martes, 15 de enero de 2008

Reflexiones de un ególatra: La metamorfosis del parto

Ahora que estoy empezando a asistir, en compañía de mi mujer, a los cursos de preparación al parto, surge una cuestión que no paran de plantear las matronas y los agentes comerciales de marcas de pañales que nos introducen en el mundo de los neonatos: ¿Tenéis miedo? Afortunadamente, puedo decir que no estoy especialmente nervioso por el inminente nacimiento de mi hija Irene, o eso creo. Tal vez se deba en parte a que los preparativos para recibir al bebé se aceleran y me veo mental y físicamente involucrado en ellos, por lo que, emocionalmente, mi organismo es incapaz de formular una sensación permanente similar a la ansiedad.

En realidad, lo que más me inquieta es la transformación que sufre el cuerpo de la mujer que se encuentra en estado. Hasta el momento, el vientre de mi mujer ha cobrado un aspecto muy hermoso, conforme iba ganando volumen. Resulta sorprendente hasta qué extremos de redondez es capaz de estirarse la piel y la musculatura. Al contrario, dentro de unos meses habrá vuelto a la normalidad y apenas se notará el trance por el que ha pasado. Como ya he dicho antes, todo esto es asombroso y muy bonito.

Pero, ¿qué ocurrirá durante el parto? Solo hay una circunstancia en la que me pueden obligar a salir del paritorio o me impedirán acompañar a mi mujer en el proceso: que se practique la operación a la que Julio César dio nombre. Suponiendo que todo siga su curso natural, estaré a la cabecera del lecho donde yazca mi mujer, proporcionándole aliento y dedicándole palabras agradables. Probablemente, no me mueva de ahí, para no molestar a los profesionales en su trabajo y también porque no sé si podría resistir la impresión que debe de causar el momento crucial. Indudablemente, tiene que ser un instante bellísimo e inolvidable. Pero, tal vez por mi mentalidad tecnocientífica, algunos detalles de la biología humana me parecen incomprensibles. Eso de las contracciones y las dilataciones parece algo tan violento y doloroso cuando lo cuentan... ¡Qué tremenda metamorfosis experimenta el cuerpo femenino! Posiblemente, la explosión de hormonas a la que se ven sometidas las chicas les ayude, pero, sinceramente, no me veo en su papel.

A decir verdad, no les envidio. Es decir, el embarazo y el hecho de dar a luz una criatura viva me parece algo indescriptible y maravilloso que debe despertar sensaciones únicas en quienes lo experimentan. Pero estoy disfrutando tanto de todo el proceso desde mi posición como padre que nunca he deseado sentirlo desde la otra parte. Aunque no puedo comparar, para mí ha resultado muy emocionante poner a prueba la inteligencia de mi hija nonata y jugar con ella a través de la piel de mi mujer, haciendo que responda a mis golpecitos. Por otro lado, al padre le tocan otras tareas. Alguien tiene que mover muebles, montar la cuna, reorganizar habitaciones y pintar paredes, pues a la mujer se lo impide su delicado estado. El padre ejerce como protector práctico, disimulando su vulnerabilidad. Así que cada cual ocupa su sitio en la evolución.

Dentro de poco podré dar la bienvenida a Irene y seré más feliz aún.

10 comentarios:

Javier Márquez Sánchez dijo...

Amigo José Ángel, qué torrente de sensaciones, sentimientos y experiencias tan maravillosas las que estás disfrutando estos días... Además, tienes una capacidad envidiable de hacer partícipe a tus lectores con esas descripciones tan emocionantes. Por cierto, ¿cuánto queda para el gran día? Me perdonarás, pero no recuerdo cuándo salía de cuentas tu mujer.
Un abrazo para ambos

José Angel Muriel dijo...

Gracias, Javi. Está previsto que salga de cuentas a finales de febrero o principios de marzo. Un abrazo.

Anónimo dijo...

Como no he abandonado la adolescencia mental, no sé si alguna vez estaré preparada para la maternidad. Confío en las instrucciones que se escriben en el adn de todos los seres humanos...Y, sobre todo, en "salir" a una de mis primas, que ha tenido a sus dos hijos en un pispás, reduciendo al mínimo el trance del parto.

Pablo G. Naranjo dijo...

El post ha salido recubierto de baba paterna, hijo mío. Dentro de nada me toca estar en tu situación :P

José Angel Muriel dijo...

¡Y anda que no va a haber papás y mamás este año! Que no nos fallen las fuerzas, Ternin. :D

Cris, hasta hace año y medio ni mi mujer ni yo pensábamos en tener hijos. Llevamos ocho años casados y nos hemos dedicado a disfrutar juntos viajando. Pero, ganada cierta estabilidad, la idea de ser padres empezó a ser una realidad. Esto viene de pronto, si no lo has deseado antes. O tal vez no tenga por qué venir jamás, todo depende de cada uno.

Pablo G. Naranjo dijo...

Por cierto, amigo mio, por fin he caido y he visto que no te tenía enlazado. Nada, esto lo arreglo en un momento.

José Angel Muriel dijo...

En tal caso hazlo con http://www.joseangelmuriel.com (este blog) o http://www.elautor.com (la web), por favor. Y gracias a tu observación, aunque te visito semanalmente, he caído en que yo tampoco te tenía entre los enlaces de mi sitio. ¡Ya está arreglado!

¿Nos podremos conocer este sábado en la presentación?

Anónimo dijo...

Giuseppe y yo llevamos casados un año y un mes y por ahora no nos apetece tener hijos. Queremos tenerlos, pero no porque la gente nos pregunte insistentemente, como si fuera obligatorio ponerse a traer criaturas al mundo en cuanto te cases, vamos a tener más ganas. Tenemos ganas de hacer muchas cosas antes.

JoseMSGamboa dijo...

Tranquilo José Ángel. Verás como todo irá bien. Disfrutad los dos de la experiencia que es única. Todos tus miedos pasarán en un suspiro cuando veas que tu hija abre sus pulmones a la vida. Te lo digo porque tuve esa experiencia hace apenas una semana.

Un abrazo.

José Angel Muriel dijo...

Pues, ¡enhorabuena, amigo! Me alegro mucho por vosotros. Y gracias por los ánimos. ;D