Escuchadme las dos.
Irene y Pilarcita le miraron atentamente, interrumpiendo sus juegos. Estaban en el despacho, rodeados de estantes llenos de libros. Irene invitó a su padre a hablar dirigiéndole una mirada inquieta.
-¿Sí, papá? –le apremió. Su prima Pilar no estaba menos impaciente.
-Os voy a contar cómo debéis tratar un libro –dijo el joven, sentado en una silla, con varios volúmenes en el regazo-:
» 1) No debéis garabatear en los libros, para que sus hojas permanezcan tal como salieron de la imprenta, lo más limpias posible.
» 2) No comáis ni bebáis sobre ellas, para evitar que se manchen.
» 3) Tened cuidado de no doblar sus hojas.
» 4) Evitad siempre que podáis que se caigan o reciban golpes y, desde luego, nunca los tiréis al suelo, para que no se arañen sus tapas, ni se deteriore el canto de las hojas ni se arruguen los lomos.
» 5) Pasad las páginas con delicadeza, para que no se rompan, siempre tirando de ellas suavemente por las esquinas.
» 6) Nunca los pongáis cerca de algo que pueda dañarlos, como el fuego o el agua.
» 7) Dadle un lugar adecuado, pues los libros adornan con sabiduría los hogares y en su interior siempre guardan algo que podréis aprender.
» 8) Recordad siempre que los libros son como fieles amigos y por eso debéis respetarlos y protegerlos.
» 9) Leedlos, porque los libros, mediante la lectura, os proporcionarán el arma más valiosa que tenemos: el buen uso de la palabra.
» 10) Y, sobre todo, sobre todo, disfrutad leyéndolos, desde el principio hasta el fin, tomando notas de lo que más os guste si es necesario.
-Pero, papá –replicó Irene frunciendo el entrecejo, una vez que su padre había terminado el discurso-, tú a veces escribes en los libros.
Le miró acusadoramente como si le dijera “que yo te he visto” y aquello fuera la más terrible contradicción.
-Es verdad. Hay excepciones, Irene –respondió su padre, sonriente-. Cuando un libro te gusta tanto, tanto, tanto como para apuntar muchas cosas y poderlas encontrar después con facilidad, una forma de destacar todo lo que te ha llamado la atención es haciendo alguna marca con un lápiz. Yo prefiero utilizar puntos en el margen, pero hay quien subraya los renglones. Eso depende de cada uno.
-Tito, tito –exclamó Pilarcita tirándole de la manga de la camisa-, yo siempre te veo con un libro en todas partes. ¿Así no se te puede estropear?
-Tienes razón, pero procuro cuidarlos. Lo principal es disfrutar con ellos, viajar con ellos, experimentar con ellos. Por eso, a mí siempre me acompaña alguno. ¿Alguna pregunta más?
-¿Se pueden comer galletas de chocolate mientras lees? –volvió a intervenir Pilar, como si lo que planteaba fuera inevitable-. Es que a mí me gustan mucho…
-Claro que sí, pero intenta que las migas no caigan sobre las páginas. Y ahora –añadió, al tiempo que elegía dos de los libros que tenía entre las manos-, tomad. Vuestro primer libro de verdad. Ya sabéis lo que tenéis que hacer con ellos.
Eran dos antologías de cuentos ilustrados, hermosamente encuadernados, de tapa dura y papel grueso. Las dos pequeñas, que estaban aprendiendo a leer, los contemplaron con mucha ilusión. Pero no comprenderían el significado completo del regalo hasta varios años después.
9 comentarios:
Precioso, Jose Angel!!! Tanto tu sobrina como tu hija, van a tener un tesoro en tí. No solo por los cuentos que les leerás, sino aquellos que les escribirás!! Son preciosas las dos, una nacida y la otra por nacer!!
Ainsss, que ya se le va cayendo la baba al papá!! Jejeje!!
Besotes para ti y Mª Carmen!!!
Por si luego no tengo tiempo, les he dedicado un cuento ya. :D Y, para que no haya envidias ni enfados, se lo he dedicado a las dos. La verdad es que sí, que Irene va a ser una de mis mayores debilidades. Gracias, Violeta.
Yo pintorreé algún libro de pequeña...Ja,ja,ja! Bueno, creo que el libro en cuestión todavia es legible, aunque nadie en casa lo leyó nunca...
Ánimo, qeu ya mismo nace tu bebé!
Totalmente de acuerdo contigo en la mayoría de las cosas. Yo hago dos cosas: si estoy en cosa copio citas que me gustan o datos interesantes en mi libreta, y si estoy fuera, marco con un lápiz el número de página, un circulito, y así en la próxima lectura sçe que en esa página encontraré algo bueno..
Qué hay de prestar los libros para transmitir sabiduría y arriesgarse a que no se cumplan los mandamientos 2,3,4, 5 y 6??
Entonces entraríamos en un decálogo difícil de cumplir. :D
Seguramente me dejé llevar inconscientemente por el egoísmo, porque presto mis libros en ocasiones muy contadas. No sólo porque puedan quebrantarse esos mandamientos, sino también porque en muchos de ellos voy dejando anotaciones y no quiero correr el riesgo de perder tanta información.
Yo hacía anotaciones en mi libro de física en el instituto. Eran tonterías que sólo yo anotaba (como mis geniales resúmenes de historia en los que Napoleón parecía un pastillero). Recuerdo que una vez le dejé el libro a un amigo y me lo devolvió con cara de pocker....
Así no me extraña, Cris. :D Hasta hace poco, yo era poco propenso a escribir en los libros. Hasta que me di cuenta de que era inevitable hacerlo en algunas ocasiones.
Pues yo no suelo escribir en los libros, excepto cuando me leí por 2ª vez un libro... a ver como se llamaba... ah sí! Ladrones de Atlantida, en la que tuve que señalar muchas palabras que ni sabía que existieran, jejeje, para depués buscarlas y adornar mi sabiduría.
Ppr cierto ¿qué libro me recomendarías para mi lucía? te puedo dar una pista si ves my blog que ya lo estoy actualizando, a ver que te parce la idea nueva.
Bueno espero que todo vaya bien, besos a Carmen.
¡Sí que ha cambiado tu blog! :D ¡Vaya!
Durante los últimos dos años he leído libros que en algún momento podría leerle a mi hija o ella misma podría leer, más adelante.
Algunos títulos:
- "Winny de Puh", de A. A. Milne.
- "Las aventuras de Pinocho", de Carlo Collodi.
- "El principito", de Antoine de Saint Exupery.
Para más adelante:
- "La ciudad de los libros soñadores", de Walter Moers.
- "La colina de Watership", de Richard Adams.
- "Malditas matemáticas. Alicia en el País de los Números", de Carlo Frabetti.
- "Matilda", de Roald Dahl.
- "El mago de Oz", de L. Frank.
- "Peter Pan y Wendy", de James Matthew Barrie Baum.
- "El libro de la selva", de Rudyard Kipling.
- "El viento en los sauces", de Kenneth Grahame.
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